Las artistas intuitivas y dotadas de una aguda capacidad de introspección, como Roni Horn (Nueva York, 1955), son capaces de dar forma a las extrañezas, litigios y asombros que fluctúan en nuestra experiencia de lo real. El anhelo moderno de Rimbaud, que daba voz poética a su extrañeza de ser otro, se recrea en el propósito de Horn para indagar en los dilemas y paradojas que recorren la identidad. Y para ello se vale de mediaciones creativas como el dibujo, la escritura de textos, la producción escultórica o la fotografía.
Tras haber expuesto en centros tan relevantes como el Pompidou, la Tate Modern, el Whitney Museum o la Fondation Beyeler, pocas veces se ha mostrado su trabajo en nuestro contexto. Por todo ello tiene un valor extraordinario Me paraliza la esperanza, comisariada por Bárbara Rodríguez Muñoz en el Centro Botín, una secuencia de asombros estéticos, plásticos y conceptuales. La esperanza, en palabras de Horn, es “el subtexto ininterrumpido de la vida que presupone un futuro. Una manifestación del impulso innato de seguir viviendo, respirando, moviéndonos, deseando”.
El peculiar emplazamiento del Centro a orillas de la bahía de Santander y los enormes muros de cristal de algunas salas que facilitan la entrada de luz natural ha permitido a Horn adecuar esta propuesta que sintetiza tres décadas de su fascinante trayectoria creativa.
Acuciosa, discreta y ajena al ruido del mundo, Roni Horn viene sosteniendo un trabajo encomiable desde 1975
Precisamente Untitled (“The tiniest piece of mirror is always the whole mirror”), 2022, un conjunto de 10 piezas de vidrio fundido solidificado con superficies en bruto, manifiesta todas sus propiedades plásticas, poéticas y fenomenológicas, y cautiva nuestra sensibilidad y atención. Dado que esas esculturas de resonancias minimalistas tienen propiedades translúcidas, merecen ser percibidas a lo largo de diversos momentos del día y bajo las diferentes variaciones lumínicas para experimentar su aspecto cambiante.
Es sabido que Roni Horn viene ensayando una fenomenología sui géneris, una atención constante a los fenómenos del clima, de la naturaleza y del agua, que vendría a ser una suerte de correlatos de las turbulencias y variaciones del alma y de la identidad. Acuciosa, discreta y ajena al ruido y a la furia del mundo, viene sosteniendo un trabajo encomiable desde que en 1975 iniciara sus viajes a Islandia tras graduarse en Diseño.
[Roni Horn gana el Premio Joan Miró 2013]
El agua está en el centro de su investigación artística. No extraña entonces que presente Still Water (The River Thames, for Example), 1999. Se trata de una serie de 15 fotolitografías a gran escala centradas en la parte del río Támesis que atraviesa Londres y cuya tonalidad va cambiando. La obra cuenta con anotaciones sobre anécdotas, hechos, citas, observaciones empíricas y pensamientos personales relacionados con el río londinense. Las imágenes incluyen alusiones literarias, musicales y cinematográficas de índole dispar.
Para esta artista el agua motiva una experiencia íntima y extraña. Y deviene emblema del fluir vital y de su labilidad asociada. Otra sala alberga Saying Water (2001), un monólogo de 40 minutos basado en sus reflexiones y asociaciones con el agua.
Los juegos de la duplicidad de las imágenes y las sutiles variaciones se manifiestan en varias obras. Así en Dead Owl (1997), donde dos búhos blancos, aparentemente simétricos, se sitúan frente al espectador quién se siente interpelado a examinar las diferencias.
Eso sucede también en This Is Me, This Is You (1997-2000), formada por dos cuadrículas de 48 fotografías de la sobrina de Horn tomadas a lo largo de un periodo de tres años y presentadas en paredes enfrentadas.
De nuevo, una reflexión sobre la identidad se expone en a.k.a., 2008-2009. Una serie fotográfica compuesta por 15 pares de imágenes de la artista extraídas de archivos personales y familiares. La identidad parece desplegarse de modo plural en la contraposición de retratos suyos en diferentes edades.
LOG (March 22, 2019-May 17, 2020), constituye una suerte de registro o diario en el contexto de la pandemia padecida. En 406 láminas, que incluyen dibujos, notas e imágenes, testimonia, con humores distintos y con cierta ironía, su atención a los cambios meteorológicos, a la vida de algunos animales y a diversos avatares cotidianos.
Th Rose Prblm, 2015, es una serie de dibujos-collage que parte del verso “una rosa es una rosa es una rosa”, del poema de Gertrude Stein donde juega a establecer reminiscencias de sentidos lúdicos y sexuales.
Y, entre otras obras presentes en la muestra, destella Gold Mats, Paired - for Ross and Felix, 1994-2003. Dos láminas de oro apoyadas en el suelo acogen un intersticio que abraza un reflejo dorado: un hermoso homenaje a la memoria de su amigo el artista Felix Gonzalez-Torres, y a su amante, Ross Laycock. Una pieza cabal y emocionante. Como el conjunto de la muestra de una artista sobresaliente.