Existen dos relatos muy diferentes en torno al mundo del arte. Uno es el que promueve Silicon Valley: nunca ha sido más fácil ser artista, si tienes un teléfono pon tu arte a circular en internet y podrás triunfar. El otro proviene de los propios creadores y no puede ser más diferente: sí, lo pongo en internet pero, ¿quién me paga por ello? El crítico de arte William Deresiewicz ha publicado La muerte del artista. Cómo los creadores luchan por sobrevivir en la era de los billonarios y la tecnología (Capitán Swing), un ensayo en el que muestra cómo el sistema actual enriquece a los gigantes tecnológicos mientras empobrece a casi todos los demás.
De hecho, el crítico defiende que nos encontramos ante un cambio de paradigma en el que el acceso casi ilimitado al contenido cultural está creando un sistema en el que cada vez queremos pagar menos. Para componer La muerte del artista Deresiewicz ha entrevistado a todo tipo de creadores. “Siempre he sido escéptico en cuanto a la idea de que todo el mundo puede ser artista. Para mí estaba claro que la palabra creatividad estaba siendo usada en un contexto comercial y de negocio”, comenta. En este sentido, cree que todo cobra fuerza en dos palabras: “emprendedor creativo”, una frase que se hizo muy popular en Estados Unidos. Pero, “¿qué significa eso? Si los artistas se convierten en emprendedores creativos, ¿qué eran antes?”. Llegado a ese punto Deresiewicz empezó a investigar hasta tener la información suficiente para publicar La muerte de artista, un relato que pretende mostrar la realidad del mundo del arte.
Pregunta. ¿Qué eran los artistas antes?
Respuesta. Los artistas eran artesanos en el Renacimiento, bohemios en el siglo XIX y profesionales en el XX. Ahora son algo diferente y quería explorarlo. Vi que había dos historias: por un lado la que dice que nunca ha habido un mejor momento para ser artista y, por el otro, la que da cuenta de lo difícil que es ganar dinero con ello. No escribí el libro para ver cuál es la correcta porque para mí era muy obvio que es la segunda. Sentía una genuina curiosidad por otra cuestión: las cosas son complicadas pero no se deja de hacer arte y los artistas siguen intentando ganarse la vida, aunque sea parcialmente, con ello.
El artista como trabajador
P. En el libro sostiene que a la gente no le gusta escuchar que los artistas son trabajadores, como todos nosotros. ¿Por qué cree que ocurre esto? ¿Tiene que ver con la idea que tenemos del arte como sociedad?
R. Absolutamente. Creo que todo responde a la manera en la que entendemos el arte y la creatividad. No solo al público no le gusta escuchar que los artistas son trabajadores, incluso hay muchos artistas rechazan esa idea. Hace 200 años cuando la religión declinó el arte empezó a jugar un papel diferente. En un mundo en el que no puedo creer en tus creencias, ¿a dónde me dirijo para conocer la trascendencia? Al mismo tiempo se desarrolló la idea de que arte y dinero son antiéticos, que el dinero corrompe el arte y que el artista tiene que estar fuera del mercado. Pero los creadores necesitan preocuparse por el dinero de alguna manera. Los únicos que no tienen por qué hacerlo son los ricos.
"Los artistas eran artesanos en el Renacimiento, bohemios en el siglo XIX y profesionales en el XX. Ahora son algo diferente"
P. De hecho, habla de la desaparición del artista de clase media. Esto nos dejaría con dos tipos de creadores: los que no ganan mucho dinero y podrían abandonar el arte y los de clase alta y reconocidos mundialmente como Jeff Koons en el arte o Beyoncé en la música. ¿Qué panorama dibuja esto para la creatividad?
R. Este es un punto muy importante. Una de las grandes cosas que he descubierto durante la investigación y de la que hablo en el libro es que mires donde mires la clase media está siendo erradicada. El artista, galerista, librero, sello discográfico incluso las películas de bajo presupuesto, los blockbusters o los filmes indies. ¿Cuáles son las implicaciones? Obviamente todos los artistas empiezan desde abajo y cuando eres joven es normal ganar poco dinero aunque muchos tienen talento y son serios respecto a su trabajo. Pero para llegar a hacer tu mejor obra tienes que aferrarte a ello durante mucho tiempo y hay quien lo deja porque no puede hacerlo. Así que todo ese buen arte que podríamos tener no se está haciendo.
El papel del consumidor
P. El consumidor tiene un papel importante porque en muchas ocasiones queremos que todo sea gratuito o con un coste mínimo cuando ninguno de nosotros trabaja gratuitamente. ¿Qué se puede hacer para cambiar esta idea?
R. Es muy complicado cambiar la actitud de la gente. Se oye mucho eso de que si eres un artista de verdad no deberías preocuparte por el dinero y no debes crear por dinero. En cierto modo es cierto, no lo haces por dinero pero sí lo necesitas para hacerlo. Otra cosa que tiene que cambiar es que para mucha gente las cosas han empeorado en los últimos 20 años. No solo económicamente, también el cambio climático, las tensiones políticas... En internet hay contenido gratuito, música ilimitada gratis, etc. Hay que reconocer que decirle a la gente que todo eso que consume gratis tiene un coste y que a largo plazo va a ser mejor si pagamos a los artistas justamente va a tener mucha resistencia porque hay mucha gente que no tiene dinero. Pero incluso quienes lo tengan, ¿quién quiere pagar por algo cuando nunca lo ha hecho?
P. Por lo tanto, ¿no estamos pensando en el tipo de contenido que consumimos?
R. No sé qué parte del público piensa en ello pero hay mucha morralla. Esto se ve muy claramente en cómo pensamos en la música, las novelas o las películas en comparación a cómo se veía hace 30, 40 o 100 años. El arte ya no tiene el mismo lugar en la sociedad. No creo que tenga esa imagen sagrada y odio decirlo pero ya no tiene ese significado espiritual que un día tuvo. Se ha convertido en algo que la gente consume. Hay músicos que realmente gustan pero se han convertido en otro bien de consumo. El consumo va rápido, pones una canción tras otra en Spotify y pronto te olvidas de lo que te gustaba el año pasado. Antes no era así, cuando Los Beatles sacaban un disco el mundo se paraba porque era la cosa más asombrosa que podía ocurrir.
"El arte ya no tiene ese significado espiritual que un día tuvo"
P. Resulta curioso porque durante la pandemia la cultura ha sido crucial. Nos ha mantenido vivos, entretenidos y en muchas ocasiones nos ha permitido dejar de pensar en el virus en sí mismo. ¿Qué deberíamos haber aprendido de ello?
R. Estoy de acuerdo y esta hubiera sido una buena oportunidad para ponerlo sobre la mesa. Me gustaría ver más mensajes públicos apuntando justo lo que acabas de decir. Tenemos que ser más conscientes del valor de los trabajadores esenciales y de los trabajadores con salario mínimo, por supuesto. Pero también lo hemos visto con los artistas, tenemos que hacer entender que detrás de eso que ven hay mucha gente trabajando. Hace unos años en Estados Unidos se hizo una encuesta en la que preguntaban si pensaban que el arte aporta valor a la sociedad. El 76 % dijo que sí. Sin embargo, cuando les preguntaron si creían que los artistas aportaban valor a la sociedad tan solo el 27 % respondió que sí. Todo el contenido lo tenemos en nuestras pantallas y no pensamos en el hecho de que hay gente detrás de ello, que son trabajadores que tienen que ganarse la vida.
¿Es internet bueno o malo para los artistas?
P. ¿Qué deberían hacer los gobiernos para mejorar la situación?
R. Creo que es absolutamente necesario. Hablamos del consumidor que cree que va haber arte ilimitado. Es lo que las compañías y plataformas tecnológicas están impulsando. Además, cada vez son más grandes y tienen más poder político y de mercado. Todo esto tiene que ver con lo que ha ocurrido con el precio del contenido digital y cómo las plataformas pueden reducirlo a cero o casi cero porque generan millones de dólares con el contenido gratuito porque monetizan el tráfico. Es responsabilidad de las plataformas lo que se publica en referencia a los derechos de autor. Y el gobierno tiene que intervenir para que las empresas sean menos poderosas. YouTube, Facebook, Spotify… todas deberían de estar reguladas y, ¿cómo regulas la utilidad? Igual que lo haces con la electricidad: esto es lo que vas a pagar al artista por transmitir su arte. Esto es lo que me gustaría ver.
P. Sin duda, internet ha cambiado muchas cosas, incluso el mercado. ¿Qué papel juega en la actualidad?
R. Es importante decir que de muchas maneras internet es bueno para los artistas porque pueden llegar a la gente o encontrar colaboraciones. Si enmarcamos la pregunta en si internet es bueno o malo no vamos a conseguir una buena respuesta porque no la hay. En cambio, si preguntamos cómo ha sido económicamente para los artistas creo que ha sido horrible. Se sigue pensando que es bueno porque ha permitido que entre mucha más gente en el mundo del arte. Todos los años en Estados Unidos se publican 75.000 libros por asociaciones sin ánimo de lucro. Y este último año un millón y medio de libros han sido autoeditados. Probablemente en la música ocurra lo mismo, justo hace unos días escuché que cada día se suben a Spotify 400.000 canciones. Es cierto que ha permitido que todos ellos sientan que son artistas y que tienen un público. Una vez entre un millón entra alguien en el antiguo sistema que pega fuerte y eso es bueno. Pero económicamente el negocio de la música es tres veces más grande que hace 20 años pero está siendo dividido en más porciones.
"El verdadero problema no gira en torno a la economía del artista si no en reconstruir la clase media para todos"
P. Sin embargo, tenemos a Silicon Valley diciendo que nunca ha habido mejor momento para ser artista pero queda claro que no es cierto, con algunas excepciones de éxito que son las que saltan a los medios de comunicación.
R. En los años 70 los cantantes publicaban un disco al año, si lo comparamos con la actualidad Beyoncé, Adele o Lady Gaga sacan nuevo material cada 3 o 4 porque realmente no hacen tanto dinero con la música grabada. Están constantemente de gira, lo que significa que si eres fan de Adele no obtendrás tanta música de la artista como lo harías si la gente realmente pagara por su música y no por sus conciertos. Como dices, Silicon Valey afirma que todo el mundo puede hacerlo. Ahora es Tik-Tok y todos los adolescentes americanos creen que se van a convertir en influencers porque solo leen las historias de éxito y creen que es fácil. Así que he escrito este libro para demostrar a la gente cuál es la realidad del asunto.
Reconstruir la clase media
P. En España también son muchos los jóvenes que aspiran a ser influencers y esto puede ser algo negativo para el futuro de estas generaciones. ¿Qué opina?
R. Todo sería mejor si tuviéramos una economía más esperanzadora. Hablamos de lo que el consumidor o el gobierno puede hacer pero creo que el verdadero problema no gira en torno a la economía del artista si no en reconstruir la clase media para todos, pensando en la igualdad y en otras opciones laborales. Con esto quiero decir que Tik Tok es como comprar la lotería. ¿Quién la compra? Normalmente quienes tienen pocas esperanzas en sus vidas y juegan para poder tener esperanza. Si la vida de la clase media fuera más fácil creo que no tendríamos un 50 % de personas queriendo ser influencers porque podrían imaginar otro tipo de vida para ellos.
P. ¿Diría, por tanto, que es el peor momento para ser artista?
R. Es un momento complicado. Cuando el arte pasó de ser hecho por unas pocas personas con el mecenazgo de la aristocracia y la iglesia a un mercado del arte ocurrió algo similar y es que, de pronto, había mucha más gente intentando crear. El estereotipo del artista que pasa hambre empezó con la literatura en Londres alrededor del año 1700. Hemos estado en esta situación antes y entonces también era difícil. Todo fue más fácil alrededor de la segunda guerra mundial cuando se creó un sistema que permitió que la cultura floreciera. Por lo tanto, no es el peor momento pero sí es mucho más difícil que para las tres generaciones anteriores.