A escala humana es una exposición que nos conecta con lo que somos, con nuestros cuerpos, nuestras inseguridades y nuestras alegrías, y lo hace reproduciendo en la Sala Alcalá 31 distintas performances de La Ribot (en directo y como documentación e instalaciones) en un ejercicio, sin precedentes en esta sede, de animar el espacio expositivo, de habitarlo. El ingrediente fundamental, claro, es La Ribot (Madrid, 1962), una creadora que se mueve con inusual soltura entre las artes escénicas y las plásticas, aunque el pie derecho lo apoye en las primeras, y que además de tener el León de Oro de la Bienal de Danza de Venecia (2020) puede también decir que su obra forma parte de las colecciones del Museo Reina Sofía o del Centre Pompidou de París.
Es, además, una exposición in progress, porque en medio de tanta acción va mutando. Según entramos en la sala atravesamos la que quizá sea la obra más impactante de todas. Laughing Hole (2006-2022) es el resultado del trabajo titánico de varias performers que, riéndose hasta la extenuación durante 6 horas, fueron repartiendo los cartones con consignas que empapelan hoy el lugar. Los sentimientos se confunden hasta el punto de que uno no sabe si ríen o lloran, al fin y al cabo, donde está el límite entre ese reír violento y las lágrimas. Las mujeres, vestidas como limpiadoras con batas de colores y chanclas, se retuercen sin pudor en posturas imposibles. Mientras, muestran toda una artillería de mensajes entre los que la palabra "memoria" quizá sea una de las que más se repiten. Todas las consignas nos interpelan de manera directa: "guerra de políticos", "vendemos indigentes", "madre perdida"... Lo que queda hoy, después de la acción del 19 de febrero, son todos esos carteles y la grabación del sonido de sus risas.
Una exposición que nos conecta con lo que somos, con nuestras inseguridades y nuestras alegrías
Le sigue en el recorrido una de sus características instalaciones con sillas plegables, Walk The Chair (2010) que, inspirada en una acción de Pina Bausch, invita al público a manipularlas, leer sus mensajes y sentarse (estar en el espacio, de nuevo). Todas ellas tienen textos de la mano de la artista, tomados de distintos autores (autoras en su mayoría). "Con estas sillas —escribe en la pared— he leído el mundo. Me he sentado a mirarlo (…). A todas ellas, madres, bastardas, hermanas y primas las amo por igual".
Es esta una propuesta muy didáctica para todos aquellos no familiarizados con las artes vivas. En la segunda planta se despliegan los cuadernos de trabajo de la artista desde 1982, "partituras" e instrucciones que guían cada una de estas acciones de apariencia casual, y textos en los que recoge sus inquietudes. En uno de ellos describe La Ribot sus Piezas distinguidas como una forma de aislarse del teatro y de acercarse a los artistas plásticos alejándose de la presión de la productividad atroz. Sus huellas se dejan ver en Despliegue (2001), una grabación con una cámara cenital y una frontal. Una propuesta realmente inspiradora. Todavía se puede ver en vivo LaBOLA (2022).