Rogelio López Cuenca no entiende el arte sin la crítica al sistema. Tampoco sin la ironía y el humor que caracteriza muchas de sus obras, que se mueven entre la poesía, las artes visuales y los medios de comunicación de masas.
Por todo ello, el artista ha sido hoy galardonado con el Premio Nacional de Artes Plásticas, correspondiente al año 2022. El premio, concedido por el Ministerio de Cultura y Deporte, está dotado con 30.000 euros.
El jurado ha señalado que su trayectoria “es imprescindible para hilar la historia crítica del arte español desde la década de 1980 hasta el presente”.
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Además, destaca que “su obra parte del compromiso con el tiempo histórico y con el territorio que le ha tocado vivir, las transformaciones y continuidades de la sociedad española en el cambio de siglo, las violencias y las dislocaciones que conllevan la globalización. A la vez, está interesado en invocar las memorias silenciadas del pasado y en la manera en la que los silencios impuestos ordenan el espacio real y simbólico en el presente”.
Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Málaga y doctor en Bellas Artes por la Universidad de Castilla la Mancha, Rogelio López Cuenca (Nerja, 1959) inició su carrera en los años ochenta investigando en torno a la música y el trabajo colaborativo y abordando temas como el espacio de la ciudad, el lenguaje popular y el de las vanguardias.
Trabajaba entonces en colaboración con distintos colectivos, como Agustín Parejo School, y ya en aquella época el lenguaje estaba en sus obras. "El texto escrito, las palabras, están presentes casi siempre", reconocía en su última entrevista con El Cultural.
Es partir de 1992, año de la Expo de Sevilla y las Olimpiadas de Barcelona, cuando se produce un punto de inflexión en su obra, y comienza a realizar intervenciones críticas con el sistema, con temas como las políticas migratorias, la memoria histórica o la especulación urbana.
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Sus obras se enmarcan dentro de la tradición de la crítica institucional y las derivas del pop, a través de múltiples medios como la pintura, la instalación, la intervención urbana y la edición.
Desde su lugar de trabajo y residencia en Málaga, López Cuenca ha reprobado duramente el turismo de masas, como pudo verse en la exposición Souvenir Picasso, en 2011, en su galería madrileña, Juana de Aizpuru.
Una "colección de adefesios para consumo turístico y de carteles, fotografías y noticias de prensa que reflejan la realidad de una ciudad, Málaga, abducida por una marca: Picasso", como explicaba Elena Vozmediano, que definió el fenómeno como "la picassización de Málaga y la malaguenización de Picasso".
También en el CAAC de Sevilla exponía su postura contra el turismo actual en la instalación La Alhambra sobrevivió (1995-2001), parte de una muestra en la que reunía un conjunto de proyectos relacionados con la construcción de la identidad andaluza.
Una tensión en Andalucía, la del turismo, que tiene su reverso en la migración, otro de los temas habituales de la obra de este artista, como mostraba en 2016, en su primera individual institucional celebrada en la Sala Alcalá 31. Los bárbaros era el título de una exposición que analizaba las sucesivas crisis migratorias que asolan el Mediterraneo y, como escribía Rocío de la Villa, daba de nuevo en la diana.
Y en 2019 llegó la exposición del Museo Reina Sofía. El centro nacional recorría su trayectoria con una gran muestra que fue reconocida entre las mejores del año por los críticos de El Cultural. Yendo leyendo, dando lugar fue la primera gran retrospectiva de López Cuenca, ocupó varias salas del museo y recorrió con pinturas, fotografías, vídeos, instalaciones, fotografías de gran formato intervenidas con óleo e incluso la reproducción de una tienda de souvenirs, obras desde finales de los 80 hasta la actualidad.
Como comisario organizó en 2020 en el IVAM de Valencia (donde ya había expuesto en 2015 sus Radical Geographics) en la exposición Orientalismos. La construcción del imaginario de Oriente Próximo y del norte de África (1800-1956), donde trabajó con los comisarios del museo Sergio Rubira y María Jesús Folch, con una nómina de artistas que iban desde Goya a Antoni Muntadas.
Otra tensión, la de las ciudades y la especulación urbanística está también presente en muchos de sus proyectos. "La violenta transformación de las ciudades que exige el neoliberalismo aparece ya convenientemente maquillada, sirviéndose del arte y la cultura para producir eventos espectaculares destinados a la fabricación de consenso social, fuegos artificiales que desde los media invisibilizan los 'daños colaterales' y minimizan el número y la importancia de las víctimas del 'fuego amigo'", explicaba en dicha entrevista.
Su última exposición, Las islas, ha podido verse en Es Baluard de Palma de Mallorca hasta el pasado mes de febrero, y en ella trabajó con su colaboradora habitual de los últimos años, la artista Elo Vega (Huelva, 1967). El proyecto exploraba, desde un plano geopolítico, las relaciones de poder entre los ejes Norte-Sur y reflexionaba sobre la explotación colonial occidental.
Mediante la técnica del collage se cruzaban en el museo mallorquín diferentes representaciones publicitarias que aterrizan en la cultura pop mediante imágenes turísticas, propias de los códigos publicitarios, carteles promocionales, recortes fotográficos o capturas de películas.
A lo largo de su carrera, ha recibido distintas becas como la de la Academia Española de Bellas Artes en Roma (fruto de la misma fue la exposición A quel Paese) y su trabajo ha sido reconocido por diversos premios como El Ojo Crítico de RNE o el Premio Francisco de Goya del Ayuntamiento de Madrid.
Su obra forma parte de distintas colecciones de instituciones tanto nacionales como internacionales, como el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (Madrid); Biblioteca Nacional (Madrid); Artium (Vitoria); MUSAC (León); Centro Andaluz de Arte Contemporáneo; Museo Patio Herreriano (Valladolid); Fundación La Caixa (Barcelona); Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana (Cuba); BESART (Lisboa) o Collection Fonds Nationals d’Art Contemporain de París (Francia).
El jurado, presidido por Isaac Sastre de Diego, director general de Patrimonio Cultural y Bellas Artes del Ministerio de Cultura y Deporte, y actuando como vicepresidenta, Mercedes Roldán Sánchez, subdirectora general de Museos Estatales, ha estado formado por Dora García, artista galardonada en la edición de 2021; Ángeles Albert, directora de la Academia de España en Roma; Joaquín Vázquez Ruiz, cofundador de BNV Producciones y presidente de la Plataforma Independiente de Estudios Flamencos Modernos y Contemporáneos; Jesús María Carrillo Castillo, profesor del Departamento de Historia y Teoría del Arte de la Universidad Autónoma de Madrid; Rocío Robles, profesora de Historia del Arte del Departamento de Historia del Arte de la Universidad Complutense de Madrid; Isabel Izquierdo, directora de programación de Acción Cultural Española, AC/E; e Isabel Tejeda, catedrática de la Universidad de Murcia.