Los cimientos del mundo del galerismo español se removieron el pasado noviembre cuando Juana de Aizpuru (Valladolid, 1933), dijo adiós a una carrera de más de cuatro décadas. Lo hizo con la sensación de "haber hecho todo lo que se podía haber hecho" y, aunque la galerista ha confesado que "va a alargar la retirada lo máximo posible", esta es una decisión "irreversible por desgracia", debido principalmente a los achaques de la edad y la falta de tiempo, porque la ilusión es algo que, a sus 90 años, todavía no han conseguido arrebatársela.
La vallisoletana ya ha comenzado a desprenderse de su extenso legado y ha oficializado hoy el acuerdo de venta de su archivo documental por 96.800 euros al Museo Reina Sofía. Manuel Segade, director de la institución, afirmó que "el museo de arte contemporáneo es el heredero de trabajos como el de Juana" y agradeció que la artista haya decidido aceptar la oferta del museo frente a otras instituciones extranjeras.
"Juana es incansable, también lo es su archivo", aseguró Segade. "Es un indicio de la importancia de su figura, una de las galeristas más importantes del siglo XX. Una pionera en la creación de mercado de arte en nuestro país, de la formación de coleccionismo en España y también en las formas de exponer arte contemporáneo en nuestro país. Porque a veces olvidamos que las galerías estaban allí antes de nuestras instituciones", prosiguió Segade, quien cuantifió en 133 las obras que el Reina Sofía ha comprado de Aizpuru desde 1992.
A pesar de que el director del museo no le ha planteado la compra de alguna obra de su colección, "todavía no, pero espero que lo haga", apostilló la propia galerista, esta ha vendido casi 100 cajas en las que se incluyen documentos datados entre 1970 hasta septiembre de 2023, tales como fotografías, folletos, hojas de sala, recortes de prensa y otro tipo de documentación.
Todo ello ha sido dividido en siete bloques principales, en los que se comprenden material relacionado con las sedes de su galería en Sevilla abierta en 1970 y Madrid, que abrió en 1983, los primeros pasos de la Feria ARCO y la Bienal de Arte Contemporáneo de Sevilla, de las que ambas fue fundadora, así como material relativo a su labor como representante de artistas.
"El archivo destaca por su gran volumen y su rigurosa organización", añadió el director, algo que se debe a la actitud previsora e intuitiva de la galerista. "Siempre he sabido que mi archivo era importante y que un día serviría a los demás", aseguró Aizpuru sin un ápice de vanidad."Está hecho desde la profesionalidad y la responsabilidad. No lo hecho para que quede bonito, sino por la responsabilidad de ilustrar una época en la que me ha tocado vivir, una época complicada que necesitar ser comprendida".
Ese sentido de responsabilidad parece haberle acompañado durante toda su trayectoria. "Me sentía responsable de la imagen de España en las ferias internacionales, porque era lo único que salía de aquí. La época de la Transición y los primeros ARCO fue maravillosa y en parte era la forma de descubrir al mundo lo que pasaba en España", reconoció. No obstante, para la galerista, que fue la primera en acudir a ferias de arte contemporáneo en Basilea o Polonia (1981), esa representación es uno de sus mayores logros.
Aizpuru, que puede presumir de haber sido la primera en apostar por nombres, en su momento desconocidos, como Cristina García Rodero, Alicia Framis, Dora García, Rogelio López Cuenca, lo que más echará de menos es a ellos, a sus artistas, algunos con los que lleva trabajando 40 años. "Los artistas han reaccionado de una manera maravillosa, algunos llevan conmigo toda una vida. He vivido para ellos. Pero nunca pensé en la respuesta tan extraordinaria que han tenido, tantos los españoles como los extranjeros, me han escrito unas cartas tan bellas".
Desde hoy, en el Reina Sofía permanecerá un pequeño legado de Juana de Aizpuru, quien ha abandonado la idea de dejar un relevo para la galería: "Me parece bonito que la galería desaparezca cuando yo lo haga. Si no desde arriba iba a querer estar controlándolo todo".