En la película In the Street la fotógrafa Helen Levitt dijo que “la calle puede ser un terreno de juego pero también un campo de batalla”. Y en efecto, en ellas ha sucedido, y sucede, de todo: desde épocas de paz y prosperidad a revueltas y manifestaciones. La ciudad, donde en la actualidad vive casi la mitad de la población y se estima que el porcentaje ascienda hasta el 70 %, se convierte en un escenario y quienes habitamos en ellas en actores y actrices. La fotografía y el cine han retratado la ciudad en silencio y en ebullición, en crisis y en crecimiento, en vertical y en horizontal. Todo esto se reúne en Cámara y ciudad, una exposición que recala en CaixaForum Madrid tras su paso por Barcelona. La novedad, sin embargo, es que para la ocasión se ha añadido un apéndice en el que se muestran las imágenes en las que varios fotógrafos vuelcan las experiencias vividas durante el confinamiento.
“Los fotógrafos y los cineastas nos han acercado la ciudad en momentos de paz, en situaciones duras, en protestas y manifestaciones, en situaciones melancólicas, de soledad y de peligro”, comenta Ignasi Miró, director del Área de Cultura y Divulgación Científica de la Fundación la Caixa. De modo que la exposición, dividida en diez secciones, explora la relación que estas disciplinas artísticas han mantenido con las urbes desde el siglo XX. “El título de la exposición oculta la historia social y multidisciplinar de la ciudad. Queremos contar la historia de la cultura urbana que ha forjado la modernidad”, explica Florian Ebner, comisario de la exposición y responsable del Departamento de Fotografía del Centro Pompidou que ha trabajado en la selección de obras españolas junto a Marta Dahó, doctora en Historia del Arte.
A través de la lente de autores como Brassaï, Henri Cartier-Bresson, Paul Strand, William Klein, Diane Arbus, Joan Colom, Pilar Aymerich o Leopoldo Pomés podemos entender la evolución de la urbe, “de la euforia moderna de los años 20 a la visión crítica de la actualidad”, apunta Ebner.
El diálogo entre la imagen fija y la imagen en movimiento empieza con la conocida fotografía Mujer ciega de Paul Strand a la que le sigue su pieza audiovisual Manhatta. En la primera parte del recorrido podemos ver cómo algunos fotógrafos como Germaine Krull o László Moholy-Nagy se asoman a las alturas y a la verticalidad de la Torre Eiffel o a las torres de radio que demostraban esta nueva cultura urbana. Sin embargo, “conocemos la historia de los años 20 como algo pintoresco pero los fotógrafos y los cámaras de cine empiezan a tener una mirada social sobre el universo urbano”, sostiene Ebner. De modo que algunos autores nos “presentan a protagonistas sociales, que dejan de ser los burgueses para ser el proletariado”, especifica el comisario.
Los fotógrafos internacionales dialogan con autores españoles también en la mirada vertida hacia la España de los años 30 cuando el país vivía las tensiones sociales de la época. En este contexto Henri Cartier-Bresson, entre otros intelectuales franceses y europeos, se atrevieron a abordar reportajes sobre la victoria del frente popular en las elecciones previas a la Guerra Civil como también lo hicieron Gabriel Casas o Pérez de Rozas. En este apartado, además de las instantáneas de todos ellos, se reúne una selección de revistas y medios de comunicación que “se hicieron eco de este conflicto mediatizado”, arguye Ebner.
La muestra va avanzando en el tiempo y vemos cómo la ciudad y su manera de habitarla se va transformando y “tras la Segunda Guerra Mundial se reconcilia con la vida”. En este contexto París se convierte en la capital de la fotografía humanista y tanto allí como en Nueva York comienzan a aparecer miradas nuevas, más nerviosas y agresivas como la de William Klein, cuya fotografía “evoluciona hacia una mirada crítica que pone en el centro a los marginados de la sociedad moderna”. Algunas de sus obras, protagonizadas por niños que agarran pistolas y donde vemos las luces de neón propias de la publicidad, llaman la atención del espectador por su crudeza. Al mismo tiempo, Robert Frank y Lee Friedlander investigan a través de su objetivo el lugar que se le ha proporcionado al individuo en las ciudades modernas. En la segunda mitad del siglo XX “el interés de los fotógrafos se centra en los suburbios de las ciudades, cuya expansión comienza a ser en horizontal, extienden su superficie y derriban edificios para dar paso a una nueva forma de urbanización”.
Si bien la exposición original abarcaba de 1910 a 2010 en Madrid, a medida que nos acercamos a la actualidad, la muestra plantea la reflexión sobre el uso del espacio público, recupera las perspectivas a vista de pájaro y nos acerca un epílogo sobre la ciudad confinada en la que han participado 15 fotógrafos. Esta sección, titulada Límites comunes, nos acerca las imágenes que Manolo Laguillo ha tomado frente a la Sagrada Familia o las de Barbara Probst en Nueva York. Además, podemos ver las postales de un París vacío que Anna Malagrida y Mathieu Pernot crearon e intercambiaron. Una reflexión, en palabras de Ebner, en torno “al espacio público que nos están robando”.