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Empezó como muchos otros: pintando las paredes de su ciudad. Inquieto y muy nervioso desde pequeño, con 15 años descubrió que podía pintar no solo en los libros o en la mesa del colegio sino que podía salir a la calle y hacerlo con spray en las paredes. Aquello le fascinó. Al principio era un garabato rápido, su firma o alguna línea suelta, porque no tenía dinero para comprar botes de pintura. Los que tenía los exprimía hasta la última gota.

Varias décadas después, Belin, nombre artístico de Miguel Ángel Belinchón (Linares, 1975), que hace tan solo unos días recibió uno de los Premios Redbar de la Libertad de mano de Cruz Sánchez de Lara, es uno de los artistas urbanos más reconocidos de nuestro país y el que le ha dado una nueva vida al cubismo desde nuevas perspectivas. "Es bonito recibir un premio pero lo más importante, en este caso, es el contexto, el de la lucha por la libertad. Cada día lucho por ello, por crear cosas que necesito contar y expresar", admite Belin.

Siendo aún joven pintaba dormitorios, bares y restaurantes. Aquellos encargos le proporcionaban el dinero necesario para comprar botes de pintura para seguir interviniendo las fachadas de los vecinos o las paredes que encontraba a su paso en Linares, su ciudad. Aquella nueva etapa fue un punto de inflexión porque le facilitaba el material necesario para empezar a trabajar la técnica. Así es cómo en 2001 hizo su primer realismo sobre una pared. Su práctica se fue refinando y para 2016 pintaba letras y muñecos, pero también recurría al puntillismo y un realismo que mostraba incluso los poros de la piel.

Aquel mismo año, el Pimpi de Málaga organizó un evento benéfico en el que participó con una obra solidaria: "A la espalda del Museo Picasso reinterpreté una obra en la que Picasso retrata a Marie-Thérèse Walter pero lo hago con un estilo realista y cubista pintando a mi hija mayor. Hacía mucho que no me divertía tanto y de ahí nació un nuevo movimiento que combina el cubismo, el realismo y el arte urbano". Casi por casualidad, amplía el artista, había creado su propio cubismo, al que le han dado el nombre de posneocubismo.

Tanto en sus murales de gran tamaño como en su obra de dimensiones más pequeñas, Belin retrata personas desde diferentes puntos de vista en un mismo plano combinando el realismo con el trazo del grafiti y el uso de colores impactantes. Esta multiplicidad de perspectivas en un mismo plano bebe directamente del cubismo, de pintores como Picasso, Juan Gris, Braque o Maria Blanchard. "Aprendo mucho de ellos y desde 2016 es una gran influencia, pero el mío es un cubismo del siglo XXI, algo que se ve en el color y la luz", admite.

Belin trabajando en una de sus obras. Foto: Álvaro Herrera (Macetoman)

"Hoy en día hablamos de pintura moderna pero todas las tendencias artísticas pertenecen a una vanguardia del siglo pasado. El realismo tiene cientos de años y se sigue haciendo, al igual que el expresionismo o la abstracción. Sin embargo, creo que al cubismo se le dio de lado y no se le ha dado una vuelta, un nuevo desarrollo", se lamenta el artista.

Con el paso del tiempo, Belin se ha convertido en uno de los artistas urbanos más demandados a nivel internacional. Sus murales se pueden ver en Linares, Madrid o Málaga pero también en otras ciudades como París, Los Ángeles, Miami, Nueva York, Colonia, Ámsterdam, Tokio o Rabat. Además de intervenir grandes edificios también hace obras de pequeño formato con un estilo similar que se han expuesto en galerías y ferias de arte, como la última edición de la feria Estampa.

Entre muros y lienzos

Para el artista no hay diferencia entre un formato y otro y comienza su proceso creativo de forma similar en ambos casos. Le gusta ser consciente de todo el proceso y por eso es él mismo quien monta los bastidores, compra el lienzo y corta la tela. "Dibujo desde la mañana temprano y si necesito un modelo hago alguna foto para tener una referencia para jugar con las luces", cuenta. Y continúa: "Cuando estoy en el estudio pongo música, una película o un documental de arte. Necesito que no haya silencio para desconectarme de mí mismo".

El proceso, cuando tiene que abordar un mural ya pesar del cambio de dimensión, es similar. Además, Belin subraya que no usa proyector, ni cuadrícula, ni guía. "Para mí el arte no solo es pintar, es una lucha, una pelea con uno mismo y también con el soporte. Me tengo que enfrentar a ello y ganar". Al fin y al cabo, amplía, "es lo mismo porque sale de mí, por eso no veo ninguna diferencia ni le doy prioridad o más valor a un formato que al otro. En el arte no importa el tamaño, importa poder dominarlo".

Para Belin tanto las emociones como el color son primordiales. Lo primero porque no hay dos personas que se puedan sentir de la misma manera frente a una misma obra. Lo segundo porque "los colores nos transmiten una cosa diferente al igual que cada uno vemos las líneas de manera diferente. Por eso no uso la misma gama cromática, porque no siempre estoy igual de feliz, triste o enfadado", apunta. La vida, por supuesto, afecta, y esta se cuela en sus obras.

Linares, en el mapa del arte urbano

El artista, que actualmente tiene prevista una exposición individual a partir del 6 de noviembre en el Garaje Lola de Madrid y murales en el aeropuerto de Málaga y en un colegio de Sevilla, siempre se ha sentido muy cercano a su ciudad natal, Linares, donde ha dejado su huella en diferentes ocasiones.

Junto al espacio creativo Rampa, en la década de los 90 puso en marcha el festival 23700 Arte Urbano Linares con el objetivo de democratizar el arte y sensibilizar a los ciudadanos a través de esta expresión creativa. Unos años más tarde, con la entrada del nuevo milenio, el evento empezó a contar con artistas tanto nacionales como internacionales.

Esta edición, que se celebra entre el 20 y 26 de octubre, tiene como lema El placer de crear y junto a Belin participan siete artistas tanto nacionales como internacionales como Moxaico, Jotalo, Miss Van, Musa 71, Raquel Coba, Diego As e Irene López León. "Me interesa que Linares tenga un movimiento cultural y eso es lo que estamos alimentando", incide.

Si bien hace unos años el arte urbano aún se consideraba un acto de vandalismo, con el paso del tiempo ha ido conquistando su propio espacio. Sin embargo, Belin cree que en España aún queda mucho camino por recorrer.

"En Madrid hay unos cuantos murales pero podría haber más. Aún hay gente que no quiere verlos pero creo que es necesario. Si un niño crece rodeado de arte su sensibilidad será mayor a la de un chaval que solo ve ladrillos", opina. "Es fundamental, ahora hay más artistas, más visibilidad y las ciudades deberían de apostar por ello, hay que sacar el museo a la calle y eso lo hace el arte urbano", concluye.