La Galería Ópera de París, un magnífico edificio de más de 1000 metros cuadrados, con dos plantas, situado frente al Eliseo en la calle Faubourg Saint-Honoré, inaugura el 15 de septiembre la exposición Manolo Valdés - Obras Recientes, centrada en las últimas obras del pintor y escultor valenciano, uno de los artistas españoles más importantes del panorama artístico contemporáneo, que esta primavera festejó su 80 cumpleaños lleno de proyectos.
Gilles Dylan, director ejecutivo de las doce Galerías Ópera por el mundo, ha elegido con Manolo Valdés las más de 20 esculturas monumentales y 22 pinturas de gran formato para la muestra. “Son todas piezas únicas que nos transportan al universo de ensueño de Valdés, nuevos homenajes a Velázquez, Botticelli, Matisse, Giacometti y a su última inspiración, Kazimir Malévitch”, nos explica Gilles desde su galería de Montecarlo. “Valdés continúa con una energía extraordinaria. Cada año, mientras trabaja en una nueva colaboración, le visito en su estudio. Siempre me sorprende su espíritu extraordinariamente creativo, su curiosidad, su manera de crear, constantemente experimentando nuevas técnicas y materiales”.
Habrá tambien en la exposición versiones con más color y producidas en nuevos materiales de sus figuras icónicas, las esculturas de cabezas con tocados de mariposas y las famosas mujeres con sombrero. Cuatro esculturas más se podrán ver el hotel Bristol, ubicado a pocos pasos de la galería.
Aprovechamos la ocasión para conversar con Manolo Valdés (Valencia, 1942), que se encuentra en su Fundición en Miami, ciudad en la que tiene su segundo estudio. El primero lo tiene en Long Island, en Nueva York. Hablar con él es un gozo; transmite un entusiasmo y una vitalidad extraordinarias, seguramente le viene de cuna, como hombre por excelencia del Mediterráneo. Desde 1989 vive en Nueva York, ciudad de estimulo creativo constante de la que sigue enamorado.
Pregunta. ¿En qué está trabajando en la actualidad?
Respuesta. He venido a fundir las nuevas esculturas monumentales en las que he trabajado con nuevos materiales, como la resina o el cristal. También estamos poniendo color a las esculturas. El periodo de investigación y producción es lo que más me apasiona. Además, el dueño de la fundición, Lázaro Valdés, no es un fundidor convencional. Es un hombre de gran cultura, conoce extraordinariamente su oficio y está siempre dispuesto a dejarme su fundición como si fuera mi propio estudio. A la vez colaboro con él experimentando nuevas formas de fundir, nuevas técnicas, de las que surgen infinitas posibilidades. Esto me da mucha energía. Es realmente es una maravilla poder trabajar así.
P. Habla de energía, y Gilles Dyan me describía su entusiasmo y su vitalidad extraordinarias, siempre en búsqueda de nuevas ideas.
R. En marzo cumplí 80 años, y en mi cumpleaños me preguntaron en qué estaba trabajando, si tenía muchos planes. ¡Contesté que tengo proyectos para los próximos 80 años! No he perdido un ápice del entusiasmo ni mi pasión por el arte y, aunque el tiempo te impone a veces unas dinámicas que no quisieras, siempre hay miles de cosas pendientes. El otro día leía que Mario Vargas Llosa está empezando otra nueva novela, y pensé que hay que mirar a estos ejemplos y tener estos referentes tan fantásticos, al igual que Picasso, quien en el último año de su vida se encontraba preparando su gran exposición en Aviñón. Este trabajo es una pasión eterna y una obsesión constante. Esta es la norma del artista; no soy ninguna excepción
P. ¿Trabaja siempre con placer?
R. Hay veces que las cosas no salen como uno quiere, pero siempre llego al estudio con muchas ideas, con el deseo de lograr algo estupendo. El arte me causa un placer enorme, tanto como consumidor como productor. Estoy constantemente visitando museos, exposiciones, y tengo una colección, aunque modesta. Vivo rodeado de cuadros. No ceso de repetirme el privilegio que tengo de poder dedicarme a lo que realmente me entusiasma y haberlo convertido en mi profesión.
P. ¿Qué es para usted el arte?
R. El arte es mi razón de ser. Me gusta pensar que el arte que hago hará feliz a otras personas. Cuando la gente me pregunta ¿qué es arte?, respondo que cualquier cosa que te haga feliz. Eso es.
P. Usted ha desarrollado un estilo propio revisando la Historia del arte, que “comenta” en sus cuadros y esculturas a partir de obras de arte icónicas de maestros antiguos como Velázquez, Rembrandt, Rubens y Fra Angelico, así como de maestros modernos como Matisse, Picasso, Lichtenstein, que extrapola de su contexto original. A pesar de esta extraordinaria riqueza de inspiración, los temas de su obra son siempre los mismos, y así lo veremos en su exposición de Paris. ¿Por qué vuelve al mismo tema?
R. La esencia de mi obra es repasar y comentar la historia de la pintura y a los maestros del pasado a través de mis cuadros o mis esculturas. Es mi proyecto de siempre. Yo me pongo delante de los cuadros de los grandes maestros como otros se ponen delante de un paisaje, y con el tiempo, pienso: es preciso comentarlo de otra forma. Y ese dialogo eterno con la historia del arte me mantiene siempre muy vivo. El tema quizás es la excusa. Finalmente, lo esencial es el resultado plástico. Vuelvo a tratar los mismos temas porque cuando acabo una obra, me quedo insatisfecho, y pienso que siempre se puede mejorar. Yo estoy constantemente experimentando, y el sentido de evolución, de dar un paso más allá es lo que me mueve, es lo que me inspira. Además, con el paso del tiempo uno cambia la forma de mirar. La primera vez que fui al Prado tenía seis años y allí vi al maestro Velázquez y otros, y desde entonces he evolucionado, no solo con la forma de ver, de mirar, de explorar y de estudiar a Velázquez y a otros, sino con mi propia perspectiva. Eso me sorprende, y yo me sorprendo a mí mismo. De la misma forma que los críticos analizan o comentan una novela, yo analizo los cuadros y la obra de otros pintores y mantengo con ellos unas conversaciones imaginarias a veces muy divertidas. Me gusta pensar que Matisse, Velázquez y todos mis maestros estarían contentos con estos comentarios que realizo.
P. A usted le apasionan muchos maestros, pero hay que escoger. ¿Cómo decide ponerse a trabajar en una obra concreta?
R. La pintura se aprende de la pintura, es decir, uno aprende mirando las obras de los otros. Los artistas que más me impresionan y me atrapan son los que interpreto. Trato de comentar sus obras desde la especificidad de la pintura. Parto de ella para ver si puedo contar algo que el espectador no ha visto, o por lo menos, mi punto de vista. Cuando yo me planteo comentar un cuadro de Matisse o Velázquez, no sólo hago una referencia a la imagen, al sujeto, sino que tomo un detalle, cambio la escala. Es un proceso largo hasta que decido que imágenes de los cuadros voy comentar; primero me entusiasma algo sin saber la razón concreta, y luego me vuelven a la mente constantemente; finalmente tras ese proceso de internalización de repetición inconsciente, es cuando decido trabajar en ese tema. En la exposición algo muy especial es la nueva serie que he creado, un diálogo que se produce entre la reina Mariana de Velázquez y la obra de Malevitch, el pintor ucraniano fundador del constructivismo ruso.
P. Diego de Velázquez y Kasimier Malévitch. ¡Qué dialogo tan extraordinario! Más de 400 años de historia. ¿Cómo ha surgido? ¿Qué puntos en común ha encontrado entre el gran maestro del XVII y el pionero del suprematismo?
R. Creo que todo el arte susceptible de ser manipulado, pero la clave del arte es que siempre existen relaciones entre todos los movimientos y todos los maestros del pasado con los del presente, aunque estas relaciones muchas veces no son tan obvias. Velázquez es el gran maestro que inspira a artistas de todos los tiempos y de todas las disciplinas, y su pintura anuncia, en cierta forma, la modernidad. El suprematismo realza las formas geométricas más puras, que permiten elaborar o construir otras formas a partir de ella. Malévitch es un artista que siempre me ha interesado, y deseaba confrontarlo al siglo XVII. ¿Qué mejor que utilizar la imagen de la reina Mariana de Velázquez? La esculpí en madera y la utilice de suporte para reinterpretar Malévich. En el caso de Velázquez y Malevich para mí las relaciones eran sobre todo de formas y de colores. Los colores característicos de Malévich son el blanco, rojo y negro. Velázquez tiene también espacios negros muy definidos, casi abstractos. Lo que yo trato de contar y plasmar con mis diálogos es un universo plásticamente intenso. En realidad, el lenguaje de la pintura no es nada específico, está muy cerca del lenguaje de la música, que es muy abstracto. Yo no cuento cosas concretas y por eso la relación entre las formas de la infanta y Malevich ha sido un bello descubrimiento
P. También presenta un homenaje a Botticelli inspirado en la figura de Clio con una cabeza esculpida en resina y adornada con tocados hermosos con semicírculos y mariposas, y cuadrados. El motivo de las mariposas en los tocados de sus cabezas es muy frecuente en sus bustos de mujer.
R. Toda la pintura italiana del siglo XV al XVIII me entusiasma, pero en la exposición encontraran referencias a Matisse o a esculturas de Giacometti y sus rayas. Hay tantas sensaciones y cosas acumuladas en la exposición... El motivo de las mariposas fue el resultado de una exposición que visite en el Museo de Ciencias Naturales de Nueva York de mariposas. Desde entonces veía mariposas en todas partes, desde los escaparates de Madison Avenue a una exposición de kimonos en el Met o en el parque de Central Park. Me ocurre cuando algo me emociona.
P. Usted es pintor y escultor, y en la exposición habrá obras de ambas artes. ¿Cómo los trabaja? ¿Son complementarios?
R. Paso de una disciplina a otra con cierta facilidad, incluso con gusto. Si yo pinto un cuadro y luego realizo una escultura en relación al mismo tema, es porque estoy convencido de que una escultura puede aportar algo más, y mi “comentario” entorno a la obra histórica se hace mayor.
P. Su obra es un homenaje a la materia. Hablaba de la resina, el cristal… Los nuevos materiales, muchas veces inusuales, es una constante en su obra y este universo surgió de constante experimentación.
R. Siempre me he sentido muy atraído por la materia, tiene una sensualidad y una presencia muy fuerte. La incorporo tanto en la pintura como en la escultura. Con un material distinto puedes contar algo distinto y eso lo disfruto muchísimo. Un nuevo material es esta herramienta nueva, con la que puedes decir algo que no se podía contar antes. Había tallado sobre madera una infanta Margarita, pero de repente encontré otra madera y otro material, la resina, y a partir de ahí surgieron infinitos matices, brillos. Todo eso me ilusiona tremendamente; por ejemplo, en la exposición de París se muestran esculturas en resina de las infantas margaritas con colores naranja maravillosos, mucho más osados.
P. Su última obsesión son las vidrieras. ¿Cómo lo ha incorporado a su obra?
R. El arte de las vidrieras siempre me ha fascinado, sobre todo por sus transparencias y como cambia la luz al filtrase a través de ellas. Es un arte fabuloso, también para estudiar el efecto de la luz. El caso es que estuve en una exposición en el Metropolitan en la que había frascos de perfumes egipcios de cristales maravillosos. Al salir a la calle vi otros perfumes con frascos modernos, y comencé a realizar una conexión con la transparencia de las vidrieras y el brillo… y a partir de esa fórmula empecé a incorporar cristales en mis obras. He encontrado un nuevo lenguaje a través de los cristales.
P. Se diría que usted sale a la calle y va a los Museos con una idea precisa, a la búsqueda de algo.
R. Salgo a la calle como un cazador al acecho, con los ojos muy abiertos y observando todo, pensando qué me puede servir de inspiración. Entro siempre en los museos con la ilusión de poder salir llevándome un botín. Vivo en un estado de constante búsqueda, y me alimento de la misma.
P. Es usted un torrente de ideas. Imagino que se va a la cama y le sigue dando vueltas a las cosas. ¿Me equivoco?
R. No, no. Yo siempre digo que la cama es mi enemigo. Le voy a contar una anécdota. Hace muchos años, estaba recorriendo una exposición de Miró, con gran fortuna con él, pues ambos éramos artistas de la galería Maeght. A Miró le gustaba mucho hablar de pintura y compartir ideas de su obra. De pronto nos paramos ante uno de sus cuadros, y me comenta: “este se me ocurrió en la cama”, y yo pensé, ¡otro que no duerme!. A mí también se me ocurren muchas cosas por la noche, pero no soy excepción. Si observamos Picasso tiene muchos cuadros y autorretratos con bombillas… En el caso de Goya, con velas y seguramente los pintaron por la noche. El arte es como una obsesión, una maravillosa enfermedad.
P. La exposición es en la Galería Ópera de París. ¿Qué ha significado París en su obra y su aprendizaje?
R. Mi primer recuerdo de París es el Museo del Louvre, otro gran maestro. Solo tengo términos elogiosos y gran agradecimiento por el aprendizaje a lo largo de muchos viajes a París, desde joven estudiante. Recuerdo que, con los componentes del Equipo Crónica, la estación del norte era las puertas hacía un encuentro con la cultura de París. París supuso un punto de inflexión fundamental. Ocurrió mi primer verano en París visitando una exposición de Rauschenberg en la Escuela de Bellas Artes. Se mostraban su famosas Combinaciones, como Canyon, en la que se veía un águila real disecada y una almohada, junto con otros elementos escultóricos montados en un lienzo pintado… Me di cuenta de que no era lo que yo hacía, ni tenían los mismos valores; los colores habían sido sustituidos por objetos, había muchísimas herramientas y allí descubrí la libertad, y me dio vía libre para crear mi estilo propio.
P. Robert Rauschenberg fue uno de los grandes mitos del pop art. Cuando usted era parte del Equipo Crónica los calificaron como los introductores del pop en España, pero no siento su arte como pop.
R. A veces te encasillan; es fácil, pero en realidad nunca nos consideramos artistas pop, sino una nueva forma figurativa. Lo que es cierto es que el pop tuvo gran impacto en mi carrera; yo siempre he hecho lo que he querido, y fue el pop art el que me “dio” licencia para poder realizar comentarios y transformaciones. Cuando yo tomo un fragmento de un cuadro del siglo XVIII o del XX, y lo transformo en uno de dos metros y lo convierto en una obra mía, han pasado muchas cosas, y hago referencia al pop.
P. Vive en Nueva York desde 1989. Su plan inicial era pasar tres meses en Manhattan para visitar los museos sin prisas.
R. Un museo no se ve en un fin de semana, sobre todo cuando lo miras con ojos profesionales, con afición. Le propuse a Rosa [su esposa] vivir tres meses en Nueva York, con un pequeño estudio para ir trabajando en lo que viera. Como nuestra hija tenía siete años, Rosa señaló que mejor todo el curso escolar. La ciudad me atrapó. Luego realicé una exposición… hasta hoy. Mis nietos son americanos, y mi vida está aquí. Nueva York genera ilusión; es una ciudad muy cosmopolita, siempre en busca de la excelencia, que recibe constantemente novedades, artistas jóvenes. Un alimento infinito que me da la impresión de que, a mi edad, aprendo constantemente, incluso por las tiendas de la Quinta Avenida, donde me gusta comprar, o paseando por Central Park, un parque lleno de gente…. No renuncio a esto por nada, aunque adoro España y el mar de mi Valencia natal. El mar es el lugar con el que me identifico, más que Nueva York, que también es una ciudad que está frente al mar.
P. ¿Mantiene relación con España? ¿Guarda su estudio?
R. Ya no tengo mi estudio de Madrid. Mi relación con España ha ido desvaneciéndose cuando lamentablemente han desaparecido mis amigos, y mi hermana. Tenía una relación muy estrecha cuando estaba la gente de El Paso, Saura; pero Madrid… siempre está en el Prado. Además, curiosamente, en Nueva York me viene a visitar muchísima gente de España y también tengo aquí muchos amigos españoles, como Valentín Fuster, con quien las conversaciones sobre España son constantes. No podría ser de otra manera.