La década pasada fue la más cálida desde que existen registros y, sin duda, esto ha impactado en la pérdida de la biodiversidad de nuestros océanos y ha aumentado el riesgo de fenómenos meteorológicos extremos. También se traduce en coste de vidas humanas y en crecientes migraciones climáticas. La situación de nuestros mares no solo preocupa a activistas o ambientalistas, también a artistas como Isabel Muñoz (Barcelona, 1951), cuyo último trabajo es un canto a la belleza del mar y una manera de llamar la atención sobre su fragilidad. La instalación Somos agua, que puede verse en el Museo Lázaro Galdiano hasta el próximo 29 de agosto, forma parte de la programación de esta edición de PHotoEspaña.
Somos agua es un proyecto que nace hace cinco años, cuando se estaba rodando Angalía Mnzungu, un capítulo del Imprescindibles cuya última parte ya estaba protagonizada por el agua. Entonces, uno de los cámaras le contó a Isabel Muñoz “lo que está pasando con los plásticos y el agua. Tres días después estábamos yendo al Mediterráneo, a Murcia, para contarlo a través de bailarines, activistas y periodistas que estaban concienciados con el problema”, cuenta.
Una llamada de atención
En paralelo Muñoz vio cumplido un sueño que había perseguido durante 25 años: fotografiar en Japón. “Me fui a los orígenes y las mitologías. Iba buscando Amaterasu, la diosa de la luz”, comenta. Fue entonces cuando conoció a Ai Futaki, fotógrafa, embajadora de medio ambiente de su país y apneista con dos récords Guinness. En ella, Muñoz ha descubierto a una persona “que cuando entra en contacto con el agua se convierte en un pez más. Como no lleva botella los animales la reciben como si fuera uno de ellos”, apunta.
“Inicié este proyecto atraída por la belleza de los entornos marinos y como llamada de atención ante los peligros que amenazan su supervivencia. El mar nos lo da todo sin pedirnos nada a cambio. Damos por sentado que su riqueza es inagotable, que puede con nuestros descuidos, nuestra falta de previsión, nuestros excesos”, afirma Isabel Muñoz. Sin duda, la preocupación por los océanos fue lo que movió a la artista y cuando PHotoEspaña y Acciona le propusieron hacer una pieza que girase en torno al agua no lo dudó. “Conseguimos que Ai Futaki pudiera venir y que el Oceanográfico nos permitiera trabajar en sus instalaciones”, recuerda. Así que Muñoz se puso el buzo y se sumergió en sus aguas para inmortalizar a Futaki y otros buceadores en los acuarios del centro valenciano. El resultado son unas fotografías inéditas de una belleza plástica que sobrecogen al espectador.
Instalación interactiva
La instalación que Muñoz ha presentado en el Museo Lázaro Galdiano es una pieza interactiva que se activa con la presencia del espectador en la sala. En ella, “nos vemos inmersos en el universo marino y lo vemos de una forma esperanzadora. Cada persona tendrá una experiencia distinta”, asegura Muñoz. Nada más entrar el público se encuentra con dos pantallas laterales de cinco metros en la que vemos peces, medusas, tortugas y tiburones. “Cuando te detecta empiezan a proyectarse partículas. Cuantas más personas somos no solo escasea el agua sino que aumenta el consumo de plástico. De hecho, en el siglo XXI hemos consumido más que todo el siglo XX”, apunta. Las luces y las sombras van oscilando e incrementando su intensidad mientras que "un inquietante crescendo de ruido visual nos alerta de las caóticas consecuencias que nuestro abuso de la Tierra puede tener sobre nuestra propia existencia", escribe la galerista Blanca Berlín.
Sin embargo, la pantalla central “es la imagen onírica de cómo debería de ser el mar: no solo lleno de peces, también con el ser humano porque he descubierto que la naturaleza es tan perfecta que si la fotografías la estás observando con distancia y para mí es importante que el ser humano esté dentro”. Esa imagen onírica responde a la mirada esperanzada que vierte Isabel Muñoz y es que la Premio Nacional de Fotografía cree “que estamos a tiempo de poder dejar un planeta mejor”. La fase final de la pieza se activa cuando el espectador sale de la sala y vuelve a ser "como era antes".
Un reto físico y técnico
Isabel Muñoz cuenta que este trabajo ha supuesto un nuevo reto. Pero no solo se trata del reto “de trabajar debajo del agua. No soy fotógrafa submarina pero tengo claro que cuando quiero contar algo, igual que te montas en un tren, necesito tocar lo que voy a fotografiar”. En este sentido, fue un desafío físico a través del que llegó a estar a seis grados bajo cero pero, para Muñoz, lo más importante es “llegar a transmitir lo que quieres contar para que el otro lo termine”.
Técnicamente también lo fue aunque “necesitamos avanzar como seres humanos y como profesionales rompiendo de alguna manera las reglas e investigando sobre nuevas formas de contar”, apunta. Respecto a Ai Futaki cuenta que su motivación para lograr sus récords Guinness responde a la necesidad de “tener una voz”, porque lo importante para ella no es el tiempo que consigue estar bajo el agua sino “la relación que acaba teniendo con el medio y los peces. Ai Futaki nos acerca a ese mundo tan desconocido”, subraya. De algún modo, el gran desafío para Isabel Muñoz es ser capaz de poder meterse en un tanque con medusas y que no te piquen o dar la mano a un cocodrilo.
En definitiva, Muñoz nos plantea una reflexión: “¿qué vamos a dejar a nuestros hijos y nietos si no somos capaces de cuidar de sus tesoros, si seguimos echando al mar plásticos que son trampas mortales para las especies que lo habitan, si continuamos vertiendo residuos que pondrán fin a la biodiversidad marina?”.