Su origen radica en una familia humilde: su padre era pescador, su madre la costurera de algunas importantes familias. “Mi suerte fue que en mi pequeño pueblo (Guetaria, Guipúzcoa) se encontraba la residencia de verano de una gran dama, la marquesa de Casa Torres. Yo no tenía más que ojos para ella cuando llegaba a misa el domingo, bajándose de su tílburi, con sus largos vestidos y sus sombrillas de encaje”, recordaba Cristóbal Balenciaga (1895 - 1972) en una entrevista que concedió a Paris Match en 1968, justo después de retirarse.
En aquella entrevista (tan solo hay constancia de dos a lo largo de su carrera) contaba que un día reunió todo el coraje necesario y pidió a la marquesa visitar sus armarios. Esta, divertida, aceptó y así el pequeño Cristóbal vivió “meses maravillosos”. Después del colegio trabajaba con las planchadoras y “acariciaba los encajes, examinaba cada pliegue, cada punto”. A los 12 años la marquesa le autorizó a hacerle un primer modelo que lució al domingo siguiente. Hay quien sostiene que fue una réplica de un vestido y que fue el pequeño quien le dijo que podía reproducirlo si tuviera el material textil necesario cuando esta le preguntó qué haría para ayudar a su madre. Aunque la marquesa pensó que solo se trataba de una ocurrencia del chiquillo, aceptó el reto y Balenciaga cumplió su promesa. Así es como ella se convirtió en una de sus primeras clientas y mecenas de uno de nuestros modistos más influyentes de cuyo nacimiento se cumplen ahora 125 años.
El buen gusto de la marquesa y el oficio de su madre junto a su propia delicadeza y su sensibilidad hicieron que Cristóbal se convirtiera en Balenciaga, el modisto que revolucionó la alta costura. Al parecer en 1907 se empadronó en San Sebastián, donde aprendió el oficio de sastre, y con 22 años montó su primer negocio.
Un hombre exigente
Se dice que Balenciaga apenas veía a sus clientas porque, como explica Igor Uria Zubizarreta, director de colecciones del Museo Balenciaga de Guetaria, “para él no era algo prioritario. Era una persona muy equitativa y se planteaba por qué tenía que atender a una persona y otra no. Quería dar el mismo servicio a todos”. Aunque, en realidad, sí atendía personalmente a aquellas a las que le unía algún vínculo de amistad o cercanía.
Sin embargo, a Balenciaga le envuelve un cierto halo misterioso y es considerado un hombre inaccesible. A pesar de vivir en la capital de la moda en un momento de efervescencia y en plena madurez creativa, apenas se dejaba ver en actos públicos. Esto responde a que “tenía un concepto diferente de lo que entendemos hoy como alta costura. Tenía las relaciones sociales muy marcadas y decía que trabajaba para vestir a las mujeres pero que no formaba parte de su círculo. Tras la II Guerra Mundial muchos diseñadores empezaron a participar en grandes fiestas con una visión publicitaria, pero Balenciaga no se sentía cómodo”, explica Uria. Su objetivo era que las mujeres vistieran elegantes y perfectas, pero no consideraba que tuviera que ser visto en los convites.
La revolución Balenciaga
Para Igor Uria Zubizarreta no es fácil explicar la gran aportación que hizo a la moda pues “no hay algo matérico sino una combinación de comodidad y elegancia que en su momento fue una revolución”. De hecho, en alguna ocasión Diana Vreeland, directora de Vogue en los años 60, dijo: “Dicen que la moda nace en la calle, pero yo siempre la veo primero en Balenciaga”. Su trabajo causó la admiración de todos colegas de profesión como Givenchy, Dior y la misma Coco Chanel y es que Balenciaga se anteponía a lo que se iba a llevar. “Su mayor revolución fue apostar por la comodidad partiendo de la cintura, dotándola de un movimiento constante”, apunta Uria.
Givenchy decía que la suya era una revolución evolutiva que iba gestando con pequeños cambios. “En nuestro ideario Balenciaga es el minimalista de los años 70, un modisto simétrico con grandes volúmenes. Parece un minimalismo estético, pero si estudias sus piezas se ve que es también un minimalismo conceptual”, recuerda Uria. Otro de sus grandes logros fue hacer las prendas con la menor cantidad de costuras posible combinando en sus diseños la comodidad, la modernidad y la elegancia.
Todo ello le sorteó elogios como el de Christian Dior: “Con los tejidos, nosotros hacemos lo que podemos. Balenciaga hace lo que quiere”, o el de Coco Chanel: “Balenciaga es un couturier en el verdadero sentido de la palabra. Sólo él es capaz de cortar los tejidos, montarlos y coserlos a mano. Los demás son simples diseñadores de moda”. Y todo ello sin alejarse del gusto de la época pues “para mantener cuatro casas abiertas tenía que seguir lo que la clientela le pedía en equilibrio con lo que él quería expresar”, asegura Uria.
Un regreso a los orígenes
La distancia con España le acercó a la estética española y para algunos de sus diseños se inspiró en siluetas de Velázquez y Carreño de Miranda, lo que se puede apreciar en el vestido que tituló Infanta, una interpretación de los trajes de la infanta Margarita de Austria en los cuadros del pintor. “En 1939 se inauguró una exposición en Ginebra con algunos cuadros del Museo del Prado. En ese momento hubo un boom de lo español y se hablaba de esta presencia en sus creaciones. Es cierto que tuvo cierta influencia, aunque creo que es más desde el punto de vista del receptor que desde el suyo propio”, opina el director de las colecciones del Museo Balenciaga. Su relación con el arte lo pudimos ver en el Museo Thyssen-Bornemisa en una exposición en la que reunieron 90 trajes del diseñador en diálogo con 55 pinturas de Velázquez, Goya o Zurbarán.
En definitiva, fue su capacidad de innovación, su profundo conocimiento de los tejidos y su sentido de la proporción y la medida lo que hicieron de él uno de los modistos más respetados de su época. Suyas son la línea tonneau, el look semientallado, las faldas globo, la túnica, el vestido saco, el baby-doll o el pavo real (más corto por delante que por detrás), la pedrería o las lentejuelas en vestidos sin apenas costuras y de formas redondeadas con acabados casi escultóricos. “Un buen modisto debe ser arquitecto para los patrones, escultor para la forma, pintor para los dibujos, músico para la armonía y filósofo para la medida”, aseguró Balenciaga.
Con todo, mantuvo el pulso de la alta costura en las décadas centrales del siglo XX hasta que en 1968 irrumpió el prêt-à-porter. Entonces decidió cerrar sus talleres y retirarse en Jávea. Fue entonces cuando ofreció dos entrevistas y durante esos días su retiro voluntario se vio interrumpido por el encargo de diseñar el vestido de boda de Carmen Martínez Bordiú. En fin, como él mismo dijo: “es más importante el prestigio que la fama. El prestigio queda, la fama es efímera”.
El Museo Balenciaga le rinde homenaje al diseñador
Situado en el Palacio de Aldamar, donde veraneaba la marquesa de Casa Torres, el Museo Balenciaga, que recibe a cerca de 55.000 visitantes al año, ha querido rendir tributo al diseñador con una exposición y un congreso que se celebrará en octubre. La labor del centro, fundado en 2011, además de difundir el legado del modisto, ha girado en torno a buscar una fórmula que funcionase con las características del mismo. “No podemos tener una colección permanente por motivos de conservación de modo que necesitábamos muestras temporales para hacer frente a la conservación y renovación de contenidos”, explica Miren Vives, directora del centro desde 2014.
“Es un espacio turístico y por tanto los contenidos son nuevos para la mayoría. Quienes repiten lo hacen de manera constante y agradecen que se cambie el contenido y el cambio en la museografía. Pero como no tenemos una colección permanente necesitamos encontrar una manera de poder mostrar a Balenciaga en su totalidad”. Con esta efeméride “podemos dar visibilidad a los trabajos que estamos desarrollando”, sostiene Vives, que se muestra positiva ante la celebración del I Congreso Internacional Cristóbal Balenciaga de investigación dirigido al mundo académico. Su objetivo es el de incentivar la exploración de nuevas interpretaciones y la aportación de nuevos datos en torno a la persona, el contexto y la obra del creador.
Celebramos el 125.º aniversario y aunque se ha dicho y hecho mucho en torno a su figura aún queda mucho por descubrir. El congreso es una manera de atraer a gente y demostrar que persiste el interés. En él participarán expertos internacionales en la materia y se abordarán cuestiones como el negocio de la alta costura, la estructura de sus diseños y su legado”.
De hecho, la firma regresa a la alta costura de la mano de Demna Gvasalia con una primera colección desde 1968.