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Picasso decía que “todo acto de construcción es un acto de destrucción”. En el documental de Henri-Georges Clouzot El misterio de Picasso el artista pinta en directo 18 cuadros que al final son destruidos. Existieron, tan solo, para la memoria del celuloide.

Muchos son los artistas que han integrado la destrucción como parte de su proceso creativo. Inseguridad, frustración, deseo de renovarse, proceso espiritual, purificación o ritual han sido algunos de sus argumentos para hacerlo, pero el arte, como la vida, también está compuesto de fracasos. Sublimarlo es una estrategia como cualquier otra.

No sólo la quema, también el borrado -recordamos a Rauschenberg con su Erased de Kooning (1953), quien pidió permiso al artista Willem de Kooning para borrar uno de sus dibujos-, el decollage que inventó Wolf Vostell arrancando la cartelería publicitaria urbana, las máquinas que se autodestruyen de Jean Tingely o de Gustav Metzger o la misma Cristina Lucas propinando martillazos a una reproducción del Moisés de Miguel Ángel son diversas estrategias desmaterializadoras. Un "modo de hacer" vinculado al arte conceptual.

Elena de Rivero (Valencia, 1949) vió reducido a cenizas su estudio de Nueva York el día de los atentados del 11-S, con ellas creó el Archivo del Polvo, que consistió en registrar en vídeos y fotos las consecuencias de aquel suceso devastador. 

Ahora continúa con ese proceso en la pieza La Quema en A casa do Pozo en la aldea de San Pedro Fiz de Vilar, en Ourense, un espacio artístico que el curador Mateo Feijóo ha impulsado en la antigua casa de sus abuelos

'La Quema' de Elena del Rivero . Foto: Ximena y Sergio

“Pocas personas vieron en su día los cuadros que he seleccionado para quemar, y casi ninguno fue expuesto en público. Los ejecuté en tiempos difíciles, pero sin preocuparme por lo que estaba bien o mal y sin miedo al fracaso. Fue una época de inocencia y libertad para mí”, ha asegurado la artista.

La pintora minimalista descubierta con 80 años, Agnes Martín, también destruyó su corpus pictórico antes de mudarse de Nueva York a Nuevo México, del mismo modo actuó Georgia O´Keefe o Gerhard Richter, cuando destrozó con una navaja unos 60 lienzos que, según el diario Der Spiegel, podrían llegar a tener un valor de unos 665 millones de dólares en la actualidad. 

Elena del Rivero seleccionando las pinturas que quemará en A Casa do Pozo. Foto: Ximena y Sergio

Jasper Johns terminó con todo su trabajo cuando descubrió que se parecía significativamente al de Kurt Schwitters, Claude Monet destruyó por lo menos 30 lienzos, algunos importantísimos pertenecientes a su serie de Nenúfares por no estar satisfecho con el resultado.

La acción de Elena del Rivero tiene su antecedente directo en la de John Baldessari The cremation project (1970) en la que quemó todas las pinturas que había hecho entre 1953 y 1966 para crear una nueva pieza.

Un multimillonario quemó en Miami un cuadro de Frida Kahlo para aumentar el precio de los 10.000 NFTs que había producido su empresa.

Una parte de las cenizas resultantes fueron exhibidas en el Museo Judío de Nueva York y con otra horneó unas galletas que colocó en una urna que donó, junto con la receta, al Museo Hirshhorn en Washington en 2005.

Pero no podemos olvidar la famosísima pieza del artista urbano Bansky, en la que una vez que la pieza fue subastada y vendida se pone en marcha un mecanismo que trituraba automáticamente la obra. La jugada dio la vuelta al mundo como un golpe maestro del marketing.

Pero no solo se ha quemado obra como una estrategia creativa, también económica y especulativa. Un multimillonario llamado Martin Mobarak quemó en Miami en 2022 el cuadro de la pintora mexicana Frida Kahlo Fantasmones siniestros para aumentar el precio de los 10.000 NFTs (copias digitales con certificado de autenticidad) que había producido su empresa.

El precio de cada uno de ellos ascendía a un valor de 3 unidades de la criptomoneda Ethereum (ETH), lo que podría haber supuesto, en su momento de mayor valor, unos 40 millones de dólares