“Cada vez que Picasso cambiaba de mujer, todo cambiaba. Se trasladaba a otra casa, cambiaba de amigos, de perro, y por supuesto, de estilo”, estas palabras de Dora Maar dan fe de la importancia del amor y las mujeres en la vida y obra de Picasso y de cómo a través de ellas canalizaba su deseo e inspiración. Fueron muchas, pero siete de ellas tuvieron especial importancia en su vida, de las que le acompañaron en sus inicios, siendo aún un desconocido, hasta su fallecimiento en plena gloria y reconocimiento.
Fernande Olivier
1904-1912. Primera musa y aspirante a pintora. Con ella inicia el cubismo.
Sus ojos almendrados y su pelo negro son retratados en una de Las señoritas de Avignon y en una de sus primeras esculturas cubistas: la famosa Tête de femme. También fue inspiración para su Periodo Rosa.
Llega a París huyendo de un marido maltratador y cambia su nombre para no ser encontrada. Trabaja de cualquier cosa; antes de conocer a Picasso posa como modelo para diferentes artistas de la Escuela de Bellas Artes y entre sus amistades encontramos figuras como Guillaume Apollinaire, Paul Lèautaud o Edmond-Marie Poullain.
Picasso aún no era famoso y viven en la absoluta precariedad. Ella cuenta que no tenía para zapatos ni para calefacción en invierno, por lo que había días en que no salía de la cama. Publicó finalmente Recuerdos íntimos (escritos para Picasso), en 1988, basado en el diario que llevó desde 1896 hasta 1907 de su vida en común y Picasso y sus amigos (1933).
Eva Gouel
1912-1915. La llama cariñosamente “ma jolie” y titula muchos lienzos de esta manera en su honor.
Gouel significó el paso del cubismo analítico al sintético. En 1915 fallece de cáncer de pulmón y el artista tituló una de sus pinturas L’Enfer. Su muerte supondrá un gran dolor para él. Pseudónimo de Marcelle Humbert y examiga de Fernande Olivier, una vez relacionada con Picasso la pareja huye de París, escapando de ella. Apareció simbólicamente representada como un instrumento musical o la música en sí misma.
Gouel era tímida y sumisa, además de una buena empresaria que ayudó a Picasso a vender sus pinturas. Fallece después de varias intervenciones quirúrgicas. Se dice que Picasso la amó profundamente.
Olga Khokhlova
1917-1935. Primera esposa y madre de su hijo Paulo. Musa y modelo de varios de sus cuadros.
Llegó a inspirar más de 140 retratos del llamado periodo neoclásico, como Retrato de Olga en un sillón y Olga Khokhlova con mantilla (1917), una etapa serena del artista. Se conocen en el ballet Parade en Roma para el que Picasso diseñaba su escenografía y vestuario. Olga pertenecía a la aristocracia.
Cuentan que su primera frase en los camerinos cuando se conocieron fue: “Yo soy Olga Khokhlova, sobrina del zar”. Contrajeron matrimonio el 12 de julio de 1918, se separaron en 1935, aunque permanecieron casados hasta el fallecimiento de ella en 1955. Después del matrimonio, ante la insistencia de su marido, deja su carrera. El nacimiento de Paulo llenó a Picasso de alegría, y le llevó a representar numerosas maternidades.
Marie-Thérèse Walter
1927-1935. Se convirtió en la obsesión de Picasso y encarnó un periodo de
pulsión erótica.
Ella era rubia, atlética y aficionada al deporte. Él le compró un castillo en 1930. Su pintura durante este período reflejó su pasión desmedida por Walter. Aparece en sus cuadros Mujer con sombrero y cuello de piel; El sueño y Desnudo hojas verdes y busto, entre otras obras. Se conocen a la salida de las Galerías Lafayette cuando ella era aún menor de edad. Él le dijo: “Tienes una cara interesante. Me gustaría hacer un retrato tuyo. Creo que vamos a hacer grandes cosas juntos, soy Picasso”. Cuatro años después de la muerte de Picasso ella se ahorca en el garaje de su casa. Es la madre de su hija Maya (María de la Concepción).
Dora Maar
1936-1944. Mucho más que una amante, artista también, documentó el proceso de creación del 'Guernica'.
Dora Maar representa uno de los exponentes de la fotografía surrealista más destacados, además de ser pintora y escultora. Conoce a Cartier-Bresson y estudia con Brassaï. Picasso queda fascinado por una bella desconocida, de cabello negro y ojos oscuros que, en una mesa vecina, lanzaba un afilado cuchillo entre los dedos de su otra mano enfundada en un guante de encaje. Ya iniciada la relación entre ambos, Picasso le pidió que le regalara aquellos guantes que conservó largo tiempo, como un fetiche, en una vitrina de su estudio.
Fue Dora Maar quien se encargó de perpetuar para la historia del arte el proceso de creación del Guernica con la serie de siete fotografías. Un trabajo documental que se ha convertido en su herencia personal más relevante y la que la vincula para siempre a una de las obras fundamentales de Picasso. Aparece en varios lienzos de especial turbulencia e intensidad, como como Mujer sentada con sombrero (1938) o El jersey amarillo (1939).
Françoise Gilot
1943-1953. La única mujer que abandonó a Picasso y que continúa con vida.
Pintora, crítica de arte y escritora con gran relevancia en Francia a quien le concedieron la Medalla de la Legión de Honor. Se conocieron en un restaurante cuando Picasso le ofreció un cuenco de cerezas. Ella ya exponía antes de conocerle. La retrató en La femme-fleur, también lo hizo Matisse, quien estaba enamorado de ella. En 1964 Gilot escribió Vida con Picasso (con el crítico de arte Carlton Lake), un libro que vendió más de un millón de copias y cuyo lanzamiento Picasso trató de detener sin éxito. Madre de sus hijos Claude y Paloma, a quienes el artista se negó a ver hasta que no retirara la publicación. En 1969 conoció a Jonas Salk, inventor de la vacuna de la polio, con quien convivió hasta su muerte.
Jacqueline Roque
1953-1973. Segunda y última esposa.
Estuvieron juntos cerca de veinte años, hasta la muerte del pintor. Roque protagoniza más de 400 retratos con su perfil clásico, sus rasgos felinos de ojos y pestañas oscuras y cuello exagerado. Para conquistarla le dibujó una paloma con tiza en la puerta de su casa y le regaló una rosa cada día durante seis meses. Se conocieron cuando Jacqueline trabajaba en la tienda de su primo, el taller de cerámica Madoura en Vallauris. La pintaría casi compulsivamente desde su serie Mujeres de Argel –un guiño a la pintura de Delacroix– o en Lola de Valencia como bailarina española en referencia al cuadro de Manet.
Era la única presencia que toleraba mientras trabajaba en su taller y ella le reverenciaba como a un dios. Se dice que aisló al pintor hasta su muerte. Al fallecer este, cayó en una profunda depresión, suicidándose de un disparo en la sien en 1986.