Han sido meses muy fértiles para June Crespo (Pamplona, 1982). La Fundación María José Jove ha publicado la primera monografía dedicada a su trabajo, el pasado 7 de noviembre inauguraba la exposición Voy, sí en la galería Heinrich Ehrhardt de Madrid y, en pocas semanas, el 4 de diciembre, abre Helmets, su individual más ambiciosa hasta el momento en el Museo Artium de Vitoria, un recorrido –con obstáculos– por los últimos cinco años de su trabajo. Cemento, hormigón, bronce, acero, cerámica, cera… ha experimentado con todo tipo de materiales. Los ha fundido, alterado, doblado y mezclado con piezas de textil (vaqueros, camisas y mochilas incluidos), flores, revistas y últimamente, fotos propias. Construye con todos ellos sus característicos collages en tres dimensiones donde los objetos cotidianos conviven con las huellas de lo que ocurre en el taller, los agujeros de los tubos de la fundición, los restos de materiales y los accidentes. Son estos, precisamente, los que le marcan la dirección por la que continuar.
Del 3D al hormigón
Con un pie en Barcelona, donde está produciendo nuevas esculturas de hormigón, otro en Bilbao, su centro base, y el cuerpo en el montaje de Madrid, nos guía por lo último de su obra: “Trabajo siempre en varios intereses al tiempo que van tomando diferentes formas. Encuentro el impulso en las cuestiones que surgen en mis propios procesos y en proyectos anteriores. Hay una insistencia, una continuidad, una ida y vuelta, y algunos saltos”.
Pregunta. ¿Y hacia dónde ha saltado esta vez?
Respuesta. Estoy experimentado con el cambio de escala de un objeto cotidiano [unos zapatos de tacón] que he escaneado e impreso en 3D a mayor escala para hacer, a través de un molde, variaciones en hormigón, al que añado otros materiales como cera de abeja, parafina y textiles. La forma resultante, aunque parte de ese objeto, remite a su vez al gesto utilizado como símbolo feminista que dibuja un triángulo cuando unimos los dedos pulgares e índices. Esboza la forma del útero pero también remite al contorno de dos zapatos de tacón. Me interesa ese extrañamiento, ese desplazamiento que sufre el punto de partida para convertirse al final en otra cosa, donde la escala y las cualidades materiales se imponen.
“Busco alejarme del origen, que el objeto genere su propia autonomía y se gane el derecho a existir como algo nuevo”
P. ¿Cómo ha marcado el proceso de elaboración a estos zapatos de hormigón?
R. La manera de llenar el molde para producir errores, faltas, deformaciones, ruptura de partes junto con la presencia dentro y fuera de la armadura del hormigón lleva el objeto a otros terrenos que remiten a la arquitectura, a pequeñas construcciones, y también a algo óseo de proporciones extrañas. Cuando inicié esta serie quería alejarme del origen, invitar a nuevas asociaciones a través de una operación técnica y escultórica. Así el objeto genera su propia autonomía. Se gana el derecho a existir como algo nuevo.
Fue la idea de unos pasos bajando la escalera la que le llevó a esos zapatos. Preparaba una exposición para la galería Nordenhake de México y quería utilizar la escalera de la sala. “Hay todo un imaginario que se va colando en la obra pero que no es el fin, sino una manera de llegar a otro lado”. Son presencias, objetos que están y no están. Lo vemos en la serie de Helmets que da título a la exposición de Artium: vaciados hechos con los torsos de maniquíes que instala en altura para dirigir nuestra atención hacia su interior hueco.
Carcasas metálicas
P. ¿Qué le llevó a vaciar el interior de estas figuras?
R. La propia técnica es la que va proponiendo las soluciones. El punto de partida eran unos maniquíes que había hecho en cerámica y que por tanto tenían que ser huecos. Cuerpos que podían ser cascos, armaduras, carcasas. Después los fundí en metal varias veces, introduciendo nuevas capas, y los presenté en altura para que la mirada pudiera circular por sus huecos, por las huellas de los pasos de su elaboración. Nunca sé lo que va a ocurrir. Los accidentes forman parte del proceso.
Otro objeto que asoma en varias de sus propuestas en la exposición de la galería Heinrich Ehrhardt son los radiadores. Uno de ellos se ha transformado en una silicona negra a la que ha añadido pétalos y tallos de flores amarillas. “Es un molde blando que no pretende reproducir algo con exactitud. A mí me recuerda más a la postura de genuflexión”. Llegó a ellos en Ámsterdam, en la residencia De Ateliers (2015-2017), rodeada de espacios en los que las canalizaciones se dejan vistas. “Empecé a hacer moldes de los espacios donde habitaba o trabajaba, formas en cerámica que remitían a tuberías, y de ahí salté a un radiador y a otras combinaciones. Después, empecé a editarlos, añadiendo flores, barro... deformándolos”.
P. ¿A dónde le están llevando sus continuas investigaciones con los materiales?
R. Estoy ahora explorando la resina de poliéster y la fibra de vidrio, ensayando laminados sobre bloques de Porexpán que generan una cáscara, una piel traslúcida y dura que remiten a conductos de resonancias corporales, como la entrada del oído interno u otros espacios más intestinales. La resina es un material tóxico y contaminante y tengo ciertas reticencias a la hora de usarla.
Aunque el trabajo de June Crespo esté arraigado en el contexto vasco –reconoce entre sus influencias fundamentales la de su profesor Ángel Bados, tanto en su acercamiento a la escultura como en una manera de pensar, y la de compañeros de generación como Elena Aitzkoa– esas figuras líquidas remiten también a Eva Hesse, igual que los Helmets (2019) le llevan a Henry Moore y su Helmet Head. También la serie que veremos en Artium Instrumentos y fetiches (2017-2018), discos fundidos en bronce a los que incorpora fragmentos de objetos, tiene reminiscencias de Oteiza y de Lygia Clark. Establece, además, un diálogo entre sus esculturas y el espacio que las acoge. En la galería ha tenido en cuenta la altura de la sala, y ha incorporado sus columnas centrales al montaje, y en Artium va a jugar con las dimensiones de las puertas.
P. ¿Es aquí la arquitectura un elemento fundamental?
R. Sin duda la escultura se articula con el espacio. Para la exposición de Artium, por ejemplo, planteo intervenciones hechas específicamente pensando en estructurar las diferentes salas. Digamos que hay gestos hacia el espacio y una voluntad de vertebrar todas las salas con obras que se distribuyen rítmicamente. No hay diferentes ambientes sino que hay un único ambiente dividido en salas, incidiendo en los pasos de un espacio a otro, agujereando muros, etc. También he hecho el ejercicio de cambiar de escala para mantener la lógica de los trabajos de mis inicios a través de nuevos medios.
P. ¿Qué lugar ocupa el espectador en este laberinto?
R. Es importante que pueda rodear las obras. Se produce un magnetismo muy especial al mirar un objeto en todas sus dimensiones, y para ello es necesario trasladarse, generar un espacio entre el movimiento del cuerpo y la percepción. Mi obra es muy táctil, tiene muchas texturas. Registro todas sus cavidades en vídeos que me resultan una manera más sensual y afectiva de documentarlas. Es muy difícil enseñar una escultura sólo con una imagen.