El Museo Nacional del Prado ha adquirido por 270.000 euros una pintura barroca española: La diosa Juno de Alonso Cano. La colección del pintor que custodia el museo, compuesta por 19 pinturas y más de 30 dibujos, en su mayoría de temática religiosa, se ve enriquecida con esta obra porque se trata de obra original de gran calidad del pintor granadino que muestra muchas de las características que lo convierten en un nombre principal en la historia de la pintura barroca española y su tema, y la manera de tratarlo, hacen de ella una obra excepcional en el contexto del arte español de su tiempo, pues el tema mitológico es comparativamente menor en relación con las representaciones de historias sagrada, naturalezas muertas o retratos; no solo en el caso de Alonso Cano, sino en el de la mayor parte de sus contemporáneos españoles.

Tanto la naturaleza mitológica del tema como la exhibición de partes de la anatomía femenina que generalmente se ocultaban son poco habituales en la pintura española del momento. De hecho, si bien se conoce a través de inventarios que Alonso Cano se adentró en el campo de la mitología, es la segunda pintura suya de este género que ha sido identificada. Tras darse a conocer en un Congreso en 1997, aparece publicada por A.E. Pérez Sánchez en “La pintura de Alonso Cano”, en Figuras e imágenes del barroco. Estudios sobre el barroco español y sobre la obra de Alonso Cano, Madrid, 1999, (pp. 223-224) y ha participado en las exposiciones sobre Alonso Cano que tuvieron lugar en 2002 en Granada y Madrid (con ficha de B. Navarrete).

En todas esas ocasiones se ha llamado la atención sobre la calidad y la singularidad de esta obra. La atribución a Cano descansa en indicios documentales, y en la comparación con otras pinturas seguras suyas: el rosto de Juno responde a una tipología que aparece en obras como la Visión de san Antonio de Padua de la pinacoteca de Múnich; y tanto el paisaje apenas sugerido como el cuidadoso estudio de los pliegues con su sombra, o la experta combinación de gamas frías con otras cálidas responden a los parámetros en los que se mueve la pintura de Alonso Cano. Igualmente, la extraordinaria corrección formal, y la manera en la que la figura invade la superficie pictórica, nos recuerdan que su autor fue uno de los mejores compositores y dibujantes españoles de su tiempo.

Juno ocupaba un lugar principal en el panteón grecolatino, pues fue mujer de Júpiter y protectora del matrimonio. Cano alude a su estatus mediante el cetro y la diadema dorados, y la acompaña con un pavo real, el atributo que la identifica. El pecho descubierto nos recuerda que era un personaje al que se vinculaba frecuentemente con la maternidad.

La obra se ha identificado (Requena, J.L., “Nuevas aportaciones a la Juno de Alonso Cano”, Espacio, Tiempo y Forma. Vol. 18-19, 2005-2006, pp. 77-83) con un cuadro que en agosto de 1657 se cita como Pallas en el inventario de los bienes de Margarita Cajés, hija del pintor Eugenio Cajés. Allí se atribuye a Cano y se dice que sus medidas son de media vara de ancho y vara y sesma de alto, lo que coincide con las de este lienzo. En 1665 vuelve a aparecer (en esta caso como “una diosa”, y con medidas similares) en la almoneda del viudo de Margarita, donde la compra el pintor Juan Antonio de Frías y Escalante, del que se señala que se inspiró en esta obra para su San José con el Niño del Museo de Bellas Artes de Asturias.

Su tema, sus características estilísticas y el hecho de que se cita en un inventario madrileño de 1657 sugieren que se trata de una obra fechable entre 1638 y 1652, cuando su autor estaba en Madrid colaborando en la decoración del Alcázar.