Hay artistas que hace mucho que entraron en la Historia del arte, obras icónicas (y atemporales) y voces críticas que apuntan hacia realidades molestas. La neoyorquina Martha Rosler reúne las tres cosas.

Pionera en el uso del vídeo y de la fotografía en los años setenta, ensayista, profesora y feminista (“todo lo que hago está atravesado por el feminismo de una manera más o menos explícita”), lleva décadas trabajando sobre la representación de las mujeres en los medios de comunicación, los procesos urbanos y el belicismo norteamericano.

En The Bowery in Two Inadequate Descriptive Systems(1974 - 1975) documentó contextos y fotografías la decadencia del centro de Nueva York, su ciudad. Y, por supuesto, Semiotics of the Kitchen (1975), donde hace una parodia de un programa de cocina en la televisión con utensilios culinarios arrojados con aire marcial.

Ahora trabaja, precisamente, en un libro sobre la cocina y su relación con el arte. “Está estructurado como un diálogo teatralizado entre un hombre y una mujer cuyos trabajos e intereses implican dar a conocer la cultura culinaria a la clase media estadounidense”.

Museos como el MoMA, el Whitney de Nueva York, la Tate Modern, el MACBA o el Reina Sofía le han dedicado exposiciones individuales y eso que ella –cuenta– sólo dedica un tercio de su tiempo a la producción artística. El resto de su actividad se distribuye entre la escritura y la docencia, aunque todo está interconectado. Claro.

De su preocupación por los cambios urbanos surgen libros como Clase cultural (Caja Negra,2017). Del papel de la fotografía documental, el vídeo y los medios digitales, Imágenes públicas (Gustavo Gili, 2007). Y el más reciente en España es La dominación y lo cotidiano (Consonni, 2019).

El tema central de la muestra que le dedica el museo Es Baluard, en Palma de Mallorca, es el control social sobre el cuerpo de las mujeres. Con ella se inaugura la primera sesión de exposiciones firmada por su nueva directora, Imma Prieto.

Pregunta. Leído desde el confinamiento parece que el título de la muestra, ¿Cómo llegamos allí desde aquí?, tenía algo de premonitorio.

Respuesta. En su momento me refería a la búsqueda de la perfección social y colectiva, a la utopía, a un futuro sostenible. Y en líneas más generales a aquella promesa de la Modernidad de llevarnos siempre hacia un futuro mejor.

"El arte es incapaz de producir un cambio social por sí solo, son las personas las que lo consiguen actuando juntas"

P. Muchas de las obras de esta muestra en Es Baluard son vídeos. ¿Qué le llevó a experimentar con este medio?

R. Mi trabajo ha estado siempre al margen de lo comercial. Empecé a trabajar con vídeo porque, a diferencia del cine, era barato, sencillo de hacer y fácil de distribuir. Pronto surgieron un par de distribuidoras y los artistas crearon también estudios independientes de grabación. Nunca me planteé venderlos, pensaba más bien en alquilarlos a un precio asequible para que llegaran a otro tipo de contextos alejados de los museos. Casi todos ellos son ediciones no limitadas.

P. Ha trabajado también con foto collages utilizando imágenes de revistas para hablar de la guerra, de Vietnam a Iraq. ¿Se repite la misma historia?

R. Podemos decir que sí, aunque sería generalizar un poco. La tecnología, las estrategias y las comunicaciones han cambiado, pero el objetivo geoestratégico y el sentimiento antibelicista que despiertan, siguen siendo parecidos. Hice la primera serie entre 1965 y 1973. La pensé como flyers contra la guerra de Vietnam para distribuir en la calle. Nunca me imaginé que haría otro proyecto años después, a pesar de que las guerras siguieron de manera encubierta en Centroamérica en la década de 1980. Pero con la invasión de Afganistán e Iraq, decidí hacer una nueva serie para subrayar que lo que no ha cambiado en estos años son la ambición y el dolor que acarrean.

Martha Rosler: 'Semiotics of the Kitchen', 1975

En 2005 Rosler sacó de su casa su biblioteca y la mostró en el espacio de e-flux en Manhattan. Fue el inicio de un proyecto itinerante y sus más de 7.000 libros dieron varias vueltas al mundo. “A los visitantes –recuerda– se les permitía leer y hacer fotocopias, aunque el desgaste de los libros fue considerable. Lo interesante fue el momento en el que lo hicimos. Lo digital estaba en auge y los libros físicos pasaban a ser algo casi obsoleto. Para mí acumulan un poso de gloria, su diseño, la experiencia de su peso en la mano... A partir de 2010, decidí hacer una serie de imágenes digitales de los lomos de algunos de ellos, organizándolos por categorías temáticas, en composiciones imposibles para enfatizar que eran imágenes. Fuera de la estantería (2018) es tanto un guiño a títulos reales como un recordatorio de que su contenido,deque el conocimiento, puede circular de diversas maneras”.

P. Se ha dedicado, también, a la docencia, ¿qué habría que revisar del sistema educativo?

R. Actualmente hay una percepción, bastante rígida, de que los artistas van a clase para crear algo así como una “marca” y para que los galeristas vean su trabajo. En el plano administrativo, hay poco interés por los ideales de la Modernidad que buscaban la mejora del ser humano. Podríamos decir que la ciencia de la estética ha sido reemplazada por la del marketing. Y no a todos los creadores les mueve el éxito y producir para coleccionistas. Los artistas sueñan a menudo con nuevas formas de estar en el mundo y en tiempos de crisis, como el actual, pueden jugar un papel importante.

P. ¿Y cuál es ese papel fundamental del arte?

R. No me gusta hacer afirmaciones tajantes sobre lo que puede y no puede ser. El arte es incapaz de producir un cambio social por sí solo, son las personas las que lo consiguen actuando juntas, organizadas. El arte puede ser una ayuda ya que es, después de todo, una forma muy potente de comunicación entre personas.

P. ¿Qué le inspira y qué le sugiere la coyuntura actual?

R. Me inspiran todas las personas y los movimientos sociales, especialmente las mujeres (pero no sólo). Todos los que han estudiado, escrito, pensado, y hablado sobre ellos, y los que han luchado por cambiar el mundo y por salvar el planeta. Estamos teniendo esta conversación en medio de una pandemia global, que ninguna entidad gubernamental ha sido capaz de prevenir, o incluso, controlar. Amenaza con destruir las principales economías del mundo. Tal vez sea este el momento de inventar una nueva forma de vivir el siglo XXI.

@LuisaEspino4