En noviembre de 2018 el Museo del Prado empezó la celebración de su bicentenario y en abril de 2019 recibió el Premio Princesa de Asturias de las Comunicación y Humanidades. La fecha concreta de la primera vez que se abrieron sus puertas fue el 19 de noviembre de 1819 aunque lo hizo con otro nombre: Real Museo de Pintura y Escultura. Las obras que se expusieron entonces sumaban 311 y todas ellas pertenecían a pintores españoles. Han pasado 200 años de aquel hito y la pinacoteca ha cambiado, evolucionado y vivido momentos como el robo del Tesoro del Delfín o el traslado de sus obras durante la Guerra Civil. Revisar y reflexionar sobre su propia trayectoria es el objetivo de Historia del Museo del Prado y sus edificios, la nueva exposición permanente que acaba de inaugurar con 265 piezas.

Esta instalación permanente, comisariada por Víctor Cageao, director de Inmuebles y Medio Natural del Patrimonio Nacional, con el apoyo de la documentalista Teresa Prieto, rastrea el ADN del museo en las salas 100, 101 y 102, las mismas en las que se exponía el Tesoro de Delfín y que han sido rediseñadas por Desirée González. “Cuando el conjunto se mudó al lugar actual pensamos en este espacio para contar la historia del Museo del Prado”, recuerda Miguel Falomir, director de la pinacoteca. Entre los objetos expuestos nos encontramos con más de 50 fotografías, maquetas, documentos, postales, grabados, planos y objetos de la vida de la institución. El objetivo es que el visitante conozca las vicisitudes del museo a través de uno de sus hilos conductores: su evolución arquitectónica. 

Hablar de la construcción del edificio supone echar la vista atrás hasta el reinado de Carlos III, que en el marco de su proyecto de modernización de Madrid, impulsó la urbanización del Salón del Prado. Uno de los edificios iba a estar destinado a la creación de la Academia de Ciencias Naturales y Gabinete de Historia Natural. El trabajo le fue asignado a Juan de Villanueva, arquitecto que llegó a presentar hasta cuatro proyectos. El elegido fue el último y una gran maqueta de su propuesta es lo primero que recibe al visitante en las salas. La siguiente protagonista fue María Isabel de Braganza, quien convenció a Fernando VII para crear un museo con las piezas de la Colección Real. El edificio de Juan de Villanueva era el lugar idóneo aunque Antonio López Aguado tuvo que acometer algunas obras de remodelación. Finalmente, en 1819 se inauguró un museo que, tras las ocho jornadas inaugurales, se abría una vez a la semana.

Imagen de la sala de la exposición. Foto © Museo Nacional del Prado

Son ocho los ámbitos, tanto temáticos como cronológicos, en los que se ha dividido la muestra. La primera sección nos habla de cómo se creó el museo para dar paso, en la segunda, a la etapa del reinado de Isabel II y su relación con el Museo de la Trinidad. Después, ya con una “institución asentada, profesionalizada y diversificada”, nos adentramos en el siglo XIX y principios del XX “para llegar a la ampliación del museo en los años 20, antes de la Guerra Civil”, explica Cageao. Por supuesto, una sección independiente, la quinta, nos habla del Museo del Prado durante la contienda, un apartado “pequeño pero muy sentido”. Los siguientes tres nos adentran en la etapa de la dictadura, el pacto del 75 para convertirse “en ese museo moderno que ha conseguido su modificación jurídica y la ampliación arquitectónica de Rafael Moneo”. 

Entre los testimonios se encuentra el nombramiento de Picasso como director del museo, un cartel informativo de los precios de entrada en la década de los años 20 o un armario con herramientas y útiles históricos de restauración. Y entre los objetos podemos ver dos obras de Fernando Brambila, dos maquetas y un dibujo de Rafael Moneo, una maqueta de Norman Foster, cuatro maquetas de nueva factura para este montaje que reflejan las diversas ampliaciones del museo y otras curiosidades como una de las escupideras que había en cada sala del museo, una antigua manguera o una de las gorras que vestían los ascensoristas. Aunque son las maquetas, según el comisario, uno de los elementos protagonistas de esta exposición dado que “ayudan a entender la evolución del edificio”. Algunas de ellas forman parte de los fondos del museo, otras han sido prestadas y otras han sido nuevas creaciones encargadas para la muestra. En definitiva, todos los objetos “se van enlazando para crear los microrrelatos del museo”, asegura el comisario. 

Otro de los hilos conductores es la imagen pública del museo, los valores y los fundamentos jurídicos. Aunque sería imposible nombrar a todos los protagonistas que han participado en la historia del Prado, el comisario ha querido mencionar algunos nombres como los de José de Villegas, director de la pinacoteca que tuvo que dimitir por el robo del Tesoro del Delfín, la historiadora María Luisa Caturla o Isabel de Braganza. Pero también ha querido reivindicar el papel de todas las personas anónimas como personal de sala, ascensoristas o administrativos. “En ocasiones -afirma- quedan en la sombra pero sin ellos no habría sido posible sacar adelante la institución”.

@scamarzana