En 1519 Leonardo da Vinci dicta un testamento en el que lega a Francesco Melzi “todos sus libros, instrumentos y dibujos, relativos a su arte de pintor”. Pocos días después el genio muere y Melzi guarda en su casa todos los documentos heredados. A pesar de que mantiene todo el legado reunido cuando este muere, su hijo Orazio los lleva al ático, lugar en el que no le estorban. Lelio Gavardi, preceptor de los hijos de Melzi, “se apropia de trece de los códices que intenta vender a buen precio a Francesco I de Médici”, escribe Nicolás García Tapia. Sin embargo, el gran duque no le recibe y Gavardi vuelve a Pisa con los documentos intactos. Allí conoce a Giovanni Ambrogio Mazenta, quien “se encarga de devolverlos a su propietario pero Orazio no acepta tener en casa algo que no aprecia”.
Dado que a nadie le interesan los códices, Gavardi los reparte entre sus hermanos hasta que a finales del siglo XVI el rey Felipe II encarga a Pompeo Leoni, escultor que trabaja para él en El Escorial, que reúna todos lo que pueda para traerlos a Madrid. Pero la suerte no debía de estar a favor de esos documentos pues durante el incendio de 1617 algunos de ellos se redujeron a cenizas. Fueron otros incendios, que causaron grandes estragos en los libros durante los siglo XVIII y XIX, los culpables de que pocos manuscritos pudieran sobrevivir.
Estos códices pudieron ser vistos por otros artistas e ingenieros que se encontraban en la ciudad y es posible que se sirvieran de ellos para llevar a cabo sus propios inventos. Esto es lo que intenta rastrear El ingenio al servicio del poder. Los códices de Leonardo da Vinci en la corte de los Austrias, una muestra organizada por la Comunidad de Madrid y que se puede ver hasta el 16 de mayo en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando que reivindica la importancia de la ciencia y la transmisión del conocimiento en la España de los Austrias. “La historia que cuenta esta exposición revela que de la misma manera que los códices de Leonardo estuvieron en Madrid gracias a unas conexiones que se tejían entre capitales, también técnicos e ingenieros llegaron a la ciudad como capital de las monarquías más importantes del momento”, cuenta Daniel Crespo, uno de los comisarios de la muestra. Por encima de las fronteras políticas, continúa, se comparte “una cultura técnica común consumando una república del ingenio”.
En total 81 obras entre pinturas, esculturas, dibujos, planos, maquetas y manuscritos que ponen de manifiesto cómo entre el siglo XVI y XVII llegan a España gran parte de los manuscritos que escribió Leonardo de Vinci. “Sabemos que sus códices generan muchos interrogantes. Están en Madrid por estas redes que se tejen y tienen repercusión en España. Muchas veces se habla de Leonardo como un personaje aislado, como ese genio solitario que realiza investigaciones ajeno a su mundo. Pero vemos que sus preocupaciones se comparten en un amplio contexto, en el teatro que es la Europa de la época”.
Entre sus investigaciones encontramos su interés por escribir un tratado hidráulico. “Acumula muchas noticias pero no llega a escribirlo. Quien sí lo hace y publica el primer gran tratado europeo es Pedro J. Lastanosa, el mismo que escribe los 21 libros de los ingenios y las máquinas, que están en la exposición. No se sabe quién es pero seguramente era español porque está dedicado a Felipe II y escrito en nuestro idioma”. En este sentido, este autor anónimo “demuestra conocer el mundo italiano donde se ha formado Leonardo. El objetivo ha sido contextualizar al genio en un mar más amplio en el que Madrid tiene una importancia fundamental”.
La exposición también ahonda en la figura de Juanelo Turriano y recupera una serie de artistas e ingenieros españoles, como Jerónimo de Ayanz, Pedro Juan de Lastanosa y Francisco Lobato, cuyas obras y trayectorias tienen que ver con las de Leonardo, contemplando la posibilidad de que conocieran sus escritos, y desvela antiguas patentes y diseños de máquinas e ingenios que fueron originales y precursores de inventos posteriores. La muestra termina con el mundo fascinante de Juan de Espina Velasco, en cuyo gabinete de las maravillas se exponían los Códices Madrid, y con la influencia e inspiración que ha supuesto la obra de Da Vinci en otros artistas. Además, se incluye una animación 3D, videomapping y teatros virtuales para mostrar en funcionamiento los ingenios, máquinas y proyectos de ingeniería desarrollados en la época.