Cada uno de los ensamblajes de June Crespo (Pamplona, 1982) parece contener todas las esculturas que ha hecho con anterioridad, no solo porque mantienen entre ellas una comunión cósmica, un aire de familia, sino por haber sido destacadas con los más importantes premios: el prestigioso Generaciones de la Fundación Montemadrid, el Ojo Crítico o la Beca de la Fundación Botín son una pequeña muestra de su extenso currículum.
Pregunta. ¿Recuerda su primera escultura?
Respuesta. Reconozco algunos gestos de la infancia aglutinando cosas o cosiendo. No es que aquello lo considerara escultura, pero a veces sí que recurro a esas sensaciones porque me transmiten que voy por el buen camino. La primera vez fue en la carrera, yo estaba más centrada en las técnicas gráficas, el dibujo y el papel, empecé a manipularlo para centrarme en sus propiedades físicas, lo enrollé, lo cosí… son gestos que reconozco después.
[June Crespo y Teresa Solar, camino a la Bienal de Venecia]
P. ¿Siempre quiso dedicarse al arte?
R. Sí. La primera vez que me preguntaron que qué quería ser de mayor dije que pintora. De pequeña pintando y dibujando era cuando más a gusto me sentía. Estuve un poco dividida entre Biología y Bellas Artes, pero una vez empecé la carrera supe que no me había equivocado.
P. ¿Se siente deudora de la Escuela Vasca, de Jorge Oteiza, por ejemplo, y sus espacios negativos?
R. Hay un peso de la Escuela Vasca, es verdad que está presente, aunque a veces excesivamente. Siento que tanto yo como otros artistas de mi generación nos hemos relacionado con el legado de Oteiza o de la Escuela Vasca de una manera bastante libre, nos hemos podido nutrir, pero no hemos necesitado responder. Así como Txomin Badiola, Juan Luis Moraza, Ángel Bados o Pello Irazu lo tomaron y lo deconstruyeron, yo no he sentido ninguna necesidad de ese tipo.
“Tengo que conformarme con aquello que hago, ‘tomar forma’, porque aquello que hago también me hace a mí”
P. ¿Cómo es su trabajo en el taller?
R. He ido cambiando mis hábitos porque antes trabajaba más por la tarde y noche, y ahora soy más de día, a veces son unas jornadas larguísimas, según la temporada. Desde hace dos años intento no trabajar los fines de semana, respetar ciertos momentos de vacío para no agotarme. La escultura es un trabajo bastante físico, también por eso lo hago con ayuda, porque ha llegado un momento en que no lo puedo manejar sola, sea por escala, por peso…
P. ¿Dónde empieza una obra?
R. Empieza en una intuición o en una imagen mental que puja por traducirse en algo formal. A veces parto de obras previas que considero que son una vía que todavía está abierta o vuelvo a cosas que ya he encontrado, pero siempre para sentir que de una forma nace otra. Muchas veces parto de cosas que encuentro de manera fortuita y del deseo de rodearme de esos objetos o imágenes mentales.
P. ¿Y dónde termina?
R. Pues depende. Muchas veces el proceso en sí es un trabajo de escucha y de negociación con aquello que tengo entre manos, entre sujeto y objeto, y no es dirigido, yo nunca tengo una idea final. Quien decide si está terminado es el propio objeto, yo tengo que estar alerta, percibir que aquello tiene una entidad propia. Yo tengo que conformarme con aquello que hago, “tomar forma” mutuamente, porque aquello que hago también me hace a mí. Otras veces confieso que la forma la da la fecha límite de la exposición.
P. ¿Cómo es su metodología de trabajo?
R. Para mí es muy importante trabajar con varias piezas a la vez y que ciertos elementos circulen de unas piezas a otras hasta que encuentran su sitio. También tensionar, activar o crear una dramaturgia en el espacio a través del montaje y de la relación entre las piezas, hay algo ahí de grupo, de familia entre ellas. Yo intento poner todo al mismo nivel, que no haya jerarquías en los motivos que elijo o en la propia materialidad.
»En mi trabajo se convocan fuerzas muy opuestas y aparentemente contradictorias, y hay un gesto o una voluntad de ponerlo todo al mismo nivel, algo que yo además disfruto mucho, reunir opuestos, desjerarquizar… No me reconocería si todo estuviera técnicamente impoluto. Lo perfecto, para mí, es lo imperfecto.
“Tanto yo como otros artistas de mi generación nos hemos relacionado con el legado de Oteiza"
P. Su elección de materiales y técnicas es muy instintiva…
R. Sí, con los años hay ciertas querencias, ciertos materiales que ya se han ido instituyendo. De vez en cuando intento introducir algo nuevo para motivarme, necesito mucho experimentar, pero es verdad que ya hay una experiencia con la fundición, con el metal…
»El propio hecho de haber empezado a hacer moldes de una manera más sistemática ha hecho también que incorpore espacios negativos en mi escultura. Ver moldes y ver espacios negativos me ha sensibilizado a esas formas. Hay aspectos técnicos que luego se han convertido en aspectos esenciales.
P. ¿Qué papel juega el espacio como interlocutor de su escultura?
R. Me gusta mantener esa tensión entre las piezas y el espacio. Me gusta hacer gestos con las piezas que de alguna manera recojan ese espacio vacío, el que llenan, pero también el que activan, eso es muy importante para mí. También la circulación, me interesa mucho la percepción de las esculturas junto a la percepción de uno mismo y cómo esto se da en el rodear o caminar, es algo que sucede entre lo óptico y lo corporal.
»El cuerpo también es un espacio, un canal, un orificio activo, como lo describió Catalina Lozano, por ejemplo, al referirse concretamente a la boca. Las distancias a las que uno coloca las cosas o las alturas también están posibilitando que una pieza le hable más a tu corazón o a tu entraña o esté más en relación con tus ojos, o esté excavando la arquitectura…
P. Pero en su próxima exposición en el CA2M no se podrá circular entre las piezas ya que salen proyectadas desde los muros…
R. Así es, son piezas que parten del muro. Esto ha sido una decisión deliberada en la que nos hemos propuesto junto a Marc Navarro, el comisario de la muestra, trabajar solo desde la pared hacia el espacio. La exposición parte de dos decisiones: una radical en este sentido de que todo viniera o fuera a o desde la pared, y la otra la de generar todas las piezas a partir de un mismo motivo o molde. También están presentes los gestos contradictorios, protuberancias o piezas que salen al espacio y otras que agujerean o penetran en la pared.
“Me gusta mantener esa tensión entre las piezas y el espacio. El cuerpo también es un espacio, un canal, un orificio activo”
P. ¿Por qué el título: Vieron su casa hacerse campo?
R. Es una variación de un poema, pero está totalmente fuera de contexto. Eso nos gustaba, que tuviera la potencialidad de generar muchas imágenes o maneras de relacionarse con lo que relata, de evocar contrarios: el cobijo y la intemperie, lo doméstico y lo salvaje... Me ha gustado permitirme un título más poético que es casi como un relato.
P. ¿Qué ha supuesto el éxito en su carrera?
R. A veces los proyectos se me acumulan ya que hay más demanda y necesito ayuda en momentos puntuales. También supone que una galería o una institución te proporcione más medios y eso permite hacer algunas cosas que de otra manera no podrías. Lo que no es tan positivo es la cuestión del tiempo.
»Ahora intento recuperar procesos que sean más íntimos, necesito que haya una parte de mi trabajo que se mantenga en contacto con procesos más manuales, que no pierdan esa cosa de amateur, el goce y el disfrute son vitales para sentir que el trabajo está vivo.
P. ¿Y qué sería fracasar?
R. Que mida mal la escala y que la escala se me imponga. Que el trabajo pierda el alma por el hecho de que pierda conexión la materialidad que necesita esa forma. Ejecutar algo fuera de tono, no sé cómo decirlo, que no esté entonado lo que necesita ese trabajo con su materialidad y su escala.
»A veces trabajas con un espacio mayor o con más medios y haces algo a una escala y de repente no ocurre nada, tienes una cosa muy grande pero no está funcionando. Un fracaso sería que haya algo ahí que no encaje y que no tenga vida, que se desalme por pretender ser algo que no es.
Después de la 59ª Bienal de Venecia
“Ha habido más atención hacia mí. Mediáticamente es un poco agobiante. Sentía que esa atención no se correspondía con la realidad, he tenido retos profesionales mayores que no han tenido apenas eco. Lo sentía como un desbordamiento”, afirma June Crespo y admite que “tampoco han surgido invitaciones que hayan cuajado que no estuvieran antes. Estaba en un buen momento antes de la Bienal”. Lo positivo: “Lo más bonito ha sido coincidir con amigas y celebrarlo y ver trabajar a las comisarias que nos cuidaron en todo momento”.