A Peggy Guggenheim (Nueva York, 1898- Italia, 1979), una de las mecenas más importantes del siglo XX, se le podía acusar de muchas cosas: excéntrica, promiscua, egocéntrica, derrochadora. Jamás de cobarde. Hizo siempre lo que le dio la gana y como le dio la gana. Fue una mujer libre antes de que hubiera un nombre para eso. Tuvo 400 amantes, 14 perros y una góndola propia para pasear por Venecia. Fue, como la describió el escritor Gore Vidal, la última de las heroínas transatlánticas de Henry James, "una Daisy Miller con muchos más huevos”. 

Peggy Guggenheim con uno de sus perros. Foto: Fundación Mapfre.

También era considerada la oveja negra de la familia Guggenheim, cuyo padre (Benjamin Guggenheim) fue una de las 1.500 personas que perdieron la vida en la tragedia del Titanic. Siguió la estela de su tío, coleccionista y fundador del Museo Solomon R. Guggenheim, y se sumergió en el mundo artístico y bohemio de las vanguardias. Llegó casi de casualidad, por capricho, pero se lo jugó todo al arte, incluida su herencia familiar —solía comprar un cuadro al día— y su vida amorosa —se casó primero con el pintor Laurence Vail y después con Max Ernst—. 

Siguiendo los consejos de su querido amigo Duchamp refinó su gusto, su intuición, su ojo y se erigió como experta del arte contemporáneo, capaz de descubrir a artistas como Pollock y de desafiar la mirada patriarcal de la época. En 1942, abrió en Manhattan la ambiciosa The Art of This Century Gallery, un espacio que oscilaba entre un museo y una galería, donde un año después presentó la Exhibition by 31 Women, considerada como una de los primeras en Estados Unidos que exhibió exclusivamente obra de mujeres. 

Preocupada por el lugar que ocupaban las artistas femeninas en movimientos como el dadaísmo o el surrealismo—que se limitaba a calificarlas de musas, imitadoras o amantes de los hombres—, Peggy reunió la obra de artistas consagradas como Frida Khalo o Leonora Carrington, y talentos emergentes como Gypsy Rose Lee, Irene Rice Pereira, Pegeen Vail (hija de Peggy), o Dorothea Tanning en un único espacio para romper los prejuicios y la mirada patriarcal de la época. 

Ocho décadas después, la Fundación Mapfre busca homenajear la muestra con 31 mujeres. Una exposición de Peggy Guggenheim, en la que reúne una selección de las artistas que participaron en la misma. Para ello, ha utilizado los fondos de The 31 Women Collection, colección que la productora de cine estadounidense Jenna Segal impulsó en 2020 después de quedar prendada de la vida de la conocida como "amante del Modernismo".

A priori, esta productora de Broadway, ganadora de Tony y Emmys, podría ser considerada, como lo fue en su día Peggy, como una simple "millonaria bien asesorada". Sin embargo, Segal ha demostrado un empeño y un notable trabajo de coleccionismo, investigación y recuperación histórica para conseguir al menos una obra de cada una de las 31 mujeres que protagonizaron la muestra de 1943.

Dorothea Tanning , Sin título (Autorretrato), c. 1940 Acuarela, tinta y pastel sobre papel 36,5 x 29,2 cm The 31 Women Collection © The estate of Dorothéa Tanning, VEGAP, Madrid, 2024

No ha sido tarea fácil, de hecho, Segal asegura a El Cultural que la última pieza —perteneciente a la artista de vodevil Gypsy Rose Lee, una de las más interesantes de la muestra y cuya obra fue en gran parte quemada—la consiguió hace apenas tres semanas y se verá por primera vez en la Fundación Mapfre. En cambio, colarse en el mundo del arte no le supuso grandes problemas. 

A Segal le encanta ver "la belleza de las cosas que sé que nunca sería capaz de hacer" y cree que su habilidad estrella es ser "muy buena traduciendo a personas creativas para personas financieras y viceversa", algo que le ha ayudado tanto en el cine como la televisión y ahora también en el arte. 

Al hablar del proceso de adquisición de las obras, Segal reconoce que "el arte hecho por mujeres es mucho menos caro que el hecho por hombres, especialmente el de artistas del pasado", algo que le gusta recordar para motivar a los coleccionistas a revalorar a las artistas. "Eso lo hace más accesible, puedes coleccionar más rápido. Con artistas como Leonora Carrington llegué justo antes de que la gente empezase a tenerla en cuenta en 2020, así que no fueron unos precios tan disparatados". 

Obra de Leonora Carrington , 'Los caballos de lord Candlestick', 1938. The 31 Women Collection © 2024 Estate of Leonora Carrington / VEGAP

Segal también recuerda que, en su momento, la muestra no fue solo impulsada por Peggy, sino también por Duchamp, jurado de la exposición, así como André Bretón, Max Ernst, el comisario James Johnson Sweeney y el marchante Howard Putzel. Por lo que "no fue solo ella la que eligió a las artistas, fue una elección de todos, y creo que eso aumenta aún más la credibilidad que tuvo la muestra".

"Debemos recordar que ese mundo era mucho más pequeño, si vivías en Europa o en América probablemente no veías artistas asiáticas o africanas. Por lo que en el mundo en el que ellos vivían, estas eran las que se consideraban las artistas femeninas más importantes de la época", reflexiona la productora.

Aun así, al recorrer la exposición, es fácil descubrir talentos olvidados que sí tuvieron reconocimiento en su momento, como el de Buffie Johnson y su pintura abstracta, el surrealismo de Leonor Fini y Kay Sage (que recuerda a la metafísica de Chirico), o la pintura naif con tintes macabros de Hazel Mckinley, hermana de Peggy. 

La comisaria de la muestra, Patricia Mayayo, reivindica el carácter colectivo y coral de la misma, en la que "ninguna artista sobresale por encima de otra, sino que se pone en valor la presencia de las mujeres". Dividida en cuatro secciones, 31 mujeres. Una exposición de Peggy Guggenheim propone un recorrido temático para poner en valor las líneas comunes de trabajo que desarrollaron estas artistas para afirmar su protagonismo y cuestionar los estereotipos de género de la época. 

Kay Sage Los catorce puñales, 1942 Óleo sobre lienzo 40,6 × 33,3 cm The 31 Women Collection © 2024 Estate of Kay Sage / VEGAP

Estrategias como la autorrepresentación, para desdibujar los límites de la identidad tal y como se concebía convencionalmente, así como la utilización de lo onírico, la mitología y el imaginario animal para romper con los roles convencionales que asocian lo femenino con lo doméstico. Para despojar a las artistas del papel subordinado al que fueron sometidas en su momento, la exposición traza un mapa conceptual —con fotografías de las 31 mujeres— en el que desgrana las relaciones profesionales y sentimentales que hubo entre ellas, así como muchos de sus logros. 

Aunque fue tratada de manera condescendiente y sexista por la prensa, la exposición fue un toque de atención para el mundo del arte. La muestra de Mapfre, que se podrá visitar hasta el próximo 5 de enero, es un recordatorio. 

"El mundo del arte está decidiendo que es importante empezar a marcar con rotulador permanente a las mujeres en la historia. Si sus nombres no están escritos, parece que tenemos que hacer algo por primera vez. Y no es la primera vez, solo que no había quedado registrado. Ahora está siendo registrado, y esto hace las cosas más fáciles para las artistas del futuro, porque sabrán que las mujeres han sido respetadas en el pasado", reflexiona Segal.