La Fundación Juan March no se ha distinguido a lo largo de su historia por la atención a la fotografía. En su sede madrileña ha alojado tan solo cuatro muestras dedicadas íntegramente a ella, todas en los años ochenta del siglo XX, por lo que la ahora presentada constituye una excepción en su serio programa expositivo.
En este, son también raros los prestadores únicos, aunque se haya recurrido por extenso a algunas colecciones para armar ciertas exposiciones y se haya ensayado antes el formato que adopta ahora, el de un par de colecciones particulares que se complementan: lo hizo diez años atrás en La vanguardia aplicada, con las de Merrill C. Berman y José María Lafuente.
En Detente, instante vuelve a servirse de dos extraordinarios fondos de fotografía, los de Dietmar Siegert y Ordóñez Falcón, que nutrieron respectivamente sendas exposiciones en las sedes de la Fundación en Palma de Mallorca y en Cuenca, Rostros y máscaras y Desde el centro de Europa. Fotografía checa (1912-1974).
¿Se puede montar Una historia de la fotografía (subtítulo de la muestra) con 300 fotografías de solo dos prestadores? Sí: “una”, breve y con agujeros… lógicamente. Pero esa “una” es bastante sugerente, sobre todo en sus primeros capítulos, y además es la única que tenemos a la vista (luego volveré sobre esto).
Ulrich Pohlmann, que fue conservador de fotografía en el Stadtmuseum de Múnich –ciudad en la que Siegert ha creado su colección–, Manuel Fontán del Junco, director de museos y exposiciones de la March, y María Zozaya han concebido un recorrido cronológico, aunque con astutas interferencias temporales, estructurado en base a algunos de los usos o de los intereses que han sido dominantes en las sucesivas edades del medio.
"El montaje, muy abierto y con cierto aire de cuarto oscuro, abre la posibilidad de excursos y diálogos"
El montaje, muy abierto gracias a los paneles colgantes y, en los tramos iniciales, con cierto aire de cuarto oscuro, abre la posibilidad de excursos y de diálogos accesorios. Y es en estas correlaciones donde reside uno de los mayores atractivos de la exposición.
Los comisarios han escudriñado motivos y composiciones para proponernos emparejamientos curiosos –incluso divertidos–, evitando la linealidad de grandes nombres y obras clave que encontramos en los manuales de historia de la fotografía.
Hay inteligentes agrupaciones en las que coinciden posturas, gestos, elementos, detalles… que enganchan al espectador en un juego de parecidos/diferencias y que hacen emerger tramas significativas.
Sí, vamos a ver imágenes reconocibles de autores de referencia como Fenton, Le Gray, Cameron, Nadar, Baldus, Muybridge, Man Ray, Stieglitz, Blossfeldt, Cunningham, Weston, Kertész, Renger-Patzsch, Sander, Rodchenko, Weegee, Brassaï, Bellmer, Stern, Cartier-Bresson, Klein, Arbus, Goldblatt, Eggleston, Penn, Witkin, Molinier, Avedon, Mapplethorpe, Wall, Dean, Ruff, Sugimoto, Demand, García Alix, Fontcuberta y muchos más.
"La fotografía no es solo documento: nos traslada al ámbito de lo extraordinario, de lo maravilloso"
Pero también vida cotidiana y atención a lo que en cada momento fue nuevo y sorprendente, así como desarrollos, hacia lo invisible o lo que queda fuera del campo visual, de las capacidades naturales de la mirada.
Aunque, en esencia, la fotografía se haya dedicado desde sus orígenes a reflejar –como espejo del mundo– las cosas, los lugares y los cuerpos, lo ha hecho aplicando perspectivas e intenciones muy diferentes, como podemos comprobar aquí, y esos enfoques desiguales, a veces excéntricos, nos dicen mucho sobre cada fotógrafo y sobre cada época.
[Colecciones con fecha de caducidad]
Es asimismo una historia de la fotografía muy entrelazada con la historia del arte. Algo quizá más acusado en la colección de Dietmar Siegert, que ya había tenido gran protagonismo en exposiciones en las que se buscaba subrayar ese discurrir paralelo, como Surrealistas antes del Surrealismo (2013) y Lo nunca visto. De la pintura informalista al fotolibro de postguerra (2016), en esta misma Fundación, Los impresionistas y la fotografía, en el Museo Thyssen (2019), o Ver Italia y morir. Fotografía y pintura en la Italia del siglo XIX, en la Fundación Mapfre (2019). De todas esas esferas de conexión creativa vemos ecos en esta muestra.
Y una historia un tanto fantasmal. Toda la exposición está puntuada por evanescencias, sombras, espejismos, espaldas, alucinaciones y hasta cadáveres. No es el tono dominante pero asoma cada dos por tres, en cada capítulo. La fotografía, nos dice esta “una” historia, no es solo documento: nos traslada al ámbito de lo extraordinario, de lo maravilloso. Es imagen e imaginación.
Una historia, para terminar, cuyo final se precipita. Cuando llegan a las décadas posteriores a la II Guerra Mundial, los comisarios hacen avanzar la narración en imágenes a grandes saltos, sin criterio claro y dando cabida a un par de piezas de formato enorme (Zhang Huan y Wolfgang Tillmans) que le comen el espacio a una potencial ampliación del foco que habría sido en mi opinión muy preferible. Es un tramo, por otra parte, que conocemos mejor, por lo que las omisiones pesan menos.
Lo que sí pesa es la escasísima presencia de fotógrafos españoles, comprensible en la colección de Siegert pero no tanto en la Ordóñez Falcón y menos aún en la selección de los comisarios.
Y esto me lleva a “otra historia de la fotografía” que no puede ser más fantasmal: la que debería poner en valor el inexistente museo español dedicado al medio. No tengo fe en el Centro Nacional de Fotografía que se está pergeñando en Soria. Demasiado oportunismo político y demasiado afán de protagonismo para que salga bien.
[La cámara, el pincel, la visión]
Necesitamos una institución estatal sólida, capaz de comprar con cabeza y de atraer donaciones importantes. Enrique Ordóñez e Isabel Falcón, tras una década en la que el grueso de su colección estuvo depositado en el TEA de Santa Cruz de Tenerife, cerraron en 2020 con este museo un acuerdo de donación y venta combinadas; pero, aún hoy, una parte de la fotografía más antigua está depositada en el Museo de Bellas Artes de Bilbao.
No hay muchas colecciones como la suya en España pero hay fondos muy valiosos que aún podrían confluir hacia un museo fiable. Diversas instituciones prestan atención a la fotografía de décadas recientes pero la del XIX y primera mitad del XX está prácticamente huérfana.
En la Biblioteca Nacional, en Patrimonio Nacional o en el Instituto del Patrimonio Cultural de España hay tesoros muy desconocidos. La reciente exposición de Gustave Le Gray en el Palacio Real nos da idea de todo lo mucho y excelente que podría salir a la luz, al alcance del ojo. Hace falta ambición y generosidad.