En 1997, María Ruido (Ourense, 1967) presentó un vídeo que se ha convertido en un referente en la historia del arte feminista español. Se titulaba La voz humana (1998) y en él la artista denunciaba cómo el discurso de las mujeres era usurpado por los hombres.
Era una obra que evidenciaba un problema, que resultaba incómoda, mucho, como incómoda es toda su producción en la que siempre ha abordado asuntos de los que se prefiere no hablar, que se obvian, que se quieren olvidar, porque confirman el sistema de desigualdades en el que estamos insertos.
Sucede también con otros de sus proyectos, siempre imprescindibles, como el díptico cinematográfico El ojo imperativo y El sueño ha terminado (2015 y 2014), donde demuestra cómo las políticas coloniales perviven y el modo en el que todavía afectan a los habitantes de esos territorios explotados, en este caso el Mediterráneo Sur.
La producción audiovisual de María Ruido sigue procesos rigurosos de investigación que se desarrollan a largo plazo, sin prisas
En la exposición, Las reglas del juego, que se presenta en Rosa Santos en Madrid, se recogen tres de los vídeos de la individual que Es Baluard (Palma de Mallorca) ha dedicado a la artista hasta hace apenas diez días.
En ella se descubre cómo la producción audiovisual de Ruido sigue procesos rigurosos de investigación que se desarrollan a largo plazo, sin prisas, con otros ritmos diferentes a los que se obliga hoy, como una forma de resistencia. Este esfuerzo, este empeño, también se le pide al espectador, que tiene que visitar la galería con tiempo y detenerse, parar, frenar.
En el primer vídeo, La memoria interior (2002), parte de su autobiografía, de su experiencia como hija de una pareja de trabajadores que se vio obligada a emigrar a Alemania.
Ella hace un viaje de vuelta para reconstruir la memoria, política, de aquellos que tuvieron o han tenido que abandonar su hogar para buscar trabajo en otros lugares y a través de imágenes del álbum familiar, de interiores fabriles con sus máquinas en funcionamiento, y diferentes entrevistas, muestra cómo el sistema político-económico actual ha impuesto la idea de que ya no existen las diferencias de clase, dificultando de este modo cualquier posibilidad de réplica.
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Este argumento, que contesta la ficción de que ya no existen las clases sociales, de que no hay desigualdades entre los dominantes y los dominados, recorre los otros dos vídeos.
En ElectroClass (2011), producido por Consonni, que edita ahora las publicaciones de la Documenta 15, toma como caso de estudio Bilbao y, a partir de un collage de material de archivo de la ETB, enseña la forma en la que se ha construido el imaginario postindustrial desde los medios de masas y cómo estos se hacen cómplices del sistema.
En el último, que se titula como la exposición, Ruido y la escritora y activista Brigitte Vasallo mantienen una conversación en la que dialogan sobre cómo dan respuesta a los condicionantes de clase y género desde su posición de trabajadoras de la cultura, un territorio que muchos piensan, ingenua o ciegamente, libre.
Tres obras de momentos diferentes que confirman la coherencia y el compromiso de su trayectoria.