El Museo del Prado ha incorporado a la sala permanente una obra de Rosario Weiss (Madrid, 1814 - 1843), pintora romántica y discípula de Goya, fechada en 1841. Este autorretrato, titulado La atención, se creía perdido y ha sido identificado gracias a un dibujo que se conserva en el Museo del Romanticismo y tras numerosos análisis, ya que los cuadros de Weiss "son muy raros y difíciles de encontrar", señala Carlos G. Navarro, conservador de pintura del siglo XIX en el Museo del Prado, en la cuenta de Instagram oficial de la pinacoteca.

La obra, en la que la artista se representa a sí misma como una alegoría de la Atención, fue concebida junto a otra pintura con la que hacía pareja, igualmente autorretrato, una alegoría del Silencio perteneciente a la colección del Ayuntamiento de Burdeos. El lienzo se exhibe ya en la sala 62A del edificio de Villanueva, y su incorporación a las colecciones supone "un nuevo paso en el compromiso del museo por visibilizar el papel de las mujeres artistas y enriquecer así el discurso sobre el arte español del siglo XIX", asegura la pinacoteca. 

"Llevamos años buscando la oportunidad de incorporarla como es debido, con un óleo sobre lienzo. En 2013, compramos los dibujos más bonitos que se conservan de la pintora, el retrato de una dama de Burdeos, y en 2003 se le reatribuyó un cuadro del museo, que se había adjudicado tradicionalmente a Rafael Tegeo, como una copia de la pintora, pero no teníamos ninguna obra de composición original", señala Navarro. 

El cuadro está colocado en "una posición icónica" en la sala, justo encima del retrato de su padrino, Francisco de Goya, con el que convivió en la Quinta del Sordo, y a solo dos salas del retrato que el zaragozano le hizo a la madre de Weiss. "Es como una pequeña reunión familiar", bromea Navarro. 

Se decía que era su hija, aunque no hay pruebas de ello. Sin embargo, cuando los padres de Weiss (Guillermo Weiss y Leocadia Zorrilla) se separaron hacia 1820, la familia (madre y dos hijos) se trasladó a la casa del maestro zaragozano, donde Weiss recibió lecciones de dibujo. 

Al principio él trazaba y ella, siguiendo las líneas marcadas por el pintor, completaba los dibujos. Aunque en aquellos comienzos la aguatinta emborronó más de uno, sus posteriores trazos la llevaron a ser maestra de dibujo de Isabel II. En 1824, en el ambiente represivo de la España de Fernando VII, Goya decidió trasladarse a Burdeos.

La familia se unió a él algunos meses más tarde y allí Weiss prosiguió su formación. Fue entonces cuando aprendió la litografía, una disciplina que en España no era aún demasiado conocida. Se formó en la escuela de Lacour y con él su trazo, en la estela de Ingres, comenzó a ser mucho más preciso, limpio y ordenado.

"Tenemos testimonios de la fascinación de Goya por las habilidades de esta "niña prodigio. Incluso escribe a sus amigos explicándole que el talento de la pintora es tal, que está seguro de que se va a convertir en una retratista prodigio en miniatura y muy pronto va a ser capaz de atraer la atención de todo el mundo por su capacidad retratista", añade el conservador. 

Sin embargo, la muerte del pintor en 1828 las dejó desamparadas y, prácticamente, sin medios para sobrevivir. Cuando en 1833 se decretó la amnistía para los liberales exiliados Rosario Weiss, su hermano Guillermo y su madre decidieron regresar a España, donde el estilo afrancesado que había aprendido en la escuela de Lacour triunfó. Su destreza para copiar el estilo ajeno, como la pintura deshecha de Goya, le llevó a conseguir un empleo como copista en el Museo del Prado. 

"La historia del autorretrato nos muestra os contaba la imaginación desbordante de Rosario, su capacidad y su talento". Además, uno de los aspectos más interesantes de su biografía, destaca Navarro, es su compromiso político. "Es una artista posicionada políticamente, que ha tenido que vivir el destierro, como muchos liberales. Por eso, el resto de su producción, muy corta porque falleció muy joven, no deja de estar siempre empapada de significados políticos, creando algunas alegorías relacionadas con ese posicionamiento", remarca Navarro. 

Rosario vivió de la pintura y, para ello, necesitó ser copista. Asentada ya en España Rosario Weiss compaginó la copia de obras de grandes maestros como Goya, Velázquez, Tiziano, Rubens o Van Dyck con los dibujos a lápiz de escritores de la época como Espronceda, Zorrilla, Mesonero Romanos y Larra.