Con solo siete años de retraso sobre su publicación original, llega la traducción en español del legado 100 % feminista de la pionera historiadora del arte Linda Nochlin (Nueva York, 1931-2017). Todo un récord, si tenemos en cuenta las graves carencias acumuladas todavía en este campo de estudio. Esta edición aparece en la estela del cambio sociológico tras el #MeToo y viene a reparar la escasez de publicaciones en nuestra lengua de esta autora imprescindible también en la historia del arte del siglo XIX (El realismo, Alianza, 1991).
Al reciente Situar en la Historia. Mujeres, arte y sociedad (Akal, 2020) –con engañoso título con guiño a la historia del arte en femenino de Whitney Chadwick aunque está dedicado al análisis de la representación femenina por los pintores decimonónicos–, solo se sumaban hasta ahora tres ensayos enfocados a la autoría femenina: Berthe Morisot, la última Louise Bourgeois y el famoso “¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas?”. Y todos ellos están incluidos en la edición que nos ocupa, junto a otros 27 artículos con los que llega hasta artistas contemporáneas como Kiki Smith, Sarah Lucas, Sophie Calle, Cecily Brown o Miwa Yanagi, por citar algunas de las más conocidas.
Bien ilustrada, esta selección de mucho más de lo que Nochlin dedicó a las mujeres como protagonistas, está confeccionada cronológicamente, según el orden de publicación. Estructura, por tanto, biográfica y significativa, a cargo de Maura Reilly (Activismo en el mundo del arte: Hacia una ética del comisariado artístico, Alianza Forma, 2019; La mirada iracunda, Montehermoso, 2009), su discípula y cómplice en el comisariado de la gran exposición Global Feminisms que, junto a Wack!: Art and the Feminist Revolution, cruzó Estados Unidos para conmemorar medio siglo de arte e historiografía feministas.
Significativa, porque podemos apreciar sus cambios de posicionamiento. Si bien Nochlin transforma definitivamente la historia del arte en 1971, al acusar al sistema artístico patriarcal de la inexistencia de grandes artistas mujeres; carencia que, sin embargo, advertía, no podría colmar la suma de recuperaciones de artistas y reatribuciones de obras llevadas a cabo por legiones de historiadoras hasta ahora. Su contribución como comisaria, junto a Anne Sutherland, en 1977 de la más importante exposición de la historia del arte en femenino realizada hasta la fecha, Women Artists: 1550-1950, comenzaría a erosionar tal presupuesto, volcando su análisis en la interpretación de la obra de artistas mujeres. Y así lo manifiesta en su reflexión sobre aquel célebre artículo treinta años después, constatando cómo la idea de grandeza “fálica”, como algo inmutable y propiedad del artista varón blanco, fue arrollada por la construcción de la ulterior historiografía feminista, en contra de la ideología del canon impuesto por los historiadores del arte.
En cuanto a su biografía, el volumen comienza con una animada y descarada conversación entre Nochlin y Reilly: no tiene desperdicio.