La clave está en mirar para poder ver. Detenerse dos horas y no dos minutos frente a un cuadro. Como dice Will Gompertz (Ashford, Reino Unido, 1956), uno de los divulgadores de arte actuales más accesibles, tenemos que quitarle la funda a la raqueta de tenis si queremos sentir el golpe de la pelota. Con el arte ocurre lo mismo, debemos desligarnos de cualquier barrera y dejarnos impactar por lo que los artistas nos tienen que contar. Precisamente, entrar en la mente de los artistas para descifrar su manera de observar el mundo es lo que se ha propuesto Gompertz en Mira lo que te pierdes (Taurus), un libro que reúne a creadores célebres como Frida Kahlo, Basquiat, Rembrandt, Artemisia Gentileschi o Yayoi Kusama pero también a figuras quizá menos conocidas por el público como El Anatsui, Jennifer Packer, Lynette Yiadom-Boakye o Guo Xi.
Todos ellos observan el mundo desde una perspectiva diferente, con un sosiego diferente pero con un mismo objetivo: crear. En este recorrido David Hockney nos enseña a diferenciar las tonalidades de verdes y marrones, incluso violetas, que nos muestra la naturaleza, Rembrandt nos ayuda a ser conscientes de nosotros mismos, Edward Hopper nos enfrenta con la soledad, Georgia O’Keffee nos enseña realmente qué es una orquídea y Artemisia Gentileschi nos pone frente a la visión femenina en el arte.
“Quería tener un abanico de perspectivas, que no todos fueran europeos o de una determinada raza o género. Por eso hay artistas de Asia, Europa, América Latina y Norteamérica”, apunta Gompertz. En esa selección de artistas nos topamos con Jennifer Parker, una artista que pinta imágenes de personas que han desaparecido y a la que el autor descubrió en una galería de arte de Londres. “Parker pinta recuerdos, es una perspectiva del mundo actual”, asegura. Gompertz ha hilado una selección que abunda en temáticas que han pasado desapercibidas durante años. “El mundo occidental está revisitando su historia, vivimos un momento de poscolonialismo en el que se plantean muchas preguntas y lo emocionante de los artistas es que nos piden que veamos el mundo y la historia de una manera distinta, que nos fijemos en lo que hemos pasado por alto”.
Abrir nuevas perspectivas y plantearse otras que se han dado por válidas durante tiempo es uno de los objetivos de la artista Kara Walker, en cuya obra se fija en los mitos que cada país y sociedad tiene. “Pero, ¿qué ocurre si los cuestionamos? El Imperio Británico ha sido un mito en el que todos hemos creído pero fue algo basado en la agresión y la esclavitud. Es interesante que los artistas no solo nos pidan ver el mundo de forma distinta sino también la historia que hemos vivido y lo que nos hemos perdido”, asegura Gompertz. En este sentido, Walker crea imágenes en blanco y negro, “siluetas ambiguas que hacen que nunca sepamos lo que está sucediendo. En su obra hay un narrador poco fiable y esa es una provocación muy interesante porque nos transmite la idea de que no hay nada fijo, que todo depende de la perspectiva con que se mire”, sostiene Gompertz.
Aunque todos tienen una mirada propia y particular, descubrir la de Agnes Martin fue para Gompertz una revelación. Cree que Martin tiene una de las miradas más radicales de todas las que componen Mira lo que te pierdes. “Conocía muy bien su trabajo pero nunca lo había considerado desde la perspectiva de la mirar, de ver, y Martin dedicó su vida a intentar ver todo lo que conocemos pero no hemos hecho visible: las emociones”, sostiene.
El divulgador y director del Barbican Theatre de Londres cuenta que Martin recibía la visita de niños escolares en su estudio, les enseñaba una rosa y les preguntaba si era bonita. Después, la escondía y volvía a hacer la misma pregunta. En esta segunda ocasión, los niños volvían a responder lo mismo pero desde el recuerdo y la emoción de algo pasado. “Martin intentaba captar ese concepto, llegaba a un estado casi de trance y esperaba a que esas imágenes surgieran a través de una conciencia que venía desde lo más interno y les ponía un sentimiento”. En definitiva, Agnes Martin nos enseña cómo son las emociones, hace visible lo invisible, hace específico lo inconcreto.
La amabilidad de Gompertz demuestra que genuinamente su intención es llegar a un público amplio y diverso. Por eso, a través de una escritura accesible que huye de las formulaciones elitistas contagia su pasión. “Los artistas a veces pueden hablar de una forma que desconcierta y puede dar la impresión de que corresponde a una parte de la sociedad, a una determinada clase, y no es así, el arte es para todos”, asegura. Para argumentar su convencimiento recuerda que “tomamos fotos continuamente, nos preocupamos por cómo nos vestimos o de los zapatos que llevamos. Todos tenemos nuestro criterio estético”.
Por eso, a Gompertz le mueve la necesidad de compartir sus conocimientos porque “podemos aprender mucho de los artistas, son miradores profesionales. Así que mi trabajo, sin duda, es intentar escribir de una forma que la obra de los artistas más brillantes se incorpore a la vida de las personas de una forma que sea directa y espero divertida”. En este sentido, uno de los consejos que nos deja es el de frenar el ritmo en un mundo que vive deprisa. “Estamos formando de nuevo a nuestros cerebros y acabamos viviendo en una especie de mundo virtual en el que nuestros sentidos están embotados. Para sentirse vivo uno tiene que detenerse y mirar, es el modo en el que podemos empezar a ver las cosas de otra manera y hacernos preguntas que antes no nos hacíamos”.
A pesar de que está convencido de que los artistas contemporáneos hablan sobre la existencia actual con una mirada directa, cree que “la mayoría del arte contemporáneo no perdurará porque está hecho para el momento, como unos fuegos artificiales”. En su balance, un 95 % se perderá y aún no sabemos cuál es ese 5 % que perdurará. Por eso, “debemos tener la mente abierta porque hay muchos artistas a los que no se tiene en cuenta, el arte está vivo y habrá que esperar para descubrir qué arte acaba reflejando nuestra historia”.