La directora Edwige Shaki, en su cortometraje La curva (Francia, 1999) realizado en colaboración con el cineasta Éric Rohmer, alaba la gestualidad de impresionistas como Manet y Monet, y se pregunta: ¿es posible capturar esa instantaneidad en la escultura? Esa misma pregunta parece haberse hecho la artista Andrea Aguilera (Bilbao, 1997) con su Altar a la silla, proyecto ganador del X Premio a la Producción Artística Fundación Banco Santander, en colaboración con Open Studio

El proyecto está conformado por una serie de piezas que giran en torno a la silla como objeto cotidiano, así como sus materiales y su producción a lo largo de la historia, pero también sobre la performatividad que conlleva el propio acto de sentarse. Shaki explicaba que, en la escultura, si se moldea rápido, es posible capturar ese instante en un simple esbozo.

Andrea Aguilera (Bilbao, 1997).

La bilbaína, cuya práctica artística está enfocada en la fotografía, empezó su proyecto a través de esta disciplina, pero acabó teniendo en cuenta lenguajes escultóricos para evitar limitarlo. Inspirada por el escultor Néstor Basterretxea (1924-2014), Aguilera desarrolla una línea de investigación que incide en la convergencia entre la escultura y la fotografía de modo similar al vizcaíno, explorando la puesta en escena de esculturas, objetos y modelos a través de la fotografía, y teniendo en cuenta los cambios en el volumen y la forma que generan ese contraste entre luces y sombras.

En esta serie de piezas, Aguilera estudia esta relación a través de la silla, un objeto que recoge muy bien “el rastro de las personas”, asegura. “La silla es un elemento que está en nuestra vida diaria y siempre he tenido interés por su diseño”. Por ello, parte de su obra está inspirada en la silla Thonet, en concreto, en su asiento redondeado de rejilla. La artista explica que fue a partir de una serie de repeticiones que hizo la empresa, lo que abarató el coste de este modelo e impulsó su popularidad. Su interés por materiales que tienen una función más allá de la ornamentación y la decoración hizo que comenzase a trabajar con la rejilla.

Sin Título. Escultura, 28x28x60cm. Spray sobre tela de algodón y floca, 2023.

Aguilera explica que, a través de la fotografía, este material y su sombra se convierten en un objeto escultórico. Como se puede observar en varias de sus obras en las que, a través de la estampación con spray sobre tela de algodón y floca, se produce un trampantojo al llevar a un objeto blando, como un cojín, la tirantez de la propia de la rejilla. “Los pliegues siempre me recordaron a las formas que dejan los cuerpos apoyados, como sombras permanentes”, explica. Y es justamente en esos cojines donde se puede apreciar realmente la huella humana de la que hablaba Aguilera. 

En el futuro, a la artista graduada en Bellas Artes por la UPV/EHU (2021) y con formación en el JAI, Instituto de Prácticas Artísticas (Tabakalera, 2022) le gustaría seguir desarrollando esta investigación, poniendo el foco esta vez en la relación con las extremidades, en concreto con las patas de los animales y del mobiliario. 



Aguilera cuenta que gracias a este premio, que le ha concedido la oportunidad de realizar una residencia de tres meses en la sala Espositivo de Madrid, acompañada de la comisaria independiente Beatriz Alonso, le ha servido para “empoderarse y a conocerse en cuanto a la práctica”, en un sector difícil en el que “se queda mucha gente por el camino”.