Handsworth, uno de los barrios de la ciudad inglesa de Birmingham, se ponía como ejemplo de convivencia de una comunidad en la que se habían integrado grupos de origen indio y caribeño. Sin embargo, las políticas neoliberales del thatcherismo, que afectaban directamente a las minorías, provocaron que esa armonía explotara y entre el 9 y el 11 de septiembre de 1985 se produjo allí una ola de disturbios. El detonante fue un arresto arbitrario que demostraba el acoso policial a la población jamaicana. Estos levantamientos y sus consecuencias inmediatas fueron el asunto central de una de las películas más conocidas del colectivo de artistas y cineastas Black Audio Film Collective: Hadsworth Songs. Dirigida por John Akomfrah (Accra, Ghana, 1957) en 1986, es también la obra que abre la antológica que dedica el CAAC de Sevilla a este cineasta fundamental que ha expuesto en el MoMA de Nueva York, la Documenta de Kassel y la Bienal de Venecia y que fue director de la filmoteca británica.
Akomfrah rompe con la historia tal y como se había contado e imagina en sus películas otros pasados posibles
Este filme incluye ya los rasgos principales que caracterizarán el cine de Akomfrah. En él se sigue una estructura de capítulos, que va de la visita del ministro del Interior, el conservador Douglas Hurd, a Birmingham justo después de las revueltas, hasta las marchas celebradas en Londres para protestar por los disparos no justificados de la policía a la jamaicana Cherry Groce, pocos meses después en Brixton. Se van sumando imágenes de archivo, testimonios directos y fotografías de álbumes familiares para componer una narrativa diferente a la que habían establecido sobre el suceso los medios de comunicación, que utilizaron un lenguaje sensacionalista que evidenciaba el racismo sistémico de la sociedad británica.
Crear un relato distinto al oficial y romper con la historia que se había contado; imaginar otros pasados posibles, contrarios al que se había obligado a recordar; quebrar el canon y mirar lo que ha quedado excluido, son algunos de los propósitos que motivan las películas de Akomfrah. Como lo es escarbar en el archivo para demoler sus clasificaciones; rescatar imágenes que se habían escondido o que se habían ignorado; trabajar para espectadores con una identidad híbrida –postmigratoria– que no se corresponde con las definiciones que ha fijado la norma. Todo esto se aprecia de una forma muy clara en las cuatro impresionantes instalaciones que completan la exposición.
En Mnemosyne (2010), cuyo título se refiere a la diosa griega de la memoria y madre de las musas, realiza un viaje en el que la temporalidad de la narración queda en suspenso. Combina lo pretérito, las imágenes de los fondos de la cadena de televisión BBC, con el presente, el nuevo metraje de un hombre negro enfrentado a un paisaje invernal, su trayecto en barco bordeando la costa sin parecer llegar a puerto, y su paseo solitario por las calles de un complejo industrial abandonado en Birmingham. Akomfrah funda una memoria que se escapa de la heroica que se había fijado en el discurso hegemónico y que obviaba las subjetividades de la Diáspora, forzadas a la amnesia, como le había sucedido a él mismo cuando sus padres huyeron de la represión política en Ghana para refugiarse en Reino Unido.
Olvidadas también han sido las biografías de los personajes de algunas imágenes, como el hombre y la mujer africanos de unos retratos que dibujó Durero en el siglo XVI y que ahora protagonizan Peripeteia (2012). Son personajes anónimos que cobran vida de nuevo para acechar hoy como fantasmas. Igual que las familias de la película Auto da fé (2016), que tuvieron que huir de sus hogares por motivos religiosos. La organización de las imágenes es repetitiva para subrayar una circularidad temporal en la que el pasado, aquello que se creía que se había dejado atrás, se hace actual: esas desgracias continúan repitiéndose todavía. Las tragedias de los desplazamientos se convierten en poemas épicos en Vertigo Sea (2015), como evidencian las citas a la Odisea de Homero en su metraje. Un filme, que también puede verse ahora en la Fundación Tàpies de Barcelona, en el que se superponen los relatos de las migraciones con la denuncia de la industria ballenera a partir de imágenes de un océano sublime, ese que produce el vértigo del título, en una suerte de Moby Dick invertido. Así, referencia a referencia, cita a cita, imagen a imagen, el cine de Akomfrah se construye como un palimpsesto que obliga siempre a mirar a través.