El 2 de julio de 1808 las tropas napoleónicas abatían uno a uno a los defensores españoles en el sitio de Zaragoza. Pero de pronto irrumpió en escena Agustina de Aragón decidida a disparar un cañón, lo que motivó la retirada de los franceses. La defensora de Zaragoza se ganó el título de heroína y se convirtió en un símbolo que incluso Goya plasmó en uno de sus dibujos de la serie Desastres de la guerra. Pero no solo ha sido representada en el arte, también aparece en los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós, una colección de 46 novelas a la que la artista Victoria Gil (Badajoz, 1963) rinde homenaje con una serie de cuatro piezas.
Si los Episodios Nacionales recogen la memoria histórica de los españoles, Victoria Gil hace lo propio con “la memoria doméstica femenina, que también es histórica”. En el caso concreto de las mujeres, continúa, “se vincula al textil, a las fibras como forma artística tradicional, y a lo háptico como percepción alternativa”. Una de las cosas que más atraen a Gil de la serie de novelas de Galdós es que “para crear estos acontecimientos realmente históricos retrataba ambientes pueblerinos, ciudadanos de su época y unos personajes humanos muy reales con un lenguaje sencillo, sin adornos ni fantasías”. Y ahí es donde se encuentran la literatura del autor de La fontana de oro y estas cuatro piezas de la artista. Usando el hilo como material de los bordados, Gil utiliza también “un lenguaje sencillo que pertenece a las mujeres anónimas. Es colectivo y su uso es también una forma de dar una vuelta a la idea de los comunes”, arguye.
Para esta serie homónima ha creado cuatro tapices bordados. En uno de ellos representa a Agustina de Aragón, “símbolo de la resistencia española, defensora de Zaragoza durante el sitio en la Guerra de la Independencia”. En este trabajo vemos a la heroína “taconeando sobre la bandera francesa como símbolo de lucha frente al invasor. Es una mujer del pueblo que se empodera y lucha por lo que es suyo y no da ni una gota de su sangre por una banderita en la guerra”, recuerda la artista. En una segunda pieza podemos leer la frase Abajo el imperialismo francés “con un uniforme galo cayéndose con la típica X en blanco”, y una tercera que reza: y como los franceses tienen buena labia para deslumbrar a la juventud hablándoles de las grandezas del imperio, caíste en la trampa. En ellas hace referencia al levantamiento del 2 de Mayo en Madrid, hecho histórico que también Goya inmortalizó y que se puede ver en el Museo del Prado. En la cuarta pieza Gil borda Guerra de la independencia y “reproduce unas botas y unos tacones para recordar a Inés y Gabriel durante la guerra, cuyo amor discurre durante las primeras novelas de Galdós”, recuerda Victoria Gil.
Pregunta. El hilo, la costura, el tejer… todas son labores que tradicionalmente se han asociado a la mujer. El hecho de crear esta serie con estos materiales aporta una crítica desde la perspectiva feminista. ¿Por qué se decantó por ello?
Respuesta. Ahora tengo ganas de utilizar el hilo como material que adquiere una trama material, moral y simbólica de significados. Quiero moverme en el terreno de la realidad de mi memoria, compartida con otras mujeres cuyo nombre no se conoce, cuya historia no se difunde, como mi madre y mi tía, que cuando cosían me enseñaban algún punto, en un aprendizaje que era cognitivo pero también físico y afectivo. Se trata de personas muy reales, como también lo son los personajes de Galdós. Aunque estas mujeres no estén en la historia, yo me levanto sobre sus hombros.
P. ¿Se podría decir que su obra es una especie de revisión y un homenaje al escritor?
R. En este libro sí. Pero también hice un retrato de Frank Fanon en textil que comparte la misma raíz etimológica que ‘texto’: texere, verbo en presente infinitivo que refiere a “tejer, trenzar, entrelazar”. Si la mente une morfemas y organiza palabras que ocupan el lugar del concepto; las manos transforman las fibras en hilos, y los hilos en telas que tomarán la forma del objeto para construir una estructura estable y sólida. También he hecho homenajes a escritoras como Elena Fortún en Oculto sendero, que trata de la situación de la mujer creadora en las primeras décadas del siglo XX, los años de las ‘modernas’ y ‘Garsonas’ y su problemática relación con el otro masculino que corta o dificulta su autoría y emancipación.
P. Entre los temas que aborda en su obra podemos encontrar el feminismo, el cuerpo humano y la publicidad. Son asuntos que nos preocupan y nos afectan a todos. ¿Cree que el arte puede servir para remover conciencias?
R. Ya Marcel Duchamp dijo en 1913 que el arte no tenía un efecto social. Pero luego miras la historia de las vanguardias rusas y ves cómo los obreros y obreras aprendían de memoria las obras de arte y las poesías de los contemporáneos cuando estaban prohibidas y se reunían para recitarlas y hablar de ello, como contó Nadezhda Mandelshtam y más tarde Limónov.
P. El trabajo colectivo es también uno de sus intereses. ¿Cómo confluyen las diferentes miradas?
R. No se desaprovechan las energías de ninguno de los integrantes. Después del bombardeo colectivo de ideas cada uno pasa hacer lo que más le gusta. A mí, que me gustaba trabajar por intuición, se me respetaba. A mi compañera Robin Kahn le gustaba editar los textos que hacíamos entre todos y me recomendaba algún libro. El historiador del grupo nos recomendaba exposiciones, las visitábamos y luego trabajábamos intensamente.
P. Actualmente el mundo cultural atraviesa una nueva crisis. ¿Cómo ve la situación del arte en nuestro país?
R. Tengo confianza en la educación, desde muy pequeñitos dejarles utilizar la plástica y jugar con ella. Porque a los niños les gusta dibujar y modelar. Pero aquí en Sevilla no se sale de Murillo: exposiciones de Murillo, centenario de Murillo… Si por lo menos los maestros y maestras pidieran a los niños que reinterpretaran a Warhol con su sopa o les enseñaran esa araña gigante de Louise Bourgeois… Y en secundaria que no quiten el bachillerato de plástica, es necesaria para la sociedad audiovisual en la que vivimos, ni la visita a los museos de los colegios e institutos. Pero aquí desde niños sacan el paso
de cartón con la cruz y ya de mayores salen los paquirrines de costaleros.