Dice que aún le queda por hacer todo lo que no ha hecho. No sabemos si es mucho o poco porque Antonio López (Tomelloso, 1936) asegura que no tiene un programa establecido sino que se deja llevar por la vida. El artista, que se inició en el arte a los 13 años gracias a su tío Antonio López Torres, está preparando una escultura a partir de una fotografía de cuando tenía 5 meses y las nuevas puertas de la Catedral de Burgos. Pero estos son proyectos que se irán materializando en un futuro próximo, así que mientras tanto la Fundación Bancaja de Valencia nos ofrece Antonio López, una retrospectiva que recorre toda su trayectoria, desde sus obras de juventud hasta las más actuales.
La exposición, que está comisariada por Tomás Llorens, Boye Llorens y el propio López, se divide en dos bloques cronológicos. En el primero se pueden ver las obras de los primeros años mientras que la segunda “despeja los horizontes para trascender el ámbito biográfico y muestra un registro más objetivo”, apunta la institución. "Tengo un problema -dice el artista- porque tengo poca obra propia y cuando se hace una exposición de mi trabajo hay que pedir las piezas a los dueños". A pesar de estas dificultades, quizá acentuadas ahora por la pandemia que vivimos, en Valencia asistimos a un recorrido por 72 piezas entre pinturas, esculturas y dibujos que se completa con una sección de 20 obras de María Moreno, su mujer recientemente fallecida.
Pregunta. La retrospectiva que se le dedica en Bancaja reúne varias de sus facetas artísticas, desde obras de juventud hasta las más actuales. ¿Qué vamos a poder ver en ella?
Respuesta. Lo que es muy nuevo para mí es que me acompaña María Moreno, mi mujer. Es muy emocionante e interesante para los espectadores. Hemos estado juntos en colectivas de artistas figurativos pero en solitario es la primera vez que se van a ver las obras de dos artistas muy distintos. De María hay alrededor de 20 piezas y mías 72. El cuadro más antiguo de ella tendrá unos 40 años mientras que el mío es de 1953, lo pinté con 17 años. Es una pintura hecha en Tomelloso cuando ya estudiaba Bellas Artes en Madrid. Es el primer retrato que hice de una ciudad desde la terraza de mi casa con el sol de verano. La representación de la ciudad es un tema al que vuelvo, aunque no siempre. El último es uno que estoy haciendo, aunque está inacabado me parece interesante mostrarlo.
P. ¿Cuáles son algunos de esos temas a los que más recurre?
R. El tema del pintor figurativo es sota, caballo, rey. El que trabaja desde lo objetivo tiene la figura humana, el escenario donde uno vive y poco más. Pero todo eso puede tener muchas variaciones y dentro de esos temas básicos que aparecen en pintura y escultura como son el desnudo, el retrato, el paisaje urbano o las flores, encierran mucha diversidad a la hora de ser representados.
"Hasta los 60 no apareció la abstracción como movimiento renovador y visible"
P. ¿Otro de esos temas podría ser el tiempo?
R. El tiempo no es un tema sino un contenido espiritual o moral. No hay un tema que se pueda llamar así. Es una carga emocional que tienen algunos artistas por lo que no hay fórmula para conseguirlo. A veces dicen que nuestras cosas tienen esa energía que llamamos tiempo pero no es algo voluntario, no nos planteamos que vamos a pintarlo. A Zurbarán le salía y en el arte antiguo aparece el tiempo porque puedes explicarlo. ¿Cómo? En la obra egipcia, por ejemplo, están en contacto con cosas de la naturaleza muy básicas como son el sol, la luna, el agua, la vida o la muerte. Todo eso crea una sensibilidad que capta esa energía que llamamos tiempo.
P. ¿Cómo ha cambiado su pintura a lo largo de todos estos años de trayectoria?
R. Ha cambiado como mi hígado o mi cara. Nunca he buscado cambios, pero estos surgen inevitablemente. Son los cambios que a mí me gusta encontrar en mí y en mis compañeros, algo no buscado que tiene que ver con el hecho de vivir, con crecer, de ir almacenando. Te vas convirtiendo en una persona con una mirada diferente a la que tenías cuando eras joven. Pinté la obra de Tomelloso tenía 17 años, ¿cómo voy a ser la misma persona a los 84? Es imposible. El joven tiene un brío y una frescura y el hombre mayor tiene otras virtudes y características. Lo bonito es ver todo eso. Pienso en el arte de la juventud del hombre, el arte de los iberos. Este no puede ser igual que el arte de los artistas del siglo XX pero tiene unas virtudes o el carácter que da la juventud que es incomparable mientras el viejo tiene otras cosas que pueden ser interesantes si este no se ha estropeado o corrompido. Hay quienes se corrompen pero otros permanecen limpios y buscan una manera valiente de decir la verdad. Es lo deseable. Hay muchas tentaciones y motivos que te pueden llevar a atajos que te pueden dar ventajas pero es mejor hacer las cosas de una manera limpia. Es lo que yo intento hacer.
P. ¿Hay piezas que por alguna razón hayan quedado fuera y le gustaría haber visto expuestas?
R. En mi caso, creo que algunas me sobran. Nos rodean cosas que nos sobran, hay que intentar limpiar y ofrecer lo esencial, lo mejor de ti. Hay obras que se han quedado fuera y otras que quisiera que no estuvieran. El espacio de Valencia permite la sorpresa y la manera en la que aparecen las obras al dar el giro o al entrar en otra sala es muy sugerente. En esta exposición está el mundo exterior, el interior, las personas, las paredes con diferentes luces y tamaños. Todo eso crea una diversidad que puede ser perturbadora.
"Nunca he buscado cambios, estos surgen inevitablemente. Tiene que ver con el hecho de vivir, con crecer"
P. Si echamos la vista atrás, ¿en qué momento sintió que su destino era ser artista? ¿Qué papel jugó su tío Antonio López Torres?
R. Surgió a los 13 años. Tuve la suerte de tener un tío pintor muy influyente en la familia. Vio dibujos y pinturas mías y convenció a mi familia de que debía estudiar pintura en Madrid. Mis padres fueron generosos porque mi vida no iba por ahí, estaba estudiando contabilidad y unas disciplinas para trabajar en alguna oficina de Tomelloso. Así que a los 13 años me encontré en Madrid preparando el ingreso. Estuve un año trabajando en ello porque había que hacer un dibujo a través del cual ingresabas. Era difícil porque entraban alrededor de 40 personas de unas 200 que se presentaban. Allí me formé como pintor y conocí a unos compañeros que me enseñaron mucho.
P. Cuando empezó a adentrarse en el mundo artístico su entorno andaba sumergido en la abstracción. ¿Qué le hizo alejarse de ello y adoptar el estilo que tanto le caracteriza?
R. No fue tan así. En España predominaba la figuración de la época, que a lo mejor era una figuración retrasada en relación a la que se hacía en Italia. Pero España estaba como estaba y creo que la abstracción tardó unos años en llegar. Hasta los 60 no apareció como movimiento renovador y visible. Lo importante es que convivimos bien unos con otros.
P. Muchos le consideran un artista hiperrealista pero no se siente como tal. ¿Cómo vive estas etiquetas?
R. El hiperrealismo es un movimiento norteamericano que tiene unas características muy distintas a las de los pintores figurativos europeos. Este movimiento tiene unas técnicas, formatos y temáticas distintas. Nosotros no somos hiperrealistas, es como llamar a Van Eyck o a Vermeer hiperrealista, no lo son. Es un movimiento, como todos los ismos del siglo XX, que tiene una forma de hacer, una estructura y una temática y nosotros no respondemos somos eso. Pero, ¿qué importa?
"Me he equivocado mucho en mi trabajo pero no hay que rendir cuentas a nadie"
P. ¿Tiene sentido, por tanto, etiquetarlo todo?
R. No. El cubista, por ejemplo, quería ser cubista porque es una forma de trabajo que aparece en ese momento pero la figuración es tan antigua como el hombre, entonces ¿qué nombre le vas a dar? Después surgen diferentes denominaciones como los románticos, los neoclásicos, los pintores de historia, los impresionistas. Pero es una forma de ir acotando los espacios y esa forma de calificar las cosas es reduccionista. Pero no importa tanto, lo que importa es que lo que se hace sea de verdad y tenga veracidad.
P. ¿Cuál es su manera de trabajar?
R. Los pintores figurativos necesitamos trabajar con la ayuda del natural. Los temas se encuentran pronto, la pintura de paisaje urbano, el desnudo, todo eso lo encontré rápido pero en la vida no siempre se ve tan fácilmente. Para ponerte a pintar tienes que ver algo algo que te guste, una habitación que te emocione, un paisaje, una calle, una luz que te resulte interesante y que desees pintar. Es, digamos, el anclaje con la vida y con el mundo. Vermeer, por ejemplo, pintó su ciudad, a su mujer, a sus hijos, su casa. Eso es una especie de canon del pintor figurativo y luego está el que pinta los sueños, como El Bosco, que captura lo que no ven los ojos, paraísos, infiernos que están en sus temores, en su imaginación. Creo que la pintura se ha movido y oscilado entre el mundo objetivo y subjetivo y tiene que contener una dosis de subjetividad que la convierta en algo emocional. Es una combinación en la que no puedes encontrar la proporción exacta. En la vida vas encontrando tu lenguaje aunque hay gente que no lo encuentra nunca o que se equivoca para siempre. Es muy fácil equivocarse y cuando aciertas, es muy fácil acertar porque surge de una manera natural.
P. ¿Diría que acertó desde el principio?
R. Me he equivocado mucho en mi trabajo. Hay equivocaciones y aciertos desde su nacimiento.
P. Dentro de esas equivocaciones, ¿hay obras que tras acabarlas no le hayan gustado y las haya destruido?
R. Muchas veces. Me pasa a mí, le pasaría a Tolstói, a Galdós y a todos los que han trabajado en el arte. Pero no hay que rendirle cuentas a nadie.