Dice Juan Albarrán en su libro Performance y arte contemporáneo (Cátedra, 2019) que todos creemos saber lo que es, pero que muy pocos se atreverían a definirla. La artista Dora García lo hace con precisión: “performance es un formato que comprende lo que antes se llamaban happening, danza, espectáculo en vivo, teatro de calle, acción, protocolo, biodrama, teatro invisible, cosas muy diferentes que ahora utilizan este término englobador y cuyo rasgo común es el desarrollo en el tiempo, no necesariamente frente a un público”. Es elástica, multidisciplinar y tiene cada vez una presencia mayor. “No es una moda, ni una tendencia, sino que el arte es cada vez será más performativo”, añade Manuel Segade.

"Las acciones de los 90 recuperan ese espíritu de Beuys de que todos podíamos ser artistas", Ferran Barenblit

El MACBA de Barcelona inaugura el 10 de julio Acción. Una historia provisional de los 90, “un peinado a contrapelo –explica Ferran Barenblit, comisario de la muestra–, para revisar espacios de nuestra historia reciente que no han quedado suficientemente expuestos”. Se trata de un periodo en el que el aquí y el ahora era lo importante, se compartían experiencias entre artistas de distintas generaciones y no había preocupación alguna por el rastro que dejarían después. “La audiencia eran ellos mismos, no se buscaban grandes públicos. Las acciones eran libros de instrucciones para que cualquiera las pudiera realizar”.

Las mezclas de los 90

Hablamos de los años del Carrying de Pepe Espaliú (1992), de Esther Ferrer o José Antonio Sarmiento, que sintonizaba en 183 transistores todas las emisiones radiofónicas de Barcelona, produciendo una desordenada cacofonía que se iba apagando poco a poco conforme las baterías se gastaban. También de los comienzos de otros artistas más jóvenes como las Cabello/Carceller o Los Torreznos. Estos últimos, recuerda Barenblit, se conocieron en un taller que Isidoro Valcárcel Medina impartía en el Círculo de Bellas Artes. Esa relación siguió en el tiempo y a comienzos de este año publicaban el libro de artista I.V.M. Oficina de Gestión (Entreascuas, 2020) que recoge la maravillosa propuesta que Isidoro Varcárcel Medina puso en marcha en la galería Fúcares de Madrid en 1994. Transformó el espacio en un despacho al que acudía trajeado como buen oficinista, listo para atender a los visitantes y proponerles ideas

Todos estos creadores miraron hacia la generación de los conceptuales de los setenta y tomaron la performance como un espacio de compromiso, de resistencia. No estaban interesados en su comercialización ni en entrar en un circuito institucional que les condicionara. Lo más importante eran las instrucciones, eliminar fronteras entre los que sabían y los que no. “Recuperar ese espíritu de Beuys de que todos podíamos ser artistas”, apunta Barenblit. La escena se explicó en tiempo real, como vemos en la ‘exposición dentro de la exposición’ en la que se recrea al milímetro la de fotográfica Acción directa que se celebró en 1996. “Son tres las derivas que atraviesan la muestra: la necesidad del teatro de romper la cuarta pared, la música experimental y la polipoesía que llega de Italia”. Habrá también un apartado con entrevistas audiovisuales a muchos de los protagonistas.

Rafael Lamata, Jaime Vallaure y Daniela Musicco: 'ABC de la performance', 1994

Pero en esta historia provisional del MACBA faltan nombres, claro, como el de Concha Jerez. La propia agenda lo suplirá con la exposición individual que le dedica el Museo Reina Sofía (desde el 29 de julio). Que nos roban la Memoria recorre casi 50 años de su trabajo e incluye nuevas acciones pensadas específicamente para las escaleras del antiguo hospital y una reproducción de su archivo en la Sala de protocolo. Y en septiembre el CGAC de Santiago abre una muestra de los últimos 20 años de La Ribot, siempre entre la danza y el arte, que acaba de ser premiada con el León de Oro de la Bienal de Venecia de Danza. El vestíbulo del museo se transformará en escenario y sala de exposiciones que se inaugurará con la Pieza distinguida nº 45, en la que se pinta de rojo. Estará además rodeada por fotografías, vídeos e instalaciones, “piezas que no son restos ni documentación, sino escenografías de las acciones”, explica Santiago Olmo, director del centro. Se enmarca dentro del festival de artes performativas Plataforma (del 10 al 18 de septiembre), una nueva iniciativa de David Barro, Iñaki Martínez Antelo (comisario, además, dela exposición) y Mónica Maneiro que incluye otras propuestas como la performance Rapear filosofía (aquí en gallego) de Cabello /Carceller.

Bailar en el museo

El CA2M de Móstoles dio una lección de performance radical con su exposición Elements of Vogue (2017) y permanece atento a esta disciplina tanto en su programación como en la colección. Entre las últimas piezas que han incorporado están el vídeo de la acción de Charlotte Moorman en la galería Vandrés (1975) y las obras que María Jerez y Cristina Garrido presentaron en Querer parecer noche. La primera, que viene de las artes escénicas, creó un paisaje de telas y texturas que se hinchaban movidos por una respiración invisible. Y Cristina Garrido puso a un copista profesional a pintar la vista que veía desde detrás de su caballete.

Vídeos, instrucciones, partituras, fotografías, objetos… ¿Cómo documentar, conservar y presentar una acción pensada para ser efímera? Una exposición en el centro de arte sueco Lunds konsthall reflexiona ahora precisamente sobre ello. Algo que Manuel Olveira, director del MUSAC de León, considera espinoso. “En nuestra colección tenemos piezas de performance como la de Tania Bruguera [Desengaño - Explicación Visual, 2010] que sólo pueden ser activadas y producidas en directo, pues la artista no acepta que la documentación sustituya a la obra. Los creadores contemporáneos se relacionan con la documentación de sus trabajos de maneras diferentes: “objetualizándola” para insertarla en el mercado mediante la serialización (Matthew Barney), considerándola un mero material de documentación y no produciendo ediciones limitadas a la venta (Xavier Le Roy), desinteresándose por el propio registro o resistiéndose a él (Valcárcel Medina) o, a veces, negando cualquier forma de memoria ya que se prohíbe la fotografía y el vídeo (Tino Sehgal, por ejemplo)”.

Itziar Okariz: 'Mear es espacios públicos o privados', 2002 (MUSAC)

Durante el tiempo en que Soledad Gutiérrez dirigió CentroCentro en Madrid (2018- 2019), la comisaria se planteó cómo dar forma expositiva a estos trabajos. En la muestra dedicada a Miguel Benlloch, ya fallecido este, articularon sus fondos documentales de una manera muy atractiva. Con la propuesta de Mercedes Azpilicueta se acercaron al arte desde lo teatral, creando una escenografía de personajes barrocos hechos con materiales diversos –muchos de ellos textiles– en los que la acción estaba latente. Y en la última de todas ellas, de Rosana Antolí, todo –incluso las esculturas– fluían desde el cuerpo. “El gran reto –apunta Gutiérrez– es asumir que son proyectos vivos, que el espacio y la propia institución tienen que poder adaptarse y entablar una conversación real con ellos. Tengo muy presente una cita de Allan Kaprow que decía ‘no hay formas buenas o malas, siempre hay otras maneras’”.

En la Bienal de Venecia

La performance ha tenido gran peso en las últimas presentaciones del pabellón español en la Bienal de Venecia: Itziar Okariz, Jordi Colomer, Cabello/Carceller, Dora García, Los Torreznos…. Y los dos últimos premios León de Oro al mejor pabellón se han concedido a obras vivas (la ópera de Lituania y las angustiosas piezas de Anne Imhof, en el de Alemania, que los visitantes podían ver bajo sus pies a través de un vidrio).

"La obra de Tania Bruguera hay que reproducirla en directo. No acepta sustituirla por documentación", Manuel Olveira

En cuanto a las generaciones más jóvenes, son muchos los que han pasado por el centro de producción Hangar en Barcelona, un foco de atracción para creadores que trabajan con esta disciplina. Entre ellos hay varios nombres a tener en el radar. Clàudia Pagès (Barcelona, 1990) trabaja con el lenguaje y la voz en lecturas que graba y sube a plataformas online. Laura Llaneli (Granada, 1986) se mueve entre las Bellas Artes y la música y acaba de inaugurar Palpitar Palpar en la galería ADN de Barcelona, una ‘audio-instalación’ a base de sensores, cables, textos y vibraciones. Recurre también a la tecnología y la voz Ariadna Guiteras (Barcelona, 1986), que salta desde el cuerpo y la acción a otros materiales.

“¿Es más real la performance en vivo o vista con filtros en pantalla?”, planteaba Nora Silva (Madrid, 1988) en No Fall Games en la Casa Encendida dentro de Generación 2021. En la sala se podía ver una gran cámara de seguridad, extintores, cascos de cerámica… que le servían de atrezzo. Hablaba de hipervigilancia en las redes sociales y creaba una coreografía lista para ser retransmitida por Instagram. Acude también a la escultura Elena Aitzkoa (Apodaca, 1984) con hatillos en los que encierra todo tipo de materiales e historias que crecen con sus poemas y tarareos. Y hay todo un grupo de artistas trabajando en torno a los gestos mínimos. Luz Broto (Barcelona, 1982) con sus intervenciones en espacios arquitectónicos, saca a la luz columnas ocultas, extiende metros dentro y fuera de un edificio, reduce el horario de apertura de un museo… Y Marta Fernández Calvo (Madrid, 1978), que posa la mirada en las pequeñas cosas, midiendo una habitación en pulsaciones o generando situaciones en torno a la cocina (la próxima, un concierto-menú en el festival Plataforma). Son todas ellas protagonistas de esta nueva historia de la performance. Provisional, como la del MACBA, porque se está escribiendo ahora.

@LuisaEspino4