Ya está aquí ARCO. En febrero, de nuevo, con 185 galerías, un plantel más cercano al habitual, ampliamente distribuidas entre los pabellones 7 y 9, y tres secciones comisariadas. No hay grandes ausencias y sí mucha corrección, una corrección bien entendida que se traduce en stands impecables.
La feria se ha hecho mayor y lo celebra con el programa del 40 (+1), la joya de esta cita que comisarían María Inés Rodríguez, Francesco Stocchi y Sergio Rubira en el pabellón 7. Aunque se celebra con un año de retraso, no ha decepcionado y cumple sus premisas de reunir piezas de museo de la mano de las 19 galerías que han sido más fieles a la feria desde sus inicios. En medio de un laberíntico diseño a medio camino entre stand de feria y abigarrado museo, una idea del arquitecto Pedro Pitarch, emergen piezones como la escultura de Susana Solano (en Giorgio Persano), un volumen que tiene algo de casa en su techumbre, pero también de templo al que se accede por una escalinata. Hay también uno de los iglús de Mario Merz, inmenso, y piezas de Nancy Spero (Mai 36).
En algunos de los espacios de esta sección se crean, además, atractivos diálogos como el de las mujeres realistas de la galería Leandro Navarro: una escultura de la recientemente fallecida Carmen Laffón y pinturas de María Moreno, Amalia Avia y el fascinante Cuarto de baño (1968) de Isabel Quintanilla. Destaca en este sentido también el rincón que Joan Prats dedica a la pintura, con un marco de enormes dimensiones de Perejaume que se retuerce, atrapado en las estrecheces de la feria, Joan Hernández-Pijuán y Ráfols-Casamada. También sorprende por su horror vacui la galería francesa 1900-2000 con un Miró que quita el hipo y dibujos de Picabia, Julio González, Wilfredo Prieto y todos los nombres que se puedan imaginar. O Mona Hatoum en Chantal Crousel con una de sus bolas del mundo y, sobre todo, unas delicadas nubes dibujadas en bandejas de cartón desechable.
La galería Eugster | Belgrade presenta un dúo en torno a la idea de lo oceánico y la conservación del medioambiente, visto por el artista kosovar Driton Selmani a través de sus bolsas de plástico con mensaje. A ellos se suma Cibrián, de San Sebastián, con un diálogo que funciona muy bien entre las piezas textiles de Susan Cianciolo y Esther Gatón, y sus corporales esculturas hechas con bioplásticos. Y Pauline Guerrier, en la lisboeta Foco, muestra coloridas piezas textiles que se mueven entre la magia del tarot y las resonancias de la África negra.
Las galerías se hacen mayores, como la feria, que no ha perdido nervio, y apuesta por una corrección bien entendida
Vaticinábamos menos participación de galerías latinoamericanas, alrededor de una veintena, pero Manuela Moscoso y Mariano Mayer lo han solucionado con tino en Nunca lo mismo. Arte Latinoamericano, con 8. Merecen aquí especial mención Jimena Croceri y sus papeles lavados de la galería Piedras y las poéticas naturalezas de Rodrigo Arteaga (Afa Galería).
Y son muchos los proyectos de artista dedicado a mujeres que no decepcionan, 17 en total situados en anexos a los stands del programa general. Imprescindibles el de Inés Medina en José de la Mano, quien, por cierto, después del éxito abrumador de su Guernica de Ibarrola de la última edición, apuesta por más nombres vascos (Agustín Ibarrola, Remigio Mendiburu, Gonzalo Chillida o Ramón Bilbao). Aurèlia Muñoz y Olga de Amaral se exhiben en Richard Saltoum. Irma Álvarez Laviada despliega de manera inteligente su reflexión en torno a la pintura en Olga Adelantado. Amparo Varo Sard, en Baró, rompe moldes con una vegetación monstruosa que atraviesa el muro, recordándonos las catástrofes ecologistas y también lo rápido que todo ocurre en esta sociedad tan tecnológica que vivimos, algo que deja claro en la proyección de un NFT que podemos casi tocar.
¿Y quieren saber ya qué foto se repetirá hasta la saciedad en prensa y televisión? Un Pedro Sánchez del artista finlandés Riiko Sakkinen (galería Forsblom), autor también del retrato de Franco que tanto epató en febrero de 2020. Franco, por cierto, estará también en José de la Mano, algo más discreto, aunque, eso sí, tachado. Y en cuanto a piezas curiosas, me quedo con la farola de Felix Kiessling (Alexander Levy), que se enciende y apaga sincronizada con las tormentas que ocurren en todo el mundo. Nora Barón (The Ryder) fusionando en su obra los trabajos de otras compañeras de stand. Simon Fujibara en Dvir Gallery, con un crucifijo del que cuelga una carta y una máquina de escribir que imprime un retrato de Hernán Cortés, en alusión a la colonización y evangelización española. Y Andrés Denegri en Rolf Art con super 8 y 16 mm, una apuesta arriesgada en el contexto ferial.
Y son muchos los stands impecables en el programa general: Carreras Múgica con June Crespo en el centro, Elba Benítez y las sillas-escultura de Carlos Bunga, la galería Jahn und Jahn de Múnich, que viene por primera vez a ARCO con un solo de Julius Heinemann comisariado por Yara Sonseca, que tiene mucho de habitación pintada. Espacio Mínimo, que renuncia a mostrar a todos sus artistas y consigue un montaje que respira y en el que destaca el zócalo site specific de Maider López. Casado Santapau, Maisterravalbuena, Travesía Cuatro, Ponce+Robles o T20, que ha encontrado un equilibrio entre sus artistas más jóvenes y los consolidados, con un rincón en el que conviven Francesc Torres y Arturo Comas que funciona muy bien. Se hacen mayores, como la feria, que no ha perdido nervio, y apuesta por una corrección bien entendida. Las galerías llevan tiempo preparándose, y se nota.