Miquel Barceló en La Pedrera: la cerámica como madre de la pintura
De las primeras terracotas africanas de los años noventa a las piezas recientes de carácter totémico, la exposición de Barcelona realiza un recorrido cronológico por esta faceta del artista mallorquín.
19 marzo, 2024 01:33La exposición reivindica una reflexión sobre una faceta de Miquel Barceló (Felanitx, 1957) que si bien es conocida, no se ha explicado suficientemente: su vertiente como ceramista. Que es importante se constata cuando se toma conciencia de su producción: hoy por hoy ya se han catalogado unas 3.800 piezas de su mano. Y, acaso, también porque su obra más importante (o si no la más emblemática) es su polémica intervención en la Capilla del Santísimo de la Catedral de Mallorca (2001-2006) realizada también con cerámica.
El comisario, Enrique Juncosa, amigo de juventud de Barceló al que conoce muy bien y sobre el cual acaba de publicar una monografía, nos propone un recorrido cronológico diáfano desde sus primeras terracotas africanas de mediados de los años noventa hasta las últimas piezas de reciente producción de carácter totémico que cierran la muestra.
Las cerámicas, sin embargo, vienen acompañadas puntualmente por seleccionadas pinturas y cuadernos que dialogan con ellas. La intención es explicar que, en Barceló, pintura y cerámica articulan un mismo universo: ambas presentan misma iconografía, los mismos temas, las mismas preocupaciones. Y no obstante, la cerámica, acaba por tener una gravitación esencial en la trayectoria de Barceló que acaso puede aclarar aspectos de su obra como pintor.
La cerámica tiene una gravitación esencial en el trabajo de Barceló que aclara aspectos de su pintura
Miquel Barceló explica que se inició con la cerámica prácticamente por casualidad. En una de sus frecuentes campañas pictóricas en Malí, el viento –cuenta– no le permitía pintar y en consecuencia empezó a trabajar con la cerámica de una manera espontánea siguiendo la tradición autóctona africana.
Acaso el pintor no es del todo consciente que aquel encuentro con la cerámica era a la vez una necesidad, es decir, un impulso vital al que no podía sustraerse de ninguna manera y una revelación, en el sentido pleno del término: la expresión de una verdad oculta.
[Miquel Barceló: “La cerámica me sirve para hacer una caricatura de mis cuadros”]
Ya lo dijo el poeta: “Tan solo encontramos lo que buscamos desesperadamente” (y antes del poeta, lo había sentenciado Freud). La cerámica abría nuevas posibilidades y culminaba la búsqueda del artista de “algo” que había explorado desde siempre y que la pintura –por su planitud e impenetrabilidad– no le podía proporcionar.
Significativamente, el recorrido de la exposición finaliza con una cita del propio artista: “La cerámica es pintura amplificada. El proceso de cocción, petrificar lo que era blando (como la pintura), le da gran relevancia. La cerámica es la madre de la pintura”.
“La cerámica es la madre de la pintura”. ¿Cómo y por qué Barceló puede realizar tal afirmación? Desde sus primeras etapas el artista incorporaba volumen y elementos tridimensionales en la pintura. El público avispado se preguntaba qué era lo que el pintor embutía en aquellas telas. Pero a lo largo de toda la trayectoria del artista encontramos el mismo interés por la materia y la volumetría de la superficie del cuadro.
La cerámica permitirá a Barceló enfrentarse cara a cara con aquello que buscaba “desesperadamente” y que la pintura como superficie plana le negaba: el fantasma –imposible de describir con palabras– en el cual asoma el sexo y el indecible. La cerámica representa tocar, penetrar, palpar... La cerámica es la carne.
Barceló, con sus golpes, presiones y sádicas incisiones trata de saber qué hay debajo de la piel del cuadro
En este sentido resulta muy didáctico un vídeo, incluido en la exposición, de la famosa performance Paso Doble (presentada por primera vez en 2006), realizada por el mismo Miquel Barceló y el bailarín y coreógrafo Josef Nadj. La grabación se inicia en una suerte de escenario de arcilla fresca con un plano rectangular al fondo cual un cuadro.
Poco después empieza un aquelarre orgiástico que culmina con la penetración del “lienzo” de barro, de manera que los dos performers emergen o surgen desde detrás del cuadro. Con golpes, patadas, perforaciones realizan la obra.
Al igual que Jackson Pollock y sus gestos de brocha pisando la tela en el suelo, es estar dentro del cuadro, pero en este caso, más violento, más dramático, más agresivo. Y esa relación entre cuerpo y obra, el cuerpo que se funde y confunde con la obra –con todas las connotaciones eróticas–, resulta más evidente.
Barceló me hace pensar especialmente en Lucio Fontana, pintor y también ceramista como nuestro artista. La idea es agujerear y rasgar la superficie del lienzo o la materia para entrar en el interior, saber qué hay debajo de la piel del cuadro o comprender como está hecho por dentro.
[Miquel Barceló, enamorado del barro]
Así lo hace también Barceló, con sus golpes, presiones cóncavas o convexas, sádicas incisiones sobre la blanda arcilla, como si quisiera hacer hablar o sangrar a la cerámica...
Barceló, como muchos artistas de su generación que recuperaron la pintura a finales de los setenta y los ochenta, posee un sedimento de expresionismo abstracto y de informalismo que se manifiesta especialmente en su trabajo con la cerámica: el gesto espontáneo, como improvisado, la dimensión mítica o la recurrencia a un universo primitivo, son ejemplos significativos de estos referentes. No es gratuito que Pollock o Fontana sobrevuelen la obra de Barceló.
Y, sin embargo, también hay algo de lúdico y de divertimento, incluso kitsch, en las cerámicas de Barceló. Acaso, una de las piezas más jocosas sea un gran plato policromado que representa una plaza de toros en miniatura, con torero y toro incluidos.
El mismo Barceló alude grandilocuentemente a esta pieza en el catálogo como expresión de “pequeño teatro” de “vida y muerte”, de un “belén”... ¿Es consciente, el artista, de lo cursi de esta obra? Yo intuyo que plenamente y que ahora se está riendo a carcajadas.