Entre la tradición y la modernidad, la fábula y el realismo social, las raíces rurales atlánticas y el internacionalismo del exilio en Buenos Aires, se encuentra el caudal inagotable del río pictórico de José Otero Abeledo, Laxeiro (Lalín, 1908-Vigo,1996), padre de la vanguardia artística gallega, a quien Galicia celebra dedicándole este Año Laxeiro con dos grandes exposiciones con material inédito.
La primera, itinerante, la más ambiciosa realizada hasta ahora, recala en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid –institución de la que fue alumno del 31 al 33– y está centrada en sus dos décadas de exilio. Fue un hombre. Laxeiro en América (Buenos Aires, 1950-1970) viajará en otoño a la Ciudad de la Cultura de Compostela y más tarde al Instituto Cervantes de París. La otra exposición, Laxeiro desconocido II. Obras inéditas de segunda época, muestra su trabajo más ecléctico, en el que consolida su libertad creativa, y se puede visitar actualmente en Vigo, en su fundación homónima.
Con el objetivo de situar su legado dentro de la vanguardia española del siglo XX, la retrospectiva Fue un hombre, comisariada por Carlos L. Bernárdez y producida por la Xunta de Galicia, exhibe 40 piezas procedentes de coleccionistas privados y diversas instituciones de la época argentina, la más fecunda de su trayectoria y en la que se integró dentro del importante núcleo de la intelectualidad exiliada.
La exposición, además, incluye piezas de Carlos Maside, Manuel Pesqueira, Antonio Faílde, Luis Seoane o Julia Minguillón, recreando simbólicamente aquella exposición fundacional para el contexto de los exiliados gallegos coordinada por Luis Seoane, Artistas Gallegos, motivo por el cual Laxeiro viajó a Buenos Aires.
En la RABASF se observa su evolución formal. Desde lienzos de lenguaje primitivista en los que plasma una antropología ritual gallega en composiciones abigarradas y proteicas, pasando por el negrismo goyesco de figuras graníticas en las que evidencia su admiración por Goya, Picasso y por la tradición de la cantería, hasta llegar al informalismo de Willem de Kooning, Dubuffet, el equipo CoBrA o Baselitz, también se adelanta en el tiempo al negrismo de Saura o Millares. Retratos psicológicos como Foi un home (1963) o Jefe azteca (1964) son resultado de enérgicas y cortas pinceladas sobre las que dibuja rascando el lienzo.
Cabe destacar el ritmo, la belleza y la composición de sus tintas negras, marañas de trazos resultado del horror vacui que le produce el sufrimiento de posguerra a través de retratos de mujeres gritando, personajes de cuencas oculares vacías y rostros cadavéricos. Laxeiro sin duda se consolida, no solo como un excepcional dibujante, sino como inventor de formas, grafismos y lenguajes; fabulador de mundos que declinan lo vernáculo en lo universal.