Walter Benjamin vaticinó que en el futuro, entre las funciones del arte, quizás la “artística” llegaría a ser accesoria. Se refería al ocaso del arte que se repliega en su propio lenguaje. Para intentar enfocarse en lo importante, en las últimas décadas, las investigaciones de los artistas se han desplegado hacia las ciencias humanas, sobresaliendo sus incursiones en la antropología, en un mundo que se debate entre la globalidad y la crítica poscolonial, las migraciones y los campos cerrados de refugiados, entre la riqueza y la pobreza extremas. ¿Y la esclavitud?
Miguel Ángel García (Madrid, 1952) ha empleado cuatro años de investigación en torno al supuesto fin de la esclavitud. Una cuestión a la que ha llegado después de obtener la imagen global de la dependencia energética europea tras recorrer 60.000 km. en su proyecto Independencias (2008-2012), que dio paso a su interés por los desastres medioambientales y los dramas humanos que conllevan.
Aunque la esclavitud se remonta a las primeras civilizaciones, durante la modernidad y en el marco de la economía colonial consolidada por el racismo durante cuatro siglos, 15 millones de personas fueron esclavizadas para la prosperidad europea.
Con sus bellas fotografías de lugares y paisajes, junto a objetos ligados a la cotidianeidad de la esclavitud, rinde homenaje al olvido de aquellas vidas
La investigación de Miguel Ángel García parte de lo que se llamó El gran experimento de liberación de esclavos llevado a cabo en 1834 por la corona británica en isla Mauricio, trazando el relato del transporte de los coolies desde India para trabajar en la explotación de la caña de azúcar.
Para desembocar en la reflexión sobre la actualidad: se calcula que más de 50 millones de personas viven hoy en lo que se considera la moderna esclavitud. Trata de mujeres y hombres, trabajo infantil o venta de órganos son algunas modalidades de este siniestro negocio.
Pero esta exposición, comisariada por Isabel Durán, no es una mera denuncia. Con sus bellas fotografías de lugares y paisajes, junto a objetos ligados a la cotidianeidad de la esclavitud y pertenecientes al Museo Nacional de Antropología, el artista rinde homenaje al olvido de aquellas vidas. Con sus elegantes fotografías intervenidas de edificios y barcas, testigos de la ignominia, establece un distanciamiento necesario que evita incurrir en el provecho de un vacuo sentimentalismo.
Finalmente, con los collages de noticias extraídas de los medios y gráfica de propaganda que cubren las paredes con proclamas feministas, antirracistas, antifascistas y contra toda discriminación, nos confronta con la realidad de la esclavitud hoy. ¿Como podemos vivir con esto y, al tiempo, estar orgullosos de ser defensores de los Derechos Humanos?
[Miguel Ángel Blanco, el universo en un espejo de obsidiana]
En clave positiva, cubriendo las vallas del perímetro del museo, se exponen retratos y frases de las jóvenes valientes de la asociación Karibu, con la que se colabora.