Hasta para hacer el vago bien hay que crear una maquinaria precisa, un sistema de piezas adecuadas que interactúen de forma efectiva y eficaz, con funcionamiento sutil y rotundidad. En esta paradoja, la de tener qué hacer para proponer no hacer, es en la que se han encontrado Beatriz Escudero y Francesco Giaveri en Sooooo Lazy (taaaaaan vago), uno de los proyectos seleccionados en la cuarta convocatoria de comisariado de la Colección ”la Caixa”.
El recorrido de la exposición nos introduce, primero, en un estado de hiperproductividad absurda que provoca movimientos que siguen un patrón desconocido, como el de los gigantes aparatos textiles de Ângela Ferreira, o que destrozan compulsivamente y en absoluto silencio cualquier excedente de productos, como hacen los personajes del vídeo panorámico de Aernout Mik. Tras este in crescendo, llegamos a la pausa, una calma tensa en realidad. Sucede sobre un fondo que muestra, y suspende en el tiempo, la inactividad de la hora de comer durante un montaje de una instalación de Duane Hanson, que a su vez ya representa un descanso en las fotos de Sharon Lockhart. En la sala de CaixaForum Barcelona se distribuyen elementos que podrían ser parte del proceso de montaje de una exposición, pero sin uso, abandonados. Son los cubos de pintura seca de Malgastar (2001), de Ignasi Aballí, el cigarro a medio fumar sobre una peana de Misha Bies Golas o la Silla Zaj (1974), para esperar la muerte, de Esther Ferrer. Son propuestas que muestran la incomprensión que sufre la actividad creativa de los artistas en estos aparentes “no hacer nada”. Son piezas en las que prima el gesto escrito, y no solo visual, como en el paredón en que se exponen las nóminas de profesor de Francesc Abad, y que muestran el tiempo invertido en el trabajo alimenticio que no en el artístico, los dibujos de palitos blancos sobre blanco realizados en domingo durante ocho horas por Alberto Gil Casedas o la máxima de ecos punk del colectivo Agustín Parejo School: Por fabor estamos parados. La pregunta se abre entonces: ¿qué se derrocha exactamente? ¿tiempo perdido para el talento?
Una exposición sobre productividad y contemplación que nos lleva a preguntas sobre el uso de nuestro tiempo
El diseño del montaje juega conceptualmente con la luz y ha cambiado el suelo. Abandonamos el cemento institucional para comenzar a sentir nuestro paso sobre una moqueta mullida. Es un gesto de cuidado, donde lo suave y aterciopelado se une con la teoría de los afectos y la capacidad de soñar utópicamente. Un gesto no tanto visual como táctil y que cada vez encontramos más en las salas de arte. El descanso ahora es para imaginar nuevos mundos no productivos: los bocetos de Constant para New Babylon que plantea cómo sería una ciudad ociosa, los espacios de diversión no regulados, comunitarias y anticonsumistas que son esos picnics populares que Xavier Ribas rastrea en los límites urbanos, la instalación –una proyección y las tumbonas para verlo– que nos lleva a un universo gozoso de Priscilla Fernandes, o los dibujos irónicos, hechos como sin esfuerzo por Samuel Labadie, y que aunque recuerdan a memes, escapan en su formalización del mundo digital. Como él dice: Just Do Nothing, porque cuando parece que no hay producción y estamos en nuestro tiempo de uso “libre” en las redes, el producto somos nosotros.
Como punto final de la muestra, pura claridad y relajamiento contemplativo en la capilla, totalmente entelada en blanco para que nos deleitemos con las pinturas de Agnes Martin, otro elogio al hacer no productivo. Solo queda cerrar los ojos y escapar al mar, a través de un QR de Camila Cañeque que nos redirige a un vídeo.
Existen más paradojas en varios niveles, que ponen en cuestión quién está al servicio de este hardware que es el sistema de control neoliberal, o cómo se puede escapar de la lógica que exige que todo tenga una finalidad concreta, y busca ejecutarlo con éxito, cuando se trabaja desde lo artístico donde el divagar sin presión es un motor.
Sooooo Lazy plantea un circuito circular cerrado y una narrativa controlada, tal y como requiere un ejercicio de relectura de dos colecciones –la de “la Caixa” y la del Macba–, a invitación de la fundación organizadora. Consigue crear un contrapunto que hace ir más allá de la mera ilustración, al intercalar otros artistas que no son parte de los fondos de estas instituciones. Sobre todos ellos planea la sombra del artista que ejerció activamente de vago (gracias a la renta de su padre, eso sí) y que es ineludible, aunque sea para rechazarlo, en el campo artístico contemporáneo: Marcel Duchamp.
No sean vagos y lean también el texto. Los comisarios cuentan de manera amena todos sus referentes teóricos –desde una canción de David Byrne, el elogio a la pereza de Lafarque, yerno de Marx, la alabanza al ocio de Russel, los problemas del derroche de Bataille, o la función social humana de Anders y Harendt–. Nos abren a preguntas que nos hacemos todos sobre el uso de nuestro tiempo en una época donde algunos dicen que las máquinas nos quitarán el trabajo. La tesis, que secundo, contrapone “trabajar” a “hacer”. En el trabajo de los artistas podemos aprender a hacer de maneras mucho más placenteras y fructíferas que las productivistas. Por eso, la educación artística va más allá de un divertimento estético o una terapia ocupacional, y se manifiesta como un pilar fundamental para pensar e imaginar nuestra articulación como sociedad, entender los problemas que vivimos actualmente y plantear posibilidades para cambios futuros.