Dos de las salas que ocupa la individual del artista uruguayo Alejandro Cesarco (Montevideo, 1975), la primera en una de nuestras instituciones, pudieran parecer casi vacías. Algunos pensarán que es una exposición escueta si se tienen en cuenta sólo las piezas en las paredes. Tres por sala. Dos obras de palabras impresas, dos proyecciones y dos conjuntos de fotos. Una de cada par en cada sala, como si se espejara la selección de palabra, imagen fija e imagen en movimiento. En esta amplitud controlada, gesto mínimo del artista y de la comisaria, sólo queda mirar la palabra y escuchar la imagen, con la calma, tiempo y espacio necesarios.
Es el resultado de la precisión aplicada a cosas que no existen, a textos, diálogos y espacios que sólo se pueden imaginar: la bibliografía de un libro no escrito en Index (An Educator), 2023; los intervalos de las frases de un texto sobre bilingüismo en Untitled (Speaking in Tongues), 2022; los sueños silenciosos de una nueva generación en Figuratively, 2021; o las fotos de todos los umbrales de la casa de su madre y los suelos con las marcas de ensayos de un teatro.
Las únicas voces que oímos, en portugués, son las que toma prestadas a la psicoanalista Suely Rolnik, heredera de Guattari y el pensamiento rizomático, en la escena inspirada en Godard de una conversación entre profesor y alumna. Un encuentro entre fantasmas, los otros y su memoria… en la cita fílmica y en la propia imagen de un tren que atraviesa Brasil cual espectro, ya que el sistema ferroviario allí es una entelequia, un paisaje colonialmente domesticado.
La propuesta es la de cuestionar de manera precisa y radical las formas de aprendizaje de la realidad
La tercera, o la primera parte, situada antes del paso a las salas, recoge la labor editorial del artista: obras propias y editadas en relación con otros textos de referencia. Bajo el nombre de Círculos concéntricos encontramos una constelación de libros y libros fotocopiados que contextualizan las influencias y formas de hacer de Cesarco –Lawrence Weiner, Fischli y Weiss, Chantal Akerman, Maria Eichhorn o María Gainza–.
Las mesas repletas se convierten en un verdadero punto de encuentro, un lugar para la cita. Cruce de sus correspondencias con las de nuestros recuerdos, como dice la nota en la pared: “La materia de ese capítulo es la memoria; las palabras últimas fueron (…) [que nada de lo que se haya oído pueda volverse a contar con las mismas palabras]”.
Así, entre la confusión entre inicio y final, original, copia y cita, se sitúan los “otros ejemplos recientes” en forma de obra a los que alude el título de la exposición. Entre el barullo que puede provocar la sala de lectura compartida y el silencio amplio de la parte expositiva, la propuesta, aquí y en toda la trayectoria de Cesarco, es la de cuestionar de manera precisa y radical las formas de aprendizaje de la realidad y de los lenguajes con las que las compartimos.
Un pensamiento como conciencia crítica ilustrada (citando a Marina Garcés) sobre cómo aprendemos en la escuela y construimos la historia de manera políglota, textual y visual, con sus suposiciones, malentendidos y ausencias.