La estadounidense Sheila Hicks (Nebraska, 1934) celebra a los ochenta y ocho años su primera retrospectiva en España. Desde su gigante instalación con lanas de colores vibrantes en el Arsenale de la Bienal de Venecia en 2017 ha sido reconocida como la “artista textil” viva más importante. Y precisamente esa subcategoría es sobre la que ha estado trabajando Michel Gauthier, el comisario de la exposición en el Pompidou malagueño, para explicar el trabajo de esta gran escultora, dibujante y fotógrafa, que desborda el encasillamiento.
La cuestión es si este abordaje era necesario en un momento en que el fiber art triunfa en todo el mundo, con bienales y grandes exposiciones, que últimamente inundan de “artistas textiles” ferias, museos y centros de arte. No siempre fue así.
Desde la generación de las vanguardistas, con Sonia Delaunay y otras, como su amiga Alice Bailly que producía “pinturas lana”, sabemos que la historiografía artística se encargó de excluir del relato hegemónico aquella concepción de la vanguardia que superaba la escisión entre arte y artesanía, vida y arte.
Y volvió a hacerlo, tras el embate feminista en los años setenta, que defendía la “puntada subversiva”, admitiendo después solo a artistas que, a pesar de que bordaban o tejían, como Louise Bourgeois o en nuestro país, Susana Solano, se expresaban también a través de otros medios y materiales.
A Sheila Hicks, que reside en París desde 1966, le divierte que en francés su apellido se pronuncie “xs”, como una suerte de anónimo con el que representa a todas las tejedoras del mundo con las que ha trabajado, de Latinoamérica a los países islámicos, África, India y Extremo Oriente, absorbiendo técnicas ancestrales, sin perder en ningún momento su diálogo con las sucesivas tendencias del arte contemporáneo.
A mediados de los años cincuenta fue alumna de Josef Albers en la Universidad de Yale, donde presentó una tesis doctoral dirigida por el historiador del arte de América Latina George Kubler y supervisada por Anni Albers.
Y, como Anni, desde entonces y hasta hoy, Sheila Hicks produce Minimes, tejidos a pequeña escala que son tanto una especie de diario como testigos de su paso desde la abstracción constructivista a la tendencia antiforma, el propio minimalismo y el posminimalismo narrativo, con títulos tan explícitos como Fajas o Cohabitación sólida y sugerentes como Desvío al deseo o Llovizna.
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Es un acierto que estos Minimes vayan puntuando un recorrido en el que vemos sus excelentes fotografías etnográficas tomadas en Guatemala, Ecuador, México y Chile, luego sustituidas por media docena de documentales sobre sus diversos procesos de trabajo atravesando cinco décadas.
Además, los Minimes sirven para modular la escala de obras intensas de medio formato, como barras expresionistas y tapices monocromos perforados en diálogo con Pollock y Fontana, que se van independizando de la pared para dar lugar a piezas tridimensionales que no tienen una forma fija y definitiva y pueden mostrarse de diversas maneras, extendidas o apiladas, como voluptuosas esculturas blandas.
Otra faceta que explica la amplitud de miras y su alta capacitación para adaptarse a los retos instalativos, arquitectónicos y medioambientales de la escultura contemporánea en las últimas décadas, procede de su familiaridad desde los años sesenta con contextos industriales, diseñando grandes murales (aquí se muestra un pequeño Modelo para el encargo de la Fundación Ford de mediados de los sesenta) o tapicerías para compañías aéreas.
Así como la facilidad de trabajar con distintos materiales, desde el lino, la seda o la lana, al nailon o la fibra de acero inoxidable, ignífuga, o los tubos de colores de PVC con que convirtió durante 2017 en zona de juegos efímera el área de doscientos metros de hierba en el High Line de Nueva York. Para esta instalación le asistieron un montón de jóvenes que vemos en un vídeo.
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Para concluir, la pieza monumental Lianes de Beauvois, de más de cuatro metros, reina en el último espacio, subrayando la sutilidad de esta maestra al combinar el contraste de los colores matizados del exotismo salvaje de las lianas con la tradición centenaria de tinte y tapicería francesa. Su precisión geométrica, no obvia, ofrece una experiencia háptica, visual y táctil. Inolvidable.
Escultora con hilos
Aunque su primera retrospectiva fuera en 1974 en el Stedelijk Museum Ámsterdam, ha sido en los 2010 cuando Sheila Hicks ha cosechado más éxitos participando en las bienales de São Paulo (2012), Whitney (2014) y Venecia (2017). Tiene obra en el Metropolitan y el MoMA de Nueva York, y en 2021 formó parte de Textiles instalativos en el CAAC de Sevilla.