La mujer es una de las protagonistas de la mirada de Goya en La mujer, la guerra y el rostro, exposición que inaugura la Academia de Bellas Artes de San Fernando y que se podrá ver hasta el próximo 3 de enero. En ella se indaga en el repertorio goyesco de lo femenino, contemplado desde variados puntos de vista. Se muestra el mundo de la mujer dentro de sus actividades cotidianas, sus momentos de ocio y diversión, también como objeto de la violencia masculina, víctima de abusos, sometida a la voluntad patriarcal. Simultáneamente, son mujeres fuertes, capaces de defender a sus hijos, a sus familias e incluso a sus ideales patrióticos. Un grupo significativo es el que recoge las prácticas oscurantistas que todavía pervivían en diferentes lugares de España a fines del siglo XVIII y que tradicionalmente atribuían a las mujeres un papel protagonista.
Pero no es el único conjunto de obras que se podrá ver en la muestra pues hay otras dos secciones: la guerra y el rostro. En el primero se muestran las estampas en las que Goya reflejó el horror de la guerra y sus consecuencias. El ser humano universal es el protagonista de los hechos, no existen bandos, no hay juicios morales, solo personajes al límite, capaces de cualquier atrocidad por sobrevivir. Esta segunda mirada escoge una selección de estampas presentes en la exposición Goya cronista de todas las guerras, inaugurada en la Calcografía Nacional a principios del siglo XXI, que recorrió después distintas sedes del Instituto Cervantes en Europa y Asia.
En última mirada se analizan las relaciones de los rostros goyescos con los tratados de fisonomía coetáneos del artista. Las teorías fisionómicas actualizan el paralelismo de expresiones humanas con animales, una comparación que ya era popular en el siglo XVI, y generan una moda del estudio de la animalidad del rostro humano y sus expresiones. Goya en sus creaciones gráficas, pero también en su pintura de invención, construye unos rostros muy alejados del inexpresivo semblante de los cortesanos, cuya máscara es el disimulo. El rostro en Goya dialoga sin tapujos y directamente con el pueblo, principal destinatario del mensaje de sus estampas.
La mujer tiene gran presencia en la obra gráfica del pintor. El mayor número de estampas en las que el artista aborda una temática femenina está en las series de los Caprichos y en los Desastres de la guerra. En sus escenas, la mujer suele mostrar su fortaleza y sensibilidad, o es espectadora juiciosa, mientras que la mayoría de los personajes negativos son masculinos. En 40 de las 80 estampas que componen los Caprichos la mujer tiene un protagonismo temático, además de aparecer como personaje secundario en otras. En este conjunto trata las relaciones entre el hombre y la mujer (el cortejo, los matrimonios desiguales o de conveniencia, la prostitución, la sumisión y la violencia), además de la educación, la moda o las supersticiones.
En los Desastres presenta varios aspectos de la mujer como guerrillera que demuestra su furia y valor, llegando hasta hasta el heroísmo, pero también la retrata como víctima de agresiones sexuales y humillaciones. Sin embargo, en los Caprichos enfáticos, conjunto en el que analiza la posguerra, reserva para la mujer los únicos papeles positivos de la serie, como son la Verdad y la Constitución. En todas ellas el artista opina sobre distintas situaciones de la mujer en la sociedad que vivió. Sus observaciones son críticas, con las que quiere hacer evidente distintos defectos, con el único fin de lograr corregirlos.
Por otro lado, el artista aragonés presenta todos los Desastres que origina una guerra. Y no solo describe el frente, donde se produce el choque de dos ejércitos, evitando una visión heroica; pues asumiendo un papel neutral, denunció la violencia de los dos bandos y nos muestra las ejecuciones sumarias y linchamientos, o las víctimas que va dejando el avance de los ejércitos; pero también relata lo que sucede en la retaguardia, con escenas de los éxodos y saqueos o el hambre, además de las represiones de la posguerra.
La fotografía nace de los experimentos que desde la primera década del siglo XIX dieron lugar al daguerrotipo, primera formulación de la fotografía con difusión mundial en 1839. Sin embargo, Goya anticipa en los Desastres la estrategia fotográfica de la instantánea. Y su voluntad de levantar testimonio, la expone en títulos como Yo lo ví y Esto también. Creó así iconos intemporales y universales que le convierten en el primer reportero de guerra, con una imparcialidad que el fotógrafo tardará en alcanzar.
La última sección, la dedicada a la fisonomía, contiene reglas que han sido códigos iconográficos utilizados a lo largo de la Historia del Arte. Por esta razón, es revelador comparar las estampas de Goya con los tratados de fisonomía de la época. Estas obras se distribuyeron ampliamente a todas las clases sociales, por lo que las ideas encriptadas en los rostros eran legibles incluso por el pueblo llano. La teoría fisionómica publicada en tiempos de Goya se agrupa en tres líneas diferentes: los paralelismos con los animales, que J. B. Porta ilustró a finales del XVI, y se refuerzan en 1806 con la publicación de los dibujos que Le Brun había realizado en el XVII. La fisonomía degradada de Leonardo llega hasta Goya en las versiones de Hollar y Caylus, y las caricaturas de Hogart se convierten en método con Grosse. Pero el rostro de la locura y el vicio, anticipado por Lavater, lo estudian autores contemporáneos con Goya.