En la galería Nogueras Blanchard se reúnen diecisiete dibujos, tres postales y tres películas de Ana Mendieta (La Habana, 1948 - Nueva York, 1985). Una exposición mínima que tiene su clave en pequeños detalles. El ambiente de intimidad creado me hace ir hasta una pequeña vitrina que oculta, a primera vista, las tarjetas que la artista envió a su madre en el año 1984 durante su estancia en Italia. En el centro vemos la pintura circular pompeyana que retrata a una joven enigmática que se lleva un lápiz a los labios. El afán por clasificar en una única categoría ha atribuido este rostro a la poetisa Safo. Este empeño, en su vertiente más colonialista y patriarcal, es el mismo que hace que no sea fácil acercarse a la obra de Mendieta sin caer en las visiones que nacen de su vida y su dramático final: su condición de mujer latina inmigrante y la relación con el artista minimalista Carl André, acusado de su muerte y exculpado, judicialmente aunque no moralmente.
La muestra nos acerca a la investigación obsesiva de Ana Mendieta sobre el cuerpo, su naturaleza, representación y negación
Si lo biográfico no deja de marcar su trabajo, el problema reside en que muchas de las reivindicaciones de su figura se han hecho desde el fetichismo y de una manera reduccionista. Pero, como dice María Ruido en su libro sobre la artista (Nerea, 2002) “el trabajo de Ana Mendieta no es ni folclórico, ni improvisado, ni autocompasivo, sino políticamente articulado y altamente vinculado con las prácticas artísticas de su tiempo”.
Del rostro romano nos dirigimos a otro retrato, en esta ocasión velado, en la película X-ray (h. 1975). Una imagen en la que el recorte en círculo que da la máquina de rayos-x reproduce diferentes secciones de la cabeza de una persona no reconocible, la propia artista, que pronuncia palabras en una lengua indefinida. Cruzando diagonalmente la sala, saltamos a la proyección en la que un gran balón suspendido en el cielo estalla dejando caer una serie de plumas sobre el campo, en Weather Balloon, Feathered Balloon (1974). Lo redondo explota y el cuerpo se disuelve, como pasa en este recorrido en la última película seleccionada, Flower Person, Flower Body (1975), donde una silueta humana hecha con flores blancas se deshace en las aguas de un río. Este movimiento y forma circulares tienen resonancia en los dibujos en los que la mano de Ana ejercita estas grafías que nos remiten a circunferencias, espigas, escamas y hojas que encontramos en la naturaleza primero y en las figuras paleolíticas después.
El dibujo, como las notas que enviamos en una postal, son gestos íntimos. En 2013 el Castelo de Rivoli realizó una exposición monográfica que abordaba su producción de manera extensa y profunda. Aquí nos acercamos a su investigación obsesiva sobre el cuerpo, su naturaleza, representación y negación, a través de signos pre-lingüísticos: el trazo del lápiz, el silencio de las piedras y retratos, la palabra que no entendemos. Estos modos permiten una apreciación consciente de la identidad como algo no cerrado, sin un canon ideal hegemónico.
La galería Nogueras Blanchard, en una dinámica de revisión de su línea de trabajo, exponía hace un año a Mercedes Azpilicueta. Ahora, indagando en la relaciones conceptuales de sus artistas representados, presenta esta selección realizada por el cubano Wilfredo Prieto. No hay un problema en sí en la comercialización de la obra, la misma Mendieta en la postal habla de su individual en una galería romana. Habría que preguntarse si los bocetos eran piezas para ella, y qué significa en un análisis del sistema del arte, que hoy estén a la venta.