El pasado mes de mayo el Museo Reina Sofía empezó la reordenación de su colección permanente. Dividida en varios capítulos gracias a los que veremos más de 2.000 obras expuestas de manera temática, el primero arranca con la hegemonía cultural americana y acaba con la obra de Luis Gordillo y el segundo se centra en el arte producido entre 1964 y 1987 en América Latina y en su relación con España. Ahora, la pinacoteca ha presentado el tercer capítulo: Pensamiento perdido: Autarquía y Exilio, un recorrido de más de 300 obras de alrededor de un centenar de artistas y documentación bibliográfica y de archivo, sobre el complejo contexto en el que vivieron tanto los creadores que permanecieron en España como los que se exiliaron a consecuencia de la guerra civil. También se puede ver las aportaciones realizadas en el terreno cultural y artístico entre 1939 y los años 50 dentro y fuera del país.
Según el director del Museo, Manuel Borja-Villel, “el exilio conformó diferentes prácticas creativas en las que conceptos como la nostalgia, la opresión, la derrota, la separación, pero también la resiliencia o la integración de culturas tuvieron una presencia significativa. En los lugares donde encontraron refugio los artistas expatriados se establecieron redes de solidaridad y colaboración con otros creadores con los que se realizaron proyectos de relevancia internacional”.
España triunfal, España hambrienta
El recorrido de este nuevo episodio se inicia en la sala titulada La victoria, donde puede verse la entrada del ejército franquista en Madrid en la película Ya viene el cortejo… (1939), de Carlos Arévalo; el Retrato de Ramiro de Ledesma (1945) de Pancho Cossío y la serie fotográfica Los artífices de la victoria en cielo mar y tierra (1939) de Ángel Jalón, que tratan de reflejar la imagen de una España “triunfal”. En este espacio se recogen algunos ejemplos arquitectónicos impulsados por el régimen, como la maqueta y los planos de la Casa Sindical de Madrid (1948-1949) -actualmente Ministerio de Sanidad- de Francisco Cabrero Torres-Quevedo, un edificio influenciado por la arquitectura italiana del momento.
La siguiente sala, El Pan y la Cruz es, sin embargo, el contraste. En ella queda patente, por un lado, la España del silencio y las prisiones, del hambre, de las cartillas de racionamiento. Estos aspectos se ven reflejados en pinturas de artistas como José Gutiérrez Solana, Aurelio Suárez o Godofredo Ortega Muñoz. Por otro, se ofrece una visión de la historia relacionada con las ruinas, como puede observarse en las fotografías Peñaranda de Duero (1943), de José Ortiz Echagüe, o con lo religioso y lo heroico como en el óleo Toledo de Benjamín Palencia.
Más adelante, Apuesta moderna para la nueva Vivienda Social, ofrece al espectador importantes novedades de los fondos del museo, algunas relacionadas con la arquitectura. Junto al video de un NODO sobre el Congreso Eucarístico de 1952 en Barcelona donde se ideó un plan de vivienda social para emigrantes de Extremadura o Andalucía, figuran proyectos de planificación urbana y de pueblos de nueva colonización, como las Unidades Vecinales de Absorción Caño Roto de Madrid y el conjunto de Viviendas del Instituto de la Marina de Tarragona. Además, en este apartado se muestra también la idealización del campo que se produce en la España de esos años y que contrasta con la visión de la ciudad, como lugar lleno de peligros.
Rosario Peiró, jefa de Colecciones del Museo, destaca que “la transcendencia y actualidad de la imagen del exilio republicano remite a un momento histórico y a una experiencia fundamental no solo para España y el siglo XX, sino también para el contemporáneo siglo XXI, marcado por una crisis migratoria global. Con esta imagen se subraya la actualidad de esta historia reconociendo así su centralidad definitiva en la historia del arte y la cultura”.
Frivolidades de posguerra
Continuando con la situación en el interior del país, en La vanguardia frívola en la posguerra se exhiben algunas expresiones artísticas de la primera modernidad surgidas durante el franquismo, con figuras de referencia como Salvador Dalí, que retorna a España, el pintor Luis Castellanos, el grafista Farinyes, el fotógrafo Santos Yuber o el escultor Ángel Ferrant, de quienes se puede contemplar diversas obras. De Dalí en concreto se expone Idilio atómico y uránico melancólico (1945), producto de su conmoción por el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki. También aparecen aquí algunas portadas de la revista La Codorniz y obras de la artista Nanda Papiri, del autor teatral relacionado con el postismo Francisco Nieva o del polifacético cineasta Edgar Neville.
A lo largo del recorrido el visitante podrá ver la Escuela de Altamira, con los artistas Mathias Goeritz o Pablo Palazuelo y los críticos de arte Ricardo Gullón y Pablo Beltrán de Heredia como referentes de un movimiento que aboga por la modernidad en el arte abstracto. También aparece la Escuela de Zaragoza o Grupo Pórtico así como Dau al Set. Dentro de la España de posguerra, otros autores como Delhy Tejero, Antonio Saura, Jorge Oteiza y Manuel Millares, que más tarde se convertirían en figuras internacionales, emprendieron sus primeras experimentaciones artísticas. La parte dedicada a la autarquía finaliza con Coderch y la nueva imagen de España, una sala que recrea en parte el pabellón diseñado por el arquitecto para la Trienal de Milán de 1951 en un intento del régimen por recuperar una presencia internacional que se le había cerrado desde el Pabellón de la República de 1937.
Salida de España y exilio
“La parte del exilio es una asignatura pendiente de este museo y de muchas instituciones españolas hacia un pasado importante no solo en lo político y en lo ético sino también a nivel metodológico. El exilio implica a una serie de autores y una producción que rompe con ciertas ideas modernas y que la historia canónica del arte nos había dado como naturales como la idea del crecimiento, de modernidad que progresa y el exilio nos hace ver la historia con interrupciones”, destaca el director. Además, se trata de artistas y creadores que se encuentran siempre “en el límite, en la frontera, porque no estaban ni en un país ni el otro. Ese estar en las fronteras es una condición contemporánea, sabemos que hay muchos países que viven en un estado de diáspora permanente y es esencial para entender el mundo actual”, subraya.
La película El éxodo de un pueblo (1939), de los franceses Louis Llech y Louis Isambert, con la salida de los exiliados de España tras la contienda fratricida, abre La retirada y los campos, sala donde comienza a abordarse el periplo de los expatriados. El cuadro de Pablo Picasso Monumento a los españoles muertos por Francia acompaña las fotografías de Robert Capa de campos de concentración de republicanos como los de Argelès-sur-Mer o Bacarés. Para muchos de los exiliados retenidos en estos centros la cruda realidad no acabó allí. Algunos de ellos conocieron más tarde los horrores de los campos de exterminio nazis. Por ello se recogen en este episodio las obras de artistas como Josep Bartolí o José García Tella. El recorrido avanza por Suspiros de España, donde se recogen las imágenes con las que los artistas narran su exilio, como la muerte, la violencia, la melancolía o la incertidumbre.
Por su parte, la autarquía “nos permite entender cómo el arte es capaz de generar pequeñas fisuras. Miró vuelve a España y vive en silencio y con miedo porque estuvo asociado a la República. Pero ser capaz de tener una influencia decisiva en autores jóvenes como Tàpies o Saura indica cómo en situaciones distópicas la cultura y el arte permiten generar espacios de libertad y humanidad”.
Arte en el destierro
Los siguientes espacios muestran el trabajo que toda una serie de artistas empiezan a realizar fuera de España. En la sala Renau en México se ofrece la película La tercera dimensión, con España, el exilio y el franquismo como temática. Además, se exhiben los trabajos de producción gráfica que desarrolló en la revista Futuro y diferentes carteles realizados tanto para partidos y organizaciones mexicanas de izquierdas como para las acciones de protesta del exilio, recientemente adquiridos por parte del museo.
También se da cita aquí la arquitectura, con los proyectos de edificios para La Habana de Martín Domínguez, los de Antonio Bonet Castellana en Argentina, Paraguay y Uruguay o de José Luis Sert en Colombia, que se muestran en la sala Latinoamérica, una oportunidad. Otro caso destacable es el de Francesc Tosquelles, un psiquiatra republicano que debió refugiarse en Francia, donde se convirtió en una de las grandes referencias de la psiquiatría de la segunda mitad del siglo XX a nivel internacional. Sus teorías e innovadoras prácticas sobre la locura y la enfermedad mental -que ya había comenzado a desarrollar antes de la Guerra Civil- pueden verse en la película Societé lozérienne d’hygiène mentale (1950-1957).
Más adelante, el recorrido pone el foco en la importante Exposición Internacional de Surrealismo (1940) organizada en México por André Breton, y en la que la corriente artística se adentró en el tema indigenista. En ella se incluyeron obras de artistas exiliados como Remedios Varo y de autores mexicanos como Diego Rivera. Como respuesta a esta exposición y al surrealismo canónico de André Breton, surgió también en México la revista DYN (1942-1944), dirigida por el artista Wolfgang Paalen, que proponía una reconciliación del arte moderno con el arte originario de las 'Américas' y la ciencia.
El país centroamericano también se convirtió en un lugar de acogida para muchos representantes, no solo españoles, de la izquierda europea durante la II Guerra Mundial. Esta imagen se sintetiza en otra novedad de la colección: las 86 Estampas de la revolución mexicana (1947), del Taller de Gráfica Popular (TGP), un colectivo de grabadores fundado en 1937 para apoyar y difundir las causas sociales revolucionarias. Su apoyo al exilio español fue fundamental y su naturaleza colectiva hizo posible la creación de sinergias, a través de revistas, exposiciones y proyectos, entre artistas locales y exiliados europeos.
La sala Apátridas y salvajes muestra las obras en las que algunos artistas se apropian de elementos de sus países de acogida (el folklore, los bailes, el indigenismo, etc.) como la serie fotográfica Dibuxos de negros, de Alfonso Rodríguez Castelao, o Despertar de la selva, de Eugenio Fernández Granell.
Pero el exilio no solo fue político. Muchos artistas se fueron de una España asfixiante y cerrada. Ese fue el caso de José Guerrero y Esteban Vicente, artistas que abandonan España, no por razones políticas, sino en busca de otras experiencias. En El otro exilio se recuperan obras de las exposiciones que ambos realizaron en Estados Unidos y que ponen de manifiesto las diferencias entre ambos autores. El recorrido de este episodio finaliza con algunas instantáneas de Nueva York de la fotógrafa Helen Levitt, colaboradora de Luis Buñuel en varios de los documentales que el director realizó en la ciudad norteamericana para ayudar a la causa republicana, y con un fragmento de la película ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (1964), de Stanley Kubrick, donde se muestra el estallido de una bomba atómica que anticipa los tiempos que se avecinaban en el mundo.