Julia Llerena. Caen sílabas negras. Galería Sabrina Amrani. Madera, 23. Madrid. De 1.800 a 6.000 €. Hasta el 24 de julio
Siempre me ha fascinado de Julia Llerena (Sevilla, 1985) su capacidad de transformar los objetos más insignificantes en armónicas composiciones. Tiene una sensibilidad especial para dar forma al caos, algo así como una arquitectura del desecho. Comenzó trabajando con materiales que recogía en su camino a la facultad, en un trayecto en el que la imagino parando aquí o allá obnubilada con aquellas pequeñas cosas en las que muchos no reparamos –un trozo de metal oxidado, una botella hecha añicos...– y que ella convierte en eso otro que hemos llamado arte.
El trabajo de Llerena ha ido creciendo sobre este impulso, depurándose y sumando nuevos elementos. A esa primera fase de derivas le siguió otra más cósmica (aún), con el universo como tema central de instalaciones, vídeos y fotografías y, en los últimos tiempos, una preocupación por el uso del lenguaje y su representación. En realidad, sus nuevas creaciones siguen siendo marcadamente arqueológicas, solo que ahora su materia prima son las palabras de otros. Con ellas ha construido Caen sílabas negras, su primera exposición en la galería Sabrina Amrani, apoyándose en los versos de Antonio Gamoneda, José Ángel Valente y Roberto Juarroz, transformando sus poemas en espectogramas bordados en tres piezas textiles que articulan el espacio con sus serpenteantes movimientos.
La selección de estos autores no es casual, le interesa de ellos sus reflexiones sobre el lenguaje, el vacío, la materia, la fragmentación, elementos medulares también de su obra plástica. Lo vemos claramente en la serie Frágil (2021) de jarrones hechos pedazos o en las ramas que ha intervenido con cilindros de cristal. Unos paisajes de fondo para poner el tiempo en pausa.