Invitadas, la primera exposición que inaugura el Museo del Prado tras su reapertura en junio, ofrece una reflexión sobre el modo en el que los poderes establecidos defendieron y propagaron el papel de la mujer en la sociedad a través de las artes visuales, desde el reinado de Isabel II hasta el de su nieto Alfonso XIII. En este tiempo la pinacoteca se convirtió en elemento central de la compra y exhibición de arte contemporáneo y desempeñó un papel sustancial en la construcción de la idea de escuela española moderna. La muestra, ordenada a través de episodios particularmente significativos de este sistema artístico, genera un conjunto de escenarios para reflexionar desde la colección del propio museo, y para analizar algunas de las consecuencias más profundas de una mentalidad compartida. En todos estos espacios las mujeres que aparecen son pocas veces protagonistas por voluntad propia y rara vez están en los lugares que desean; sólo fueron invitadas incómodas en la escena artística de su tiempo.
“Creo que uno de los mayores atractivos de la exposición radica precisamente ahí, en no haber acudido a la periferia sino al arte oficial de la época. Es posible que alguna de estas obras sorprenda a una sensibilidad contemporánea, pero lo hará no por su excentricidad o malditismo, sino por ser expresión de un tiempo y una sociedad ya periclitados” afirma Miguel Falomir, director del museo.