Bajo el título de Guerra Civil, conflicto y memoria el Museo Nacional d'Art de Catalunya ha desplegado un ambicioso programa de exposiciones y actividades prácticamente simultáneos que giran en torno a este episodio de nuestra historia y que pretende aportar nuevas y diversas lecturas. Con este ciclo, que está teniendo una gran repercusión mediática debido al interés que suscita actualmente el tema, el museo se afirma y reivindica su propia actualidad como institución, además de replantearse su propia identidad. No solo porque trata un tema "vivo", sino también porque pone en valor una de las colecciones que la dirección considera más valiosas y singulares: el "arte" realizado durante la Guerra Civil. Con esta apuesta, el MNAC, que aspira a una centralidad y reconocimiento internacional, se reposiciona y reformula su orientación.
La primera exposición en inaugurarse –ahora ya clausurada– fue la dedicada al fotógrafo Antoni Campañà, originalmente adscrito al movimiento pictoralista, pero que después incorpora una cierta estética vanguardista de audaces encuadres y composiciones en diagonal y que tuvo además una dilatada trayectoria posterior como fotoperiodista. El encuentro fortuito en 2018 de un archivo –la caja roja– por sus descendientes reveló un caudal de unas cinco mil imágenes sobre la Guerra Civil completamente inédito y de una gran relevancia histórica. Esta exhibición, que se anuncia como "las fotos nunca vistas de la Guerra", se presenta como un tesoro escondido que se abre a la luz.
La pieza de Francesc Torres, con dos aviones de combate soviéticos, está en sintonía con la magnitud de la sala
En otro registro, el de la creación contemporánea, el artista Francesc Torres muestra una instalación de gran tamaño en la Sala Oval del museo, un espacio diáfano y de enormes dimensiones, pero, por esto misma razón, residual en lo que se refiere a las actividades expositivas y que pocas veces se ha utilizado para los fines propios del museo. Con esta pieza de Francesc Torres, el director del MNAC, Pepe Sierra, manifestó la voluntad de recuperar, por fin, este gran espacio para el centro.
La intervención de Francesc Torres está en sintonía con la magnitud de la sala: el artista ha incorporado, reproducidos a escala real, dos aviones de combate soviéticos en servicio durante la Guerra Civil. La instalación se complementa con documentos históricos y simbólicos relacionados con el campo de aviación de La Sénia, construido por el gobierno de la República al inicio de la contienda y poco después conquistado por los nacionales para servir de centro de operaciones de la Legión Cóndor nazi. Uno de los aviones, el bombardero Túpolev SB-2, conocido popularmente como "Katiuska", de unos doce metros de longitud y otros veinte de anchura, está suspendido literalmente en el aire como una cruz invertida. Esta imagen del avión tiene su réplica en una tabla gótica del siglo XIV de Pere Serra propiedad del museo y que representa el martirio de San Pedro, santo que, como es sabido, murió crucificado cabeza abajo. La imagen de la crucifixión se reproduce además fragmentariamente en paneles de gran formato esparcidos por toda la Sala Oval.
No tenemos espacio aquí para desarrollar un análisis exhaustivo de la pieza, pero interesa destacar que el trabajo de este artista, que ha abordado insistentemente desde el bando republicano el tema de la Guerra Civil, plantea una analogía entre el sacrificio bélico y el sacrificio de la fe religiosa. Parafraseando el título de un vídeo que se exhibe en el entorno de la misma instalación, "la muerte y el sacrificio son necesarios para que la vida continúe".
En este mismo marco de actividades en torno a la Guerra Civil, el museo ha abierto en la exposición permanente de salas nuevas dedicadas a la Guerra Civil, compuestas de piezas pertenecientes en su mayoría a la colección del MNAC: carteles, papel moneda, grabados, fotografías y obras de arte. Se trata de una visión mosaico sobre el fondo del conflicto: masacres, bombardeos contra la población civil, exaltación del miliciano, etc. Esta colección proviene en su grueso del conjunto que se expuso en el famoso Pabellón de la República en París de 1937 en el que se presentó el Guernica de Picasso y, en parte, de las exhibiciones trimestrales que se celebraron en Barcelona en 1938. Estas piezas, que acabaron depositándose en el MNAC, fueron silenciadas y después olvidadas hasta que se hicieron públicas a mediados de los años ochenta. Aunque indudablemente poseen un valor emocional y documental, falta por saber si su importancia va más allá de esto.
El programa de exposiciones se cierra con la muestra ¡Museo en peligro! que relata las operaciones de rescate y salvaguarda del patrimonio catalán impulsadas por la Generalitat de Catalunya tras el estallido de la guerra. Acaso aquí se resuma uno de los mensajes de esta exposición y también de las muestras que la acompañan: la reivindicación del propio museo y de su labor en la conservación y difusión del legado histórico y artístico.