Estamos ante una exposición de Marlborough que propone hacer eco de sus más de tres décadas de presencia en Madrid. Y lo hace reuniendo a 24 artistas, cinco veteranos de la galería –Luis Gordillo, Juan Navarro Baldeweg, Soledad Sevilla, Alfonso Albacete y Francisco Leiro– en diálogo con veinte artistas (dos de ellos, fundidos en uno: los gemelos MP & MP Rosado). Todos, españoles –con la excepción del danés Rasmus Nilausen– y nacidos entre los años treinta y los ochenta del siglo XX. Se plantea subrayar la atención de la galería al arte español.
Y así, además de los ya mencionados, estos son los otros 17 artistas presentes: Elena Alonso, Victoria Civera, Jorge Diezma, Juan del Junco, Arancha Goyeneche, Juan López, Cristina Lucas, Nacho Martín Silva, Guillermo Mora, Juan Muñoz, Pere Llobera, Sara Ramo, Rubén Ramos Balsa, Julia Santa Olalla, Leonor Serrano Rivas, Teresa Solar y Vicky Uslé. Como podrá apreciarse, así se nos sitúa ante un panorama de las últimas décadas del arte español de un indudable interés.
El título, Encuentros atemporales, hace referencia al concepto utilizado por el comisario, que apunta a temáticas convergentes, pero no a dimensiones de fechas. No se pretende “historiar”, ni establecer pautas de valoración de los artistas. Lo que se busca es mostrar los diálogos, en líneas muy diversas, entre unos y otros artistas en el curso del tiempo.
La exposición busca mostrar los diálogos, en líneas muy diversas, entre unos y otros artistas
Con ese planteamiento, la elección de las obras reunidas se ha centrado en la atención de estas a una variedad de temas: la imagen, la ciencia, la naturaleza, las ciudades, la abstracción, la figura (humana y otras), así como el contraste entre la pintura y otros géneros artísticos. Todo ello da lugar a una gran diversidad de técnicas y soportes: pintura, dibujo, escultura, collages, fotografía, instalaciones, e instrumentos eléctricos.
Aparte de la atención concreta que suscita cada una de las obras reunidas, pienso que en conjunto lo más destacable es que el contraste y diálogo entre ellas nos permiten apreciar los cambios dinámicos que las artes han ido experimentando en nuestro tiempo.
En el texto del catálogo, Mariano Navarro indica explícitamente el eje determinante de la exposición: “Sostengo como un concepto central que el trabajo artístico es el fruto de una prolongada conversación en el tiempo en la que participan varios interlocutores: el artista, los artistas que le precedieron en el tiempo, los que le acompañan en el suyo, y, finalmente, el espectador”.
Lo que en las últimas décadas se ha ido viviendo en el curso de las artes tiene que ver con un proceso de avance de la intercomunicación circular, de apropiación y distinción, respecto a la inmediatez estética, a la mera utilización práctica o comunicativa de la imagen. Con ello, las artes han ido trascendiendo los límites semióticos, abriendo su inserción en un continuo global de la representación, de la imagen, del cual en un sentido forman parte, a través de un proceso de mestizaje, de hibridación.
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Esto no significa, como a veces superficialmente se afirma, que el dibujo, la pintura, o la escultura, hayan “desaparecido”, ya que en el terreno de la representación visual son formas radicales de expresión, similares a lo que es la poesía en el universo del lenguaje. Por tanto, no pueden desaparecer nunca, siempre que hablemos de humanidad, incluso en su fusión con los diversos soportes técnicos. Lo que sí sucede es que su contexto, sus criterios de validez, y los espacios que ocupan en el universo de las artes se ven alterados radicalmente.
A la vez que forman parte de ese continuo de la representación, el modo específico de hacerlo de las distintas artes es el de la singularización, algo que apreciamos con intensidad en cada una de las obras de esta exposición. Hoy la obra de arte tiene el sentido principal de una ruptura, de una diferenciación en la cadena indistinta de signos que constituye el universo cultural de las sociedades de masas. Frente a la globalización comunicativa, el arte aísla, corta, detiene, ralentiza, acelera, invierte y subvierte. En definitiva, diferencia la imagen.
Y todo ello es lo que esta sugestiva muestra nos permite apreciar al poner ante nuestros ojos el diálogo de los artistas entre sí y con los públicos, en el curso del tiempo: la separación determinista de los géneros y soportes artísticos ha dejado de tener consistencia desde hace ya décadas. El arte de nuestro tiempo tiene como impulso central el mestizaje de las formas y soportes, tanto visuales como verbales y sonoros. Ese es el horizonte actual de las artes, abierto y pleno de dinamismo.