Con motivo de la celebración del centenario del Concurso de Cante Jondo que Lorca y Falla promovieron en Granada en 1922, y en medio de una amplia agenda de conmemoraciones, el Centro Federico García Lorca produce y acoge Coreografía, la revisión más extensa del trabajo de Vicente Escudero (Valladolid, 1888-Barcelona, 1980), realizada hasta la fecha.
Comisariada por Pedro G. Romero, Coreografía reúne más de 500 ítems repartidos entre pinturas, dibujos, fotografías, documentos, objetos y materiales fílmicos que tejen inicialmente un recorrido cronológico a través de la carrera de Vicente Escudero, pero que ahondan además en las correspondencias que interconectan su trabajo como bailaor flamenco, pintor o dibujante. Podríamos estar ante una exposición más de las que han reivindicado la pintura de Escudero, sin embargo, comenta el comisario de la muestra, su labor como pintor o dibujante no deja de ser una curiosidad si la separamos del vínculo con la notación coreográfica, y su producción plástica exige no sólo ser vista sino leída como anotaciones de sus bailes y danzas.
El arranque de la exposición apunta a la construcción autoconsciente y diseñada de la imagen de Escudero, una labor que, desde muy pronto se cocinará a partir de su experiencia como trabajador de una imprenta, y que le sirvió a lo largo de su carrera para participar de un modo activo en la elaboración sus coreografías, escenografías y vestuarios, o para seguir de cerca la producción de los materiales gráficos que comenzó a imprimir para su promoción y para la configuración de su peculiar imagen.
La muestra se divide en seis epígrafes que parten de Lo nuevo y lo viejo, un análisis acerca de la capacidad de Escudero para, si en los años 20 se presentaba como un artista de vanguardia, afanado en seguir los rumbos de lo nuevo y capaz de bailar al ritmo de una doble dinamo eléctrica en París, entender que la tendencia que sigue al Concurso de 1922 pasa de pronto por reivindicar lo antiguo, unos bailes perdidos que no duda en reinventar, al tiempo que se proyecta como artista de la tradición.
Coreografía sitúa además en una tendencia internacional los cambios promovidos en 1922, derivados en gran medida de la revolución de los métodos de grabación que se originan en esa década y que afectarán al lanzamiento en masa de músicas vernáculas que en muchos casos no son ni más ni menos que la construcción contemporánea de una tradición. Así, junto con esa concepción moderna del flamenco de máscara vernácula, nacerán la samba, la salsa, el calipso o el tango.
Sorprende en Escudero la capacidad para entender la vanguardia artística de entreguerras y ser quizás el primer artista español capaz de hablar del trabajo de Duchamp de manera clara, consciente de lo que el francés estaba originando. Escudero analiza en 1947, en su libro Mi baile, el concepto de ready-made, trasladado a sus desarrollos coreográficos y escenográficos, así como el de objet trouvé, que él asume por medio de los materiales encontrados con los que opera en su danza.
Sorprende la capacidad de Escudero para entender la vanguardia y ser el primero capaz de hablar de Duchamp
Lo importante de Coreografía es que encuentra el sendero por el cual Vicente Escudero transita de manera activa y consciente de esa vanguardia, ampliando el campo de acción de su danza, estableciendo conexiones con figuras como Joan Miró, cuya influencia plástica se evidencia aquí, y que dirá que incluso “en los dibujos más turísticos y alimenticios”, Escudero “no dejaba de bailar”. Entronca también con un José Val del Omar que, inspirado por los materiales que Escudero había elaborado para el libro El enigma de Berruguete. La danza y la escultura (1953), comienza a trabajar en su película Fuego en Castilla, de la que este participará de manera activa.
Escudero dirige, dibuja, pinta, diseña sus castañuelas y la gráfica de sus espectáculos. Lo curioso es, no ya si todo ello surge atravesado por su danza, sino también lo definitorio que resulta, a la hora de bailar, el hecho de manejar conocimientos tan diversos y una perspectiva tan lúcida.
Se presenta en paralelo, en el Museo Casa Natal de Federico García Lorca en Fuente Vaqueros, bajo el título 2 y 2 son 22. Jondo, flamenco, una pequeña exposición, comisariada también por Pedro G. Romero, que de un modo deliciosamente austero ahonda en las consecuencias que trae consigo la asimilación de lo jondo y lo puro tras el Concurso de 1922. G.
Romero envuelve la sala con un mural continuo cuyos motivos son los del cartel que Manuel Ángeles Ortiz realizó para aquella cita, y aprovechando cada rincón se van introduciendo una serie de correspondencias que ponen a dialogar a los protagonistas directos e indirectos de ese cambio de paradigma. Ambas exposiciones se completan de un modo excepcional y confirman, además de la importancia real de Vicente Escudero, también la de Pedro G. Romero.