En el Día de los Museos, unos ven el vaso medio lleno y otros, medio vacío. Desde los años noventa, y especialmente a partir de los 2000, se dibujó el mapa de centros de arte contemporáneo de nuestra geografía. Vivieron un periodo de vacas gordas y se sumieron, poco después de la crisis de 2008, en recortes y reinvenciones azuzadas, hace no tanto, por los efectos colaterales de la pandemia.
Aunque en el camino se descafeinaran algunos de ellos, todos son hoy piezas fundamentales del ecosistema. Y a excepción del todopoderoso Reina Sofía, que cuenta con un presupuesto de 44 millones anuales (tres de ellos destinados a exposiciones), el resto se mueve en una media de 500.000 euros para su programación, con honrosas excepciones como la del IVAM de Valencia.
La clave, dicen, es el trabajo "situado", saber integrarse en el contexto en el que se encuentran y crear sinergias. Más y menos veteranos en el cargo, hablamos con los directores de siete de estos museos de "otros centros". Como apunta Juan Antonio Álvarez Reyes desde el CAAC de Sevilla: "Ya no hay uno sino varios centros en España y en Europa. Tenemos que hablar desde múltiples voces y plantearnos qué es eso de la visibilidad. La pregunta oportuna sería: ¿Visible para quién? Los trabajos quedan".
IVAM, Valencia
De sus 16 millones anuales, casi dos se destinan íntegramente a exposiciones. Pero no es oro todo lo que reluce y su directora, Nuria Enguita, puntualiza: "Tenemos dinero, sí, pero nos falta personal. Los temas administrativos van lentos y aunque entendemos que hay que controlar el gasto público, dedicamos tanto tiempo a la gestión que ¿dónde quedan los contenidos? Los límites de las producciones culturales no son algo convencional".
Desde que llegó al museo en 2020 ha puesto el acento en los programas públicos. "Estamos intentando construir un museo habitado y habitable, una casa de todos". Ha sacado también un pie fuera del cubo blanco, trabajando en el territorio con programas como Confluencias, residencias en pueblos despoblados de la Comunidad Valenciana en las que implican a artistas "a los que intentamos pagar bien". En su programa expositivo la colección es la piedra angular. Sobre ella crecen el resto de muestras en las que nunca falta el guiño al tejido local y la mirada hacia "otras modernidades no europeas".
"Hasta hace poco –recuerda Enguita– muchos artistas jóvenes se iban al terminar sus estudios y ahora se quedan. Valencia está en muy buen momento, aunque le falta la visibilidad que no tenemos los que estamos fuera de Madrid. Desde el museo trabajamos en que la escena local converse con otros contextos, compartiendo, por ejemplo, exposiciones con museos extranjeros. Creemos que la internacionalización y la territorialización son complementarias".
CAAC, Sevilla
Juan Antonio Álvarez Reyes es uno de los directores más veteranos. Llegó al CAAC en 2010 y es el autor del museo, al que después se sumó el C3A de Córdoba, tal y como hoy lo conocemos. Tres son los rasgos distintivos que destaca de su labor: la programación paritaria, en la que fueron pioneros; la investigación sobre temas coloniales; y la producción e investigación en otras disciplinas que llevan a cabo desde el C3A, que desde el año pasado colabora con la jugosa Colección TBA21. A estos podríamos sumar el espacio que les acoge.
Con 500.000 euros para exposiciones, y un buen pellizco de fondos europeos que les pone en un presupuesto anual de 10 millones (casi la mitad destinada a mejoras de equipamiento), el plato fuerte de su programa tiene que ver con el arte andaluz producido desde los años 50 y las figuras internacionales, entre las que destacan nombres latinoamericanos de los 60 y 70.
"Tenemos claro que estamos en el sur de España y en el sur de Europa, con todas las connotaciones que eso conlleva y la poca atención que a veces se presta a las periferias, sobre todo a las de estas latitudes. Andalucía ha dado los artistas más destacados de España, en el pasado y ahora, y sin embargo no ha habido ningún creador de esta región en el Pabellón español de la Bienal de Venecia desde el franquismo. Será por nombres".
CGAC, Santiago de Compostela
Este año celebra su 30 aniversario, con sus subidas y bajadas marcadas por los recortes. Cuenta con 850.000 euros para programación y 25 personas en el equipo. Desde hace 8 años tiene a Santiago Olmo al frente, que hace hincapié en el acento gallego del museo. "El CGAC está inscrito en el Camino de Santiago. Trabaja con un entorno cercano a través de actividades educativas y pedagógicas, y participa en las discusiones globales. Su oferta se inserta en los discursos internacionales. Aproximadamente un tercio de los visitantes es extranjero, peregrino o turista".
El CGAC siempre ha prestado atención a otras disciplinas. "Fue el primer museo español en contar con un departamento de música contemporánea y, tras su cierre, ha mantenido un interés sostenido hasta hoy; en su colección y programación el cine ha estado siempre presente, la performance y lo escénico. Los mismo ocurre con la identidad de género y transgénero, el feminismo, los refugiados y una sensibilidad hacia los problemas y discursos de nuestro tiempo desde lo postcolonial o la ecología como una forma nueva de paisaje".
¿La principal carencia? La fragilidad del equipo. "La ausencia de autonomía de gestión y de entidad jurídica propia limita la capacidad de funcionamiento". La geografía es determinante, pero con puntualizaciones. "Cuando hablamos de centro y periferia la pregunta debería ser: ¿Lejos de qué o el centro de dónde?".
ARTIUM, Vitoria
La colección de Artium es una de las más destacadas de nuestro país. Cuenta con 2.800 obras que abarcan de los años 50 hasta el presente. "En los últimos años –explica Beatriz Herráez, su directora desde 2018– se han incrementado notablemente los fondos incorporando a artistas mujeres, narrativas y contextos que no estaban presentes en sus discursos. Asimismo, el museo ha dado un impulso notable al trabajo con archivos de artistas. Y se ha puesto en marcha el Centro de Documentación de Artistas vascas, Prácticas artísticas y Teorías del Arte feministas".
Se destina más de un millón de euros a programación (que contempla, también, la presentación de la colección, educación, centro y documentación y programas públicos). "Los públicos son otros, distintos a los de una ciudad como Madrid o París. En nuestro caso existe una apuesta por el trabajo en red y por consolidar un proyecto que se inscribe en el sistema de museos y centros de arte en Euskadi, pero también por afianzar el diálogo que mantenemos con proyectos internacionales, con los que colaboramos. En 2023 todas las exposiciones están coproducidas y se presentan, al menos, en dos sedes".
Museo Patio Herreriano, Valladolid
"Somos una institución –explica Javier Hontoria– que está íntegramente financiada por el Ayuntamiento de Valladolid, pero la Colección y su edificio hacen que el museo tenga un alcance mayor, situándose en una escala que trasciende el ámbito municipal. Valladolid tiene, además, una situación geográfica privilegiada pues su 'lejanía' del centro es relativa. Se encuentra a tan solo una hora en tren de Madrid".
Con 300.000 euros para exposiciones y actividades, de un total de 1,8 millones, y sólo 7 personas en el equipo, desde que Hontoria llegara a la dirección en 2019 hay una clara ambición de "hacer programa" que pasa por las relecturas de su colección en torno a distintos temas, exposiciones individuales de artistas nacionales con presencia en ella y nombres más jóvenes que en muchos casos han celebrado aquí su primera muestra individual. ¿Ejemplos que se pueden visitar ahora? Belén Rodríguez, que ha trabajado en la imponente Capilla de los Condes de Fuensaldaña, la retrospectiva de Victoria Civera o los fondos en torno a Ángel Ferrant.
Es Baluard, Palma de Mallorca
El lugar es también uno de los rasgos distintivos de Es Baluard: una fortificación en una isla marcada por la afluencia de turismo en temporada alta y por su enclave geográfico entre Europa, África y Oriente Medio. Todo esto deja su huella en una programación que se apoya también en la colección para reflexionar sobre cuestiones actuales como los muros, físicos y mentales, o las cartografías contemporáneas. A estas presentaciones se suman proyectos locales (de artistas baleares o que trabajan sobre cuestiones que les atañen). "Lo local siendo periferia e insular es fundamental –apunta Imma Prieto– porque si no se hace aquí no lo hace nadie. A veces se olvida que existimos, cuesta tener presencia".
En Es Baluard son 21 personas en el equipo, con un presupuesto de 443.100 E para exposiciones (y un global de más de tres millones, en los que se incluye el mantenimiento de este edificio histórico). "La libertad la da la escala de la institución, más allá de la situación geográfica, porque permite tomar el pulso a la realidad de una forma más directa". Al borde del fin de su contrato, después de 4 años, Prieto tiene clara una mejora esencial: crear una gerencia.
TEA, Santa Cruz de Tenerife
"Tenemos inmigración, problemas de género, somos colonizadores y colonizados. Aquí las ideas decoloniales saltan por los aires. Nos debemos a un contexto marcado por la historia y por el lugar geográfico que va más allá de la imagen influida por el turismo que se tiene de Canarias". Gilberto González no pestañea: el museo debe construir un relato universal desde lo próximo.
TEA funciona como centro de arte contemporáneo y museo de arte moderno. La colección está presidida por Óscar Domínguez, figura que excede, y para las exposiciones temporales se han volcado en producir en las islas. En su caso, más que trabajar con artistas locales, lo que hacen es reflexionar sobre las cuestiones que les atraviesan: el paisaje, el viaje, la recreación del jardín y la relación con las islas. Y no participan en ninguna coproducción que no se piense desde el principio de manera conjunta.
Con 760.000 euros para programar, de 4 millones, González lleva al frente de TEA desde 2018. Su contrato por obra y servicio está a punto de vencer. Hasta en la dirección se cuela la figura del autónomo.
Museo Helga de Alvear, Cáceres
Pronto sabremos el nombre del nuevo director de este museo que tiene como rasgo fundamental que nace del empeño de la coleccionista Helga de Alvear por mostrar su colección públicamente. El edificio original, en el casco histórico de Cáceres, lo rehabilitaron los arquitectos Emilio Tuñón y Luis Mansilla, y fue en 2021 cuando se inauguró su ampliación. Cuenta con más de 2 millones de presupuesto –procedentes de la Junta de Extremadura, la Diputación y el Ayuntamiento de Cáceres–, a los que se suman aportaciones de la propia Helga. Y la partida destinada a exposiciones es de 105.000.
De entrada gratuita, el último año recibió 101.923 visitantes, en una ciudad que no supera los 97.000 habitantes. Su nuevo director se enfrentará a la ampliación del equipo, organizada en fases que se desarrollarán entre 2023 y 2024, de este museo que no está en el Paseo del Prado sino a medio camino entre Madrid y Lisboa..