Para Eva Lootz (Austria, 1940), “España ha sido un país que le ha permitido hacer y ser lo que quería", ha asegurado la artista durante la firma del acuerdo con el Museo Reina Sofía por el que ha donado 36 de sus obras a la Fundación del museo. En este pacto también figura la promesa de que el museo albergue el legado de toda su obra en el futuro. Un símbolo de gratitud por parte de la austriaca, que encontró cobijo en España allá por los años sesenta, y cuya obra ha tenido una “incuestionable” influencia en la escena artística española, asegura la institución que dirige Manuel Segade.
La mayor parte de las piezas donadas, valoradas en más de medio millón de euros, se realizaron entre los años setenta y noventa del siglo XX. También hay dos instalaciones en las que se aprecia la interacción de la artista con la materia y el lenguaje, como son Tú y yo II (2000) y Niña de postguerra (2005), y seis obras audiovisuales, de los primeros años del siglo XXI.
Todas ellas, “fundamentales para la construcción del discurso visual, estético, histórico y teórico de una de las mayores artistas experimentales de nuestro país", señala el museo, pasarán a formar parte de su colección junto con las otras seis que actualmente ya poseía la institución. Con esta donación, compuesta por trabajos de todas sus etapas creativas, el Museo Reina Sofía pretende poner en valor y ayudar a que su obra sea estudiada, catalogada, custodiada, difundida y, en un futuro, digitalizada.
Premio Nacional de Artes Plásticas en 1994, Eva Lootz ha trabajado la memoria, el tiempo, el silencio, la materialidad y la naturaleza a través del dibujo o la fotografía, pero destaca principalmente por su labor en el campo de las instalaciones escultóricas. Esta artista visual aterrizó en España sin haber expuesto nunca. Lo haría por primera vez en 1973, en la madrileña Galería Ovidio, lo que supuso el comienzo de su carrera artística. Poco después, en 1977, empezó a moverse por los sectores culturales y a establecer relaciones con la Galería Buades de Madrid, junto a su compañero, el también artista austríaco Adolfo Schlosser.
Poco a poco la carrera de Lootz despegó en nuestro país, y fue incluida en el grupo denominado Nueva Escultura Española. En sus inicios, su obra se basaba en el uso de materiales de la naturaleza, a priori inusuales en el campo de la escultura, pero que ponían en valor la apuesta innovadora de la artista.
A finales de los años 80 y principios de los 90, incluyó el lenguaje en su producción, así como la música y el sonido. Algo que exploró en La lengua de los pájaros (2002), una de sus instalaciones más relevantes, organizada con el Museo Reina Sofía, en la que convirtió el Palacio de Cristal en una gran pajarera en la que recreaba un ambiente comunicativo basado en la forma de expresión de los pájaros. También lo hizo en La oreja parlante, con motivo de la Expo de Zaragoza de 2008.
La producción de Lootz, que se encuadra en el contexto de las tendencias experimentales del arte español desde los años setenta, posee un aura reflexiva y metafórica, que invita a observar con cuidado el característico toque propio de una artista que no quiso seguir las pautas marcadas en cuanto a técnicas materiales.