Que la exposición de Carlos García-Alix (León, 1957) titulada Viaje de invierno se inaugure en plena ola de calor ha sido una pura coincidencia. Estaba prevista para mucho antes, pero la pandemia la ha retrasado, como tantas otras cosas. No hay mal que por bien no venga: entrar en la sala Goya del Círculo de Bellas Artes, dejarse acariciar por el aire acondicionado y contemplar estos lienzos con grandes paisajes centroeuropeos nevados es una experiencia de lo más refrescante.
El escritor, pintor y cineasta se ha basado para pintar estos cuadros en el ciclo de lieds de Franz Schubert del mismo título, Winterreise (Viaje de invierno en alemán), que a su vez ponen música a los poemas de su compatriota Wilhelm Müller, que hablan de desamor, soledad, melancolía y muerte, con una gran carga lírica. Puro romanticismo alemán, que con la mirada pictórica de García-Alix se transporta a nuestro siglo XXI.
Los lienzos nos muestran bosques, arroyos, grandes paisajes abiertos, una vieja estación, un camión que avanza por una autopista camuflado en un paisaje completamente nevado, árboles desnudos de ramas amenazantes o un viajero que atraviesa una ventisca sujetándose el sombrero.
“No he querido ilustrar los poemas de Müller”, explica García-Alix. En su lugar, nos muestra escenas capturadas mediante la cámara de su teléfono o con rápidos apuntes sobre papel en un viaje por Centroeuropa en 2018, y trabajadas después, con la calma obligatoria de la pandemia, en su estudio de Madrid, ubicado precisamente en la calle Müller.
Lo que sí conservan estos cuadros es ese mismo espíritu solitario, melancólico y de admiración de la naturaleza (aunque también hay paisajes urbanos) tan propios del romanticismo. “He intentado plasmar la sensación del vacío, del tiempo detenido, de una cierta meditación del espacio”, explica el artista, autor de los libros Madrid-Moscú (que obtuvo el segundo premio al Libro de Arte Mejor Editado del Ministerio de Cultura en 2003) y El honor de las Injurias. Este último, junto a un documental homónimo realizado en 2007, está dedicado al llamado “Doctor Muñiz”, pistolero de CNT durante la guerra civil española. El largometraje fue premiado en la Semana Internacional de Cine de Valladolid en 2007.
El periodo en el que García-Alix ha terminado sus cuadros ha estado "ligado a la enfermedad, el dolor y la muerte. El ciclo de lieds de Schubert habla de todo eso y tiene en el centro la palabra soledad. Si algo hemos experimentado en este tiempo ha sido precisamente eso. Por eso este proyecto, que surge antes de la pandemia, se vuelve extraordinariamente actual y resonante con la situación contemporánea al poder verse en un contexto pospandémico", opina Valerio Rocco, director del Círculo de Bellas Artes.
La primera semilla de la serie de pinturas Viaje de invierno fue un trayecto a Bilbao en tren. Mientras cruzaba la provincia de Burgos, se desató “una tormenta de nieve tremenda”, que obligó al tren a detenerse. “Todos los pasajeros del vagón se quedaron en absoluto silencio contemplando la tormenta en aquel paisaje maravilloso, incluido yo”, recuerda el pintor. “En ese momento pensé que era realmente sublime esa dualidad entre fascinación y terror, entre belleza y miedo. Me acordé de la composición de Schubert y pensé que podría dar pie a un proyecto pictórico”.
La cosa quedó ahí hasta que en 2018 emprendió un viaje, “o más bien una errancia”, porque no tenía rumbo, igual que el viajero de Müller y Schubert. “Esta posición del errante es propia de los poetas, de los desquiciados, de los fugitivos, de los desnortados”, observa García-Alix, sintiéndose parte de esa estirpe.
Su periplo le llevó a lugares como Sajonia, Dresde, Lepizig, Brno, Praga… Y concluyó más al norte, en Dinamarca, donde vive su hermana. Ella tiene una casa en medio de un bosque, junto a un fiordo, que para García-Alix es como un refugio, y aparece retratada en varios cuadros simbolizando la posada donde el viajero de Müller, en cambio, rechazó refugiarse. En cambio el personaje sí se resguardó en el chamizo de un carbonero en medio del bosque, que también aparece referenciado en otro lienzo.
Durante su viaje, García-Alix se empapó de los paisajes que contemplaba y también, visitando los museos más importantes de Alemania, República Checa y Dinamarca, de la pintura romántica que le ha “influido poderosamente”, reconoce. Entre ellos destaca a otro ilustre creador alemán: Caspar David Friedrich, del que ha recordado que pintó un chamizo de carbonero antes de que Müller mencionara ese episodio en sus poemas. Cuenta García-Alix que cuando Schubert le enseñó a Beethoven la partitura de sus lieds, este le hizo notar la coincidencia.
Además de la pintura, García-Alix ha redescubierto también durante este proyecto la literatura romántica, no solo alemana. “He vuelto a leer a Byron, a Hölderlin, a Leopardi, y he comprobado la vigencia que mantiene esa pulsión espiritual, porque realmente la figura del viaje siempre es un viaje hacia nosotros mismos y hacia la muerte como bien queda expresado en los poemas de Müller”.
Defensor del non finito
Sobre su proceso pictórico, García-Alix explica que no es un pintor que acabe un cuadro y empiece otro. “Puedo tener diez cuadros empezados a la vez. Algunos los pongo contra la pared y no los vuelvo a mirar en un tiempo, los dejo en el limbo. Me gusta llevar casi toda la exposición al mismo tiempo porque, muchas veces, la solución que te brinda un cuadro es la que buscabas para otro que tenías contra la pared”.
Esta manera de trabajar está influida por el hecho de ser un “profundo defensor del non finito”. Inevitablemente un cuadro tiene un principio, la primera pincelada, y un final, el día que se firma, pero eso no significa que esté acabado.
“A veces, lo mejor de un cuadro queda tapado por el proceso. Había un pintor de las vanguardias rusas muy admirado por mí, Pável Filónov, que decía que todos sus cuadros eran cementerios de otros cuadros. Yo lo comparto absolutamente. Rectifico sobre la marcha, cambio, tapo, sigo, corrijo, raspo, quito, añado”. Otras veces sucede lo contrario: “el cuadro sale de una manera rápida y es mejor no detenerse”. Pero eso casi nunca ocurre. La mayoría de las veces, “los cuadros no se terminan, sino que se abandonan”.
La exposición se complementa con un catálogo en el que las imágenes de las obras de García-Alix se complementan con textos literarios escritos ex profeso por Juan Barja —exdirector del CBA, que inicia el catálogo con un poema—, Patxi Lanceros, Sergio Campos, José Luis Gallero y Carlos Bloch. Con este último iba Carlos García-Alix en los primeros años ochenta al Círculo de Bellas Artes a dibujar desnudos del natural.
Ya en 1993, García-Alix expuso por primera vez en la misma sala Goya de cuyas paredes cuelga ahora este Viaje de invierno. “Me provoca una profunda satisfacción haber hecho este viaje circular y regresar de nuevo al Círculo de Bellas Artes, con el que he mantenido siempre una relación entrañable y cercana”, afirma el pintor.
El retraso de la exposición ha provocado otra casualidad: a pocos metros del CBA, en el Real Jardín Botánico, el conocido fotógrafo Alberto García-Alix, hermano de Carlos, expone al mismo tiempo Fantasías en el Prado, donde juega con la doble exposición para reinterpretar algunas obras del museo. “Es una coincidencia feliz”, afirma Carlos. “Independientemente de que es mi hermano, le admiro y me siento orgulloso de su trabajo, que es excepcional”. Aunque los dos son “individualistas” y tienen cada uno su “propio mundo”, reconoce Carlos que ambos comparten la “intención de la mirada”.