Antes de su muerte Martín Chirino (Las Palmas,1925- Madrid, 2019) participó en la concepción de una enciclopedia compuesta por varios volúmenes que analizara toda su trayectoria. El primer tomo estaría dedicado a sus Reinas negras, una etapa que describió como el comienzo de su mundo moderno después de su aprendizaje académico. Esta primera parte de la tarea recayó sobre Alfonso de la Torre, crítico de arte que también ha comisariado Martín Chirino: Reinas Negras, exposición que le dedica la Fundación de Arte y Pensamiento Martín Chirino de Las Palmas de Gran Canaria desde este viernes hasta el próximo 9 de octubre.
“El libro tardó cinco años en terminarse y se planteó que esa edición, centrada en su figura, su arte y su pensamiento, se expandiera”, comenta De la Torre. Así surge esta nueva muestra, la primera desde su muerte, que reúne un centenar de obras de época temprana, años que supusieron, en sus propias palabras, “el principio” de su trabajo escultórico en la forja. En ella podemos encontrar “todas las referencias que el artista citaba: desde la Canarias de preguerra a la exposición de los surrealistas en el año 1955 cuando encuentra el engarce con el mundo moderno”, explica el comisario.
Las Reinas negras
Este mundo temprano de las Reinas negras, que se remonta a los años 1952 y 1953 “está muy perdido, solo quedan 4 y las demás no se sabe dónde están”, lamenta De la Torre. Tal y como escribe en el primer volumen de la Enciclopedia Martín Chirino (llegarán otras 17 monografías) estas esculturas “concebidas con piedra volcánica tallada o hierro forjado, son tempranas esculturas abstractas en el nuevo arte español que llega. Chirino mide en silencio y nos recuerda a aquel Rimbaud que mira la quietud”.
En aquella época Chirino era un joven artista con una formación muy sólida que alumbró esta serie de Reinas, de las que se cree que pudo esculpir siete, en su taller de Las Palmas, un espacio, en palabras del comisario, "de hallazgos de juventud donde ya estaban presentes atributos de su obra como el nomadismo y el imaginario insular". Estas piezas, influidas por el arte primitivo y las culturas remotas, "devinieron en abstracciones corporeizadas en una quietud casi extática, enigma de las formas y la mirada, que serán un ejercicio ideal para un salto inmediato a la abstracción plena”. A Chirino le gustaban los territorios complejos y junto a elementos encontrados como maderas y piedras poco nobilizadas, pareció adoptar algunos consejos de Ferrant en el uso de materiales de su entorno como las maderas del pinsapo o limonero, la piedra volcánica o la hojalata.
Un viaje a las raíces
La exposición se abre con Pueblo, una escultura procedente del Museo Reina y que sirve de prólogo, y se nutre de esculturas, dibujos, pinturas, fotografías y documentos que profundizan en estos primeros compases. En esta ocasión el artista canario está acompañado de piezas de arte africano y de otros autores que le influyeron como Paul Klee, Ángel Ferrant, Julio González o Picasso.
“Se podría decir que es un viaje por la historia del arte del siglo XX en el que se emula otro viaje, el de los artistas modernos”, recuerda el comisario. En este sentido, Alfonso de la Torre pone el foco en la exposición de Paul Klee que se pudo ver en Tenerife en 1936 y que fue la primera ocasión de ver su obra en España. Es un “momento muy simbólico porque muere en el 40 y su obra vuelve a Canarias a través de esa influencia que ejerce sobre Chirino”. Otra gran fuente de inspiración, y que no había sido tratada hasta ahora, es la obra de Norman McLaren, “artista que pintaba fotogramas de películas de 35 milímetros y las convertía en pinturas abstractas”.
Martín Chirino, el poeta del hierro
Había en Chirino un sonido que siempre tintineaba en su mente. “Su padre trabajaba en Blandy Brothers, los astilleros de Canarias, y recordaba el golpe de los hierros y la soldadura”, admite De la Torre. De modo que pidieron a Tomás Marco, Joan Gómez Alemany y Jon Bandrés que “recrearan la ambientación sonora de lo que podría ser la música de los astilleros”.
Chirino fue un viajero temprano que visitó ciudades como Londres o París, donde en 1952 vio una exposición de Julio González. El artista “absorbió todas las influencias, fue un hombre muy formado”, sostiene el comisario. “El deseo de viajar allende está marcado en la cultura canaria y las artes plásticas. Hay que recordar que una parte importante del mundo moderno de la vanguardia de posguerra se construye desde Canarias con Chirino, Milllares y Padorno”, recuerda el comisario.
La exposición llega hasta 1955, cuando Chirino se convierte en el herrero fabulador que junto a Millares y Padorno se sube a un barco con destino final Madrid en una travesía de 24 horas. En la ciudad impartía clases de inglés por la mañana para sustentar su trabajo y trabajaba en sus obras de noche. Tan solo dos años más tarde se fundó El Paso, grupo con el que expuso en el MoMA en el año 1960 y que supuso un paso adelante en su carrera.
Pero esto es adelantarnos a lo que abarca la muestra: sus inicios. En palabras del comisario: “en estas obras primeras Chirino certificaba ese ‘anhelo de soledad ejemplar que no sabe a primitivismo’, que escribiera Cirlot, redundando también en un tembloroso hermetismo y ejemplar dominio interior, artista capaz de estar y olvidar, a la par, muchas de las relaciones formales con su tiempo”.