Nicolás Ortigosa. Dibujos y grabados. 2015 -2020. Galería Moisés Pérez de Albéniz

Doctor Fourquet, 20. Madrid. De 2.500 a 16.000 euros. Hasta el 25 de julio

Decía Theodor Adorno que escribir poesía después de Auschwitz era un acto de barbarie. Su frase ha resonado en nuestra conciencia todas estas semanas, en un momento en el que la realidad era más pesada que cualquiera de nuestras acciones cotidianas. En los tiempos de Adorno, muchos artistas se refugiaron en el expresionismo abstracto, la primera referencia en la que pensamos al contemplar el trabajo de Nicolás Ortigosa (Logroño, 1983). Rastrear la trayectoria de este artista, que no alcanza los 40 años, es como acceder a una carretera muerta: todo nos conduce de manera unívoca a su exposición individual del año pasado en el centro valenciano Bombas Gens. ¿Y antes de eso? Una incógnita alimentada por el propio artista: su página web remite directamente a esa exposición y,para rizar el rizo, no hace mucho cubrió su producción pictórica con una capa densa de pintura negra de la que hoy queda su serie Cuadros tapados (2002 - 2018).

Pero lo que llama realmente la atención en su nueva propuesta en la galería Moisés Pérez de Albéniz es la fuerza expresiva de sus piezas, en las que el hilo conductor son esta paleta oscura y una gestualidad frenética. Y lo lleva tan al límite que nos hace dudar de si lo que tenemos ante nuestros ojos son, o no, dibujos. Lo son, si atendemos a su técnica (grafito sobre papel), pero tanto sus dimensiones (muchas veces superiores a los 2 metros de lado) como el soporte (empapela tablas de madera), niegan de manera clara la imagen íntima y de recogimiento que podríamos tener del dibujo. En estos enredos de líneas, alguna de ellas salen disparadas en direcciones infinitas, como tratando de huir, mientras que otras se aferran a la horizontalidad. Parece como si escondieran algo, como si tachara aquello que se oculta bajo esa maraña de trazos. Acompañan a los dibujos una selección de grabados de formato mucho más pequeños. Son piezas únicas en un nuevo acto de negación, en este caso de la propia serialidad de la técnica. Hace falta ver más para poder juzgar la potencia de este artista aunque del montaje en la galería sale airoso. Los cinco dibujos grandes son su gancho pero los pequeños grabados funcionan como una red, un pentagrama en el que se anclan estas rotundas notas musicales.

@LuisaEspino4