Nancy Holt (Worcester, Massachusetts, EE.UU., 1938 - Nueva York, 2014) prefería huir de las clasificaciones. No le gustaba que su obra fuera etiquetada. No podía limitarse a esas categorías que tanto gustan a esa Historia del Arte que quiere escribirse con mayúscula para establecerse como un relato único y que provoca exclusiones.
Holt hizo obras que se relacionaban con el Land Art, también produjo otras que tenían mucho de eso que se dio en llamar arte conceptual. Fue poeta, una poeta especial porque no solo le importaban el ritmo y la rima sino también lo visual y el propio espacio de la página.
En algunos de sus trabajos se convirtió en narradora, algunas veces de relatos terribles, como el de su tía Ethel, maltratada por la persona responsable de su cuidado; otras, de ficciones o, mejor, de realidades posibles, de lo que podía haber sucedido o de lo que podría llegar a ocurrir, como en sus series fotográficas o en algunas de sus intervenciones site-specific. Eran historias en potencia que contenía en una imagen o en varias, conviviendo sobre la pared o en una sucesión, en un libro o una película.
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Todo dependía del punto de vista. Y esto era lo que a ella le importaba, el punto de vista, el modo en el que percibimos, no solo desde lo puramente fenomenológico, como a algunos de los minimalistas, sino además desde lo subjetivo, cómo se interpreta aquello que se ve, cómo se traduce al lenguaje. Era “una artista de la percepción”, como ella misma prefería describirse.
La exposición que le dedica el MACBA, comisariada por Teresa Grandas, conservadora de la institución, Katarina Pierre, directora del Bildmuseet de Umea, Suecia, y Lisa Le Feuvre, directora de la Holt Smithson Foundation, tiene como objetivo presentar en Europa la obra de esta artista que huyó de las clasificaciones.
La obra de Holt, oscurecida por la sombra de su marido, Robert Smithson, pone a prueba nuestra percepción del espacio
A pesar de pertenecer al círculo de los minimalistas, postminimalistas, y conceptuales de Nueva York, su obra fue oscurecida por los que escriben una crítica y una historia del arte a partir de excepciones positivas, esas que tienen mucho que ver con el modo en el que se ha construido culturalmente la idea de genio. Con seguridad, a este oscurecimiento contribuyó que fuera la esposa de Robert Smithson.
La historia trágica de Smithson, muerto en 1973 en un accidente de avión mientras exploraba el lugar en el que iba a realizar una obra, lo convirtió en un héroe romántico que amplificaba su condición de artista genial, de excepción positiva, escondiendo aún más el trabajo de Holt, a la que no se dedicó una muestra retrospectiva en un museo estadounidense hasta hace apenas una década.
Con Smithson colaboró en numerosas ocasiones. Ella hizo muchas de las fotografías que documentan sus grandes intervenciones en el paisaje, así que podríamos afirmar sin duda que nuestra forma de entender esas obras difíciles de visitar o desaparecidas, está condicionada por su punto de vista, y que hay mucho de Holt en Smithson.
Otras piezas las firmaron juntos, como esa divertida película que se incluye al final de la muestra en la que él encarna a un artista de la Costa Oeste y ella a una de la Costa Este, ironizando sobre los estereotipos que pretendían caracterizar a unos y otros: los del este, fríos y cerebrales, los del oeste, cálidos y pasionales.
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Dentro fuera es el título que las comisarias han elegido y esta idea quiere articular la presentación de esas obras que recorren la trayectoria de Nancy Holt de 1966 a 1992. El último de los años es la fecha de la obra Ventilation System, que se ha reconstruido en el vestíbulo del museo y que busca romper la frontera entre las salas de exposiciones y los espacios de transición.
Este gesto de colocar fuera lo que está dentro, que se exageró en el museo de Umea, donde se presentó la exposición hace unos meses, aquí resulta anecdótico porque lo que se subraya en la muestra es el modo en el que Holt entendía la percepción.
Así, la obra que geográficamente se sitúa en el centro de la exposición es Points of view (1974) y, trabajando en torno a Holt, a la que tanto interesaban los conceptos de espacio y lugar, esta decisión no debe ser inocente. En esta videoinstalación, Holt registró a cuatro parejas que describían y discutían sobre las imágenes de los cuatro puntos cardinales de Manhattan que había tomado desde la mítica Clocktower Gallery, demostrando lo que de subjetivo tienen la percepción y la traducción de una experiencia al lenguaje.
Esto era algo sobre lo que ya había trabajado, lo adelantaron sus visitas guiadas (Stone Ruin Tour, de 1967, y Tour of the John Weber Gallery, de 1972) o sus locators, como llamó a esos sencillos dispositivos de tubo metálico que servían para enmarcar la mirada y que, siendo esculturas, convierten a los espectadores en un elemento más de la obra.
En su producción, cómo se sitúan el cuerpo y los objetos en el espacio y lo que esto significa es fundamental: en sus series fotográficas y en sus vídeos, en los que lo que parecía igual se demostraba distinto, como las fotografías de Charcos de Miami (1969) y Pinos de Alaska (1986); en sus instalaciones con círculos, Holes of Light (1973) o Mirror of Light (1973-74), y en sus obras de Land Art, Hydra’s Head (1974) o Sun Tunnels (1973-76).
Esta retrospectiva demuestra la importancia que Holt tiene para entender mucho de lo que ha sucedido en el arte en las últimas décadas. Entren, no se queden fuera.